Virginia Martínez actualiza su debut con la OSRM
Música inesperada. Este sábado la molinense vuelve a dirigir en el Auditorio a la Sinfónica de la Región con el mismo programa de hace 20 años, y el veterano Joaquín Achúcarro al piano
Un martes de octubre del año 2003 Murcia fue convocada para un concierto especial en el Auditorio Víctor Villegas. Una joven murciana formada en dirección orquestal en el Conservatorio de Viena se ponía por primera vez al frente de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia para presentar un programa con obras de Mozart, Chopin y Chaikovski.
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Han pasado veinte años y ese día lo recuerda Virginia Martínez Fernández con mucha emoción ya que para ella fue como una boda donde ofreció su arte a familiares, amigos y otras personas que no pudieron ir a su graduación en la capital austríaca. Hoy su batuta está de actualidad porque vuelve a dirigir a la OSRM con el mismo programa de entonces para el público que la valora y la quiere, entre las que están sus hijas: «Tengo la misma ilusión que esa noche. Soy una soñadora y cuando una empieza no sabe si va a volver a dirigir la orquesta. No imaginaba la historia que vino después, en la que cada concierto ha sido un regalo. Ha sido un ciclo de veinte años maravillosos en los que he sido directora titular de la OSRM durante una década. Me hacía ilusión repetir el mismo programa en este aniversario e interpretaremos la Obertura de 'Las bodas de Figaro', la Quinta Sinfonía de Chaikovski y el 'Concierto para piano número 2' de Chopin, con Joaquín Achúcarro como solista, una leyenda viva del piano».
EL CONCIERTO
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Dónde y cuándo Hoy, 20 horas. Auditorio Víctor Villegas. Murcia. Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia con Joaquín Achúcarro (piano) y Virginia Martínez (dirección). Entradas: Taquilla y en bacantix.com
«Mucha paciencia conmigo»
Virginia y la OSRM han madurado conjuntamente, en especial en los últimos diez años por su vínculo como directora titular. A la hora de gestionar bien un grupo humano con sus aspectos emocionales le han servido los consejos de su maestro vienés: «La OSRM ha tenido mucha paciencia conmigo, pero tengo la satisfacción de que actualmente tiene un sonido común y una personalidad propia y distintiva que corroboran los directores invitados que han venido. Además, los músicos tocan con las mismas ganas y se dejan el alma en cada concierto. Persiste la ilusión por hacer música juntos».
La concepción personal de Virginia sobre la Sinfonía número 5 de Chaikovski ha evolucionado en parte con el paso del tiempo, aunque el análisis global de la obra no se haya modificado: «Es posible que cambie algún aspecto puntual sobre la estructura de una frase musical, pero lo que varía es la técnica con la que abordo la obra. Lo más difícil para un director es establecer los momentos donde debe delegar en la orquesta para que suene por sí sola sin depender de la batuta. Es decir, cuando hay que dar una libertad controlada, con la información justa y sin pretender dirigir todas las entradas y ritmos, lo que es fruto de la madurez artística. La orquesta tiene su espacio y los músicos aportan aspectos muy válidos en la interpretación final».
«Tengo la misma ilusión que esa noche. Soy una soñadora y cuando una empieza no sabe si va a volver a dirigir la orquesta»
Esta célebre sinfonía estrenada hace 135 años por el propio compositor, se basa en la idea del hombre que lucha contra su propio destino. Para Virginia, el conocer orquestas diferentes y tener vivencias fuera de casa, hacen que la visión personal sea más vivida y sentida. Hay que tener en cuenta que en esta obra se respira la añoranza por la patria de cada uno y está llena de temas populares: «Para mí, el destino es un término complejo, ya que no creo que esté escrito del todo. Es más bien una mezcla de lo que tenemos predestinado al nacer y de las vivencias personales y esfuerzos de cada uno para conseguir lo que quiere».
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Desde el punto de vista musical, la obra contiene melodías bellísimas, un tema conductor que recorre toda la sinfonía, temas populares y algún que otro vals: «Para Bernstein no había un compositor de melodías más inspirado que Chaikovski, que se muestra magistral en otros aspectos como la transformación radical que hace del primer tema en la tonalidad de mi menor que pasa a mi mayor en el cuarto movimiento. El vals del tercer movimiento no es una danza al uso ya que el pulso es inestable y se pierde la seguridad rítmica propia de los valses de Strauss. El destino desestabiliza al ser humano y esto se expresa en este tercer movimiento».
Los instrumentos que forman parte de la orquesta son muy variados, pero el compositor ruso otorga un mayor protagonismo a clarinetes, trompas y oboe a la hora de transmitir el mensaje de la sinfonía: «Los dos clarinetes inician la obra con un tema sombrío y lúgubre que expresa la añoranza de la patria. La trompa tiene uno de los solos más bonitos y difíciles del repertorio y que sería un lugar de calma alejado de la idea perturbadora del destino. Hace veinte años este fragmento lo interpretó nuestro querido compañero José Antonio Arce, al que recordamos con mucho cariño. Para preparar la entrada de la trompa, hay que crear una atmósfera especial de cinco compases en el que el sonido de las cuerdas pasan de un tono menor a mayor y se crea la luz necesaria para que la entrada de la trompa tenga sentido y suene con cierto optimismo. Por último, el oboe hace el contracanto de la trompa con melodías que sufren cambios de ritmo (animato, ritenuto, rubato ...) que humanizan el sentimiento de la música y hacen referencia al tormento del principio de la sinfonía».
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«Adoro a Olga Tinibaeva»
Todos los músicos de la OSRM y Virginia coinciden en que tener en los atriles a la violinista rusa Olga Tinibaeva es un privilegio, ya que siempre aporta ideas sobre cómo interpretar «su música», caracterizada porque no se fragmentan las melodías que imitan a los amplios lagos y paisajes de Rusia. Aunque este concepto puede ser perfectamente asimilado por músicos no nacidos ni formados en esas latitudes, es evidente que hay cosas que sólo se viven desde dentro del país: «Adoro a Olga y me ayuda mucho en este tipo de repertorio. Las melodías rusas no deben interrumpirse, incluso cuando se entrelazan. Lo complicado es mantener la unidad cuando estas melodías se comparten entre distintos instrumentos de la orquesta y por ello les pido a los músicos que no acentúen el principio y final de la frase para asegurar la continuidad con el otro instrumento».
Cuando uno escucha los últimos compases de la Quinta de Chaikosvki tiene que tratar de tolerar la ambigüedad sobre si hemos vencido al destino o no hay nada que hacer. Nuestra directora lo tiene muy claro: «Esta obra es un drama camuflado donde triunfa el ser humano sobre el destino. El final es impetuoso y majestuoso, ofreciendo un hilo de esperanza. Será más tarde cuando Chaikovski componga su Sexta Sinfonía y deje por escrito que no ha podido ser».
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