Gonzalo J. Martínez
Mesa para cinco

Ciudades esponja: de la amenaza del agua a la oportunidad urbana

Patricia Reus

Domingo, 14 de septiembre 2025, 08:25

Escribo estas líneas en una tarde marcada por las alertas de lluvias torrenciales a lo largo del arco mediterráneo. Así que bajo un cielo desafiante ... les voy a contar cómo el rediseño de las ciudades es esencial, no solo para paliar los efectos nocivos de las precipitaciones desmesuradas sino incluso, para convertir esta amenaza en recurso social y ambiental.

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Hace ya tiempo que se están abordando asuntos como la reorganización de los sistemas de drenaje para minimizar los peligros cada vez más severos de estos fenómenos atmosféricos y un caso especialmente interesante es el de Copenhague. Allí, tras la gran tormenta del 2 de julio de 2011, se afrontó el desafío de evitar una nueva catástrofe de manera integral y planificada. Y, además, se hizo con la firme voluntad de que las estrategias contra las inundaciones generaran también beneficios ambientales, económicos y sociales. Es decir, como los grandes procesos de transformación urbana que se han dado en momentos clave de la historia del urbanismo, la capital nórdica ha emprendido el ambicioso proyecto de transformarse en una ciudad esponja capaz de convertir el agua torrencial en un recurso útil y en bienestar cotidiano para su ciudadanía.

Para ello comenzaron mapeando el municipio con el objetivo de localizar las áreas críticas y evaluar la capacidad de respuesta disponible en el entorno urbano basándose en la pauta de «absorber, almacenar y redistribuir el agua de manera sistemática, segura y bella». De esta forma, apoyándose en la combinación de infraestructuras de gran capacidad con soluciones azul-verde, buscan modular el flujo de agua pluvial mediante una nueva red hidro-social que aleja la sobrecarga de las redes tradicionales y ofrece espacios urbanos repensados desde una perspectiva multifuncional y cotidiana.

Así, los parques rediseñados, además de ofrecer belleza y recreo, se convierten en reservorios en caso de lluvias intensas; el incremento de los suelos permeables ralentiza la escorrentía protegiendo bienes y personas; o la construcción de aljibes de gran capacidad permite liberar gradualmente su contenido para regar, limpiar las calles o reequilibrar acuíferos en épocas de sequía. Incluso los espacios deportivos, las zonas de juegos infantiles y los equipamientos públicos están siendo repensados para funcionar tanto en condiciones normales como durante las tormentas. De este modo las transformaciones para evitar los daños están favoreciendo la biodiversidad, mitigando las olas de calor, mejorando la calidad del aire y fortaleciendo la conexión social y ecológica de la ciudad.

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Pero la experiencia de Copenhague no es una novedad. De hecho, la propia huerta de Murcia fue un sistema hidráulico agro-urbano que combinó la defensa frente a riadas con la distribución del agua en el territorio para generar riqueza y un paisaje que aun hoy admiramos. Asimismo, las soluciones azul-verde llevan décadas desarrollándose por equipos multidisciplinares como el liderado por los arquitectos españoles Iñaki Alday y Margarita Jover. Ellos han participado en proyectos estratégicos que integran espacio público e infraestructuras compatibles con las inundaciones, como la recuperación de la ribera del río Gállego a su paso por Zuera (2000-2001), el Parque del Agua en Zaragoza (2005-2008) o la guía para el diseño y la construcción de diques multifuncionales en el río Kelani de Sri Lanka (2018-2020).

En este sentido, lo que distingue a la experiencia danesa no es tanto la originalidad de las soluciones adoptadas, sino el modo en el que las convierten en motor de transformación urbana: anticipando futuros posibles y tejiendo redes de colaboración gubernamentales y ciudadanas para afrontar un cambio estructural a largo plazo.

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Del mismo modo que la tuberculosis obligó a transformar las ciudades en torno a la higiene, la ventilación o el acceso a la luz solar -lo que acabó por desmantelar la insalubre metrópoli del siglo XIX-, el cambio climático nos fuerza hoy a rediseñar nuestras urbes desde la resiliencia. Solo así la ciudad del siglo XXI podrá transformarse en una versión más natural, amable y saludable que la del siglo XX.

No se trata solo de resistir el exceso repentino de agua: se trata de aprender a vivir con él.

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