Raffaella Carrá, 'Explotaexplotamexpló'
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Raffaella Carrá habría cumplido el pasado domingo 80 años. ¡Quién lo diría! Hay mujeres mágicas que se marchan dejando una estela luminosa de sonrisas y ... buen rollo. No tienen edad. Nunca la tuvieron. Y son eternas. Así era Raffaella, triunfadora absoluta en el mundo de la televisión tanto en su país, como en España. Una comunicadora soberbia, una bailarina impresionante y una cantante solvente. Pero todo eso es una suma de cualidades. Raffaella era simplemente ella: valiente, sin pelos en la lengua, disciplinada, talentosa, natural.
La niña Raffaella nace en Bolonia. Su nombre completo: Raffaella Maria Roberta Pelloni. En su familia había un poco de todo. Tenían una granja, la madre regentaba un bar y su hermano mayor era diseñador y modisto. Ya de pequeña se marcha a Roma, donde comenzará sus estudios de danza.
Raffaella vino con el desparpajo y la gracia de serie. A los nueve años, un amigo de la familia rueda 'Tormento del passato' y la elige para un pequeño papel. Desde esa edad compaginará los estudios de danza con los de cinematografía en el Centro Experimental de Cinematografía de Roma. Su talento natural, su disciplina y trabajo dieron sus frutos. Después de una breve incursión el cine europeo, la ficha la 20h Century Fox.
La Carrá quiere ese apellido artístico en los 60, justo antes de partir para Hollywood. No. No le fue bien. Se aburría lo que no está en los escritos. Le daban papeles malos. Participaba en una serie de ¡Bill Cosby! Y en vez de amargarse y darse a la bebida y las drogas, Raffaella vuelve a casa. ¡Y aquí no ha pasado nada!
En los 70 se inicia una fructífera relación de Raffaella con la televisión. Así en general. Porque Carrá es puro animal televisivo. Sus comienzos fueron con 'Canzoníssima', programa que presentó durante varios años. Hizo dos cosas inauditas. Enseñar el ombligo por primera vez en la RAI y bailar el 'Tuca, Tuca'. Una canción tontica con un bailecito donde Raffaella toca de forma inocente a diversos interlocutores. Hombres normales de la calle. Ni un tío bueno, por cierto. El papa Pablo VI puso el grito en el cielo.
Raffaella llega en el 75 a nuestro país, con un disco de sus grandes éxitos, compuestos por el que entonces era su marido, Gianni Boncompagni. En la tele, le cuenta a un joven José María Íñigo que ella es una mujer natural y sincera. Aquí participó en el programa 'Señoras y Señores' y después hizo varios especiales. Programas de variedades donde Raffaella canta y baila. De estos repitió varios tanto aquí como en Italia. En Viña del Mar la nombraron Reina del festival en 1982.
Después de giras y grabaciones de espectáculos musicales para televisiones latinoamericanas la RAI la convoca y le pide un programa de variedades ¡Al medio día! ¿Qué hace Raffaella? En vez de amargarse con ese horario de 'segunda', apechuga y consigue un éxito apabullante en la televisión italiana. Un fenómeno que todavía se estudia en las facultades de comunicación. Se trata del mítico 'Pronto…Raffaella?'
La 'show-woman' demostró que nada se le ponía por delante. Así que lo siguiente fue hacer un programa durante todo un fin de semana.
En el 2000 regresa a España y el resto, creo, que todo el mundo lo conoce. Más televisión en nuestro país y las populares canciones inevitables en las BBC (Bodas Bautizos y Comuniones).
Su vida sentimental fue sencilla. Solo se le conocen dos novios: su compositor y su coreógrafo. Diez años aproximadamente le duró cada uno. No hubo hijos, aunque apadrinó a cientos de niños. Sí que hay una historia de amor algo desconocida y es la que protagonizaron Carrá y Frank Sinatra. Ella finalmente le dio calabazas porque no le gustaban nada sus compañías y detestaba convertirse en la chica del jefe.
Carrá se ha proclamado abiertamente comunista y es un icono de la defensa LGTBI. En 2017 le otorgaron en Madrid el premio WorldPride y una plaza del barrio de Malasaña lleva su nombre.
La artista mantuvo toda su vida ese cuerpazo de bailarina, una simpatía y naturalidad fuera de lo común. Ella fue ese espíritu indomable pero agradecido. Ante los reveses, me quedo con lo que vamos a denominar actitud Carrá: apechugar y dar siempre lo mejor de una misma.
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