«La alquería se deshace en la mano / del fuego. / Se materializa el hálito en la saliva de tus muslos. / Si descanso en el interior / ... de la vasija del firmamento, / ¿encontraré la duna oculta bajo las aspas de oro?». Extraigo estos versos de la antología 'Ciclo del 9' (1999-2019), de Raúl Herrero. Además de dramaturgo y poeta, es fundador y director de la editorial Libros del Innombrable, de ecos beckettianos, ubicada en Zaragoza desde hace ya tres décadas. Ahora publica en la editora madrileña esta antología que recorre veinte años de poesía innovadora. El lector avezado tachará esta antología de superrealista (digo superrealista y no surrealista, como es uso común, por entender que el super traduce más la letra y el espíritu que infundió a este movimiento francés, el surréalisme, que, con sus asociaciones literarias y mundanas, quiso ir más allá de la capas que describían la cara superficial de la realidad). Raúl Herrero es hijo espiritual, por línea directa, de F. Arrabal y Antonio Fernández Molina. Me consta que, cuando murió Antonio F. Molina, Herrero se declaró huérfano profundo. Puesto a ejercer de erudito a la violeta, otras lecturas me sugiere este 'Ciclo del 9'. Me salen al encuentro J. Eduardo Cirlot, Jarry, Claus Andersen, Eduardo Carriedo y otros postistas. Pero las fuentes cuyas aguas Herrero ha frecuentado se remontan a los simbolistas y a los superrealistas de la primera hora: T. Tzara, Breton, R. Char, P. Eluard... Si de estos últimos nombres hubiera de subrayar uno lo haría con Tristán Tzara y 'El hombre aproximado', de 1931, aparecido en Cátedra en la traducción de A. Rodríguez López-Vázquez. 'Ciclo del 9' me hace evocar este título. Incluso me parece la réplica, entrado ya el s. XXI, al texto colosal de Tzara. El auténtico superrealismo es inimitable en su letra y significados, entiéndase: en sus asociaciones lingüísticas o en sus imágenes. El superrealismo es una estética en la que campea la creación sin remedos ni censuras; una ética en la que creación se hermana con deconstrucción e inconformismo; un impulso vital proyectado hacia el futuro, con nostalgia de orígenes ancestrales –amamos lo antiguo por su novedad, dirá Tzara–; un iceberg cuya parte visible se engalana y esencializa con la parte sumergida en los sueños y en el humor. El humor: esa práctica superrealista que nos libera del tedio de las horas negras y que, en buena medida, informa la poesía de Raúl Herrero.
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