En el momento en el que un compositor presenta su quinta sinfonía en sociedad, algo especial ocurre. Da la impresión de que, desde la quinta ... ventana por la que un músico se muestra a los demás, se visualiza la intimidad de su alma. Seguramente esto explica que las quintas sinfonías tengan generalmente una calidad humana y artística extraordinaria y lleguen a considerarse como obras maestras.
Esta semana hemos escuchado en el Auditorio Víctor Villegas una excelente interpretación de la Quinta Sinfonía de Dimitri Shostakovich por parte de la OSRM dirigida por Virginia Martínez. Los profesores de nuestra orquesta consiguieron transmitir el drama vital del compositor soviético tras las duras críticas del régimen de Stalin, especialmente en el tercer movimiento, todo un acto de profunda meditación antes de que el Allegro non tropo final libere toda la tensión con el grito de desafío ante la gravedad de lo que pasaba alrededor.
Cada vez que escucho una quinta sinfonía no puedo evitar volver al canon compositivo que nos legó Ludwig van Beethoven. La sinfonía en do menor, opus 67, es la obra más perfecta de la música occidental y por ello se incluyó entre las grabaciones que se enviaron al espacio en 1977 dentro de las sondas Voyager. La sinfonía comienza con el motivo musical universal compuesto por tres notas corcheas y una blanca con «el que el destino llama a la puerta» según dijo el propio Beethoven. Esta célula rítmica es una semilla que germina en el resto de la Quinta Sinfonía, una obra en la que el genio de Bonn refina y aglutina todos sus conocimientos para dotarlos de la mayor intensidad artística imaginable. En definitiva, una obra de arte que es considerada la mejor sinfonía de todos los tiempos.
Si el destino es el motor de la Quinta de Beethoven, algo parecido podemos decir de la homónima de Gustav Mahler, cuyo inicio tiene cuatro notas que nos llevan desde las tinieblas a la luz. Mahler es un compositor increíble, capaz de combinar una marcha fúnebre con la alegría de una taberna y hacerlo con la mayor naturalidad y maestría, mostrando especial destreza con el contrapunto. Los cinco movimientos de la Quinta Sinfonía en do sostenido menor son sublimes, con alusiones a ciclos de canciones de su propia creación. Junto al grandioso Scherzo, hay que citar el célebre Allegretto que incluyó Visconti en su película «Muerte en Venecia» y que nos evoca al Lied «Me he despedido del mundo», todo un alegato a la belleza y a la profundidad de los sentimientos humanos.
Otra obra relacionada con el destino es es la Quinta Sinfonía de Chaikovsky donde el fatídico motivo cíclico inicial es un acto de sumisión al fatum sin esperanza para escapar del dolor. Toda la música que escribe el compositor ruso en estos pentagramas es impresionante. El solo inicial de la trompa y su diálogo con el oboe en el segundo movimiento es espectacular, pero le sigue un segundo tema en los instrumentos de viento madera que es de una delicadeza sin igual por permitir que la luz penetre en un corazón tan afligido.
No podemos olvidar tampoco la aportación de uno de los mejores sinfonistas de la historia de la música. La Quinta Sinfonía en si bemol mayor de Anton Bruckner es la sinfonía de la Fé y por sus dimensiones, es considerada como una gigantesca catedral sonora, siendo la única del corpus sinfónico del maestro austríaco que tiene una introducción lenta. De las nueve sinfonías que escribió, ésta es la más teológica y en ella podemos comprobar la facilidad del maestro para llevarnos desde la máxima tensión a la total relajación. Una prueba de esto último es el Adagio en re menor, donde una bella melodía del oboe sobre los pizzicati de la cuerda refleja de forma creíble la intimidad de un alma creyente.
Hay otros grandes compositores que aportaron interesantísimas quintas sinfonías que podríamos haberlas incluido en esta recopilación pero, con todos mis respetos, al estar en un peldaño por debajo, he optado por no hacerlo. Mis más sinceras disculpas para Franz Schubert, Feliz Mendelssohn, Vaughan Williams, Jean Sibelius y Sergei Prokofiev, entre otros.
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