El cocinero murciano Pablo González, tras pasar el coronavirus: «Soy un hombre nuevo»

Ya instalado en su casa a la espera de terminar de recuperarse, admite que todavía le tiemblan las piernas si está mucho tiempo de pie cocinando por culpa de la debilidad que todavía arrastra. Solo tiene palabras de agradecimiento por tantas muestras de cariño recibidas por parte del sector, de sus amigos y conocidos y, sobre todo, por el inmejorable trato que ha recibido de los profesionales del hospital. «Ha estado magnífico todo el personal sanitario. Desde que fui al Hospital Mesa del Castillo a hacerme una prueba y me recomendaron un aparato que mide el oxígeno en sangre que fue lo que hizo que me saltara la alarma cuando bajó a ochenta y ocho, hasta los profesionales del Reina Sofía que me acogieron y trataron con una profesionalidad increíble».

Reconoce haber aprendido de la experiencia y saca el lado positivo de la situación, entendiendo la preocupación de su mujer por verlo ingresado en el hospital. Él asegura haber pasado «una experiencia increíble, ya que nunca tuve miedo de empeorar porque en todo momento he estado bien. De hecho, soy un hombre nuevo en ese sentido y relativizo todo lo que no sea que mi familia y amigos estén bien de salud».

Asimismo, González mantiene su preocupación e implicación con el sector de la hostelería alegando que ningún empresario debería de pagar impuesto alguno mientras lo fuercen a cerrar su negocio, así como que los bancos deben de hacerse cargo de la situación en la que estamos para agilizar los pagos a los trabajadores en ERTE. «Los políticos no viven la realidad de la calle. No saben por lo que estamos pasando. Nos piden que sigamos pagando impuestos sin tener ingresos, sin poder trabajar. Lo único que han hecho es ayudarnos a endeudarnos, pero nada más».

El dos estrellas Michelin termina recordando un ejemplo que le ponía Raimundo González cuando se encontraron en El Rincón de Pepe hace más de dos décadas. Un joven Pablo oía cómo Raimundo explicaba que al tener tantos clientes, siempre encontraba el cariño entre los innumerables números de teléfonos que poseía para pedir algún tipo de ayuda o para encontrar apoyo y ánimo. «Esta experiencia me ha demostrado lo afortunado que soy por los amigos que tengo y por la cantidad de personas que he conocido en mi profesión que me han demostrado su preocupación. Tengo el mejor trabajo del mundo».