El heredero designado de Beethoven (II)
Música inesperada ·
Viena despierta en cada uno de sus habitantes. En un apartamento se respira el aroma del café de Marsella. Lo habita alguien que desayuna tranquilamente en una actitud de ensueño. Hace semanas ha perdido a su madre y en el vapor de la taza convergen sus imposibles femeninos.
Brahms es un músico que todavía no goza aún de reconocimiento internacional. Lejos de su Hamburgo natal pierde el pulso diario de una familia agitada por la separación de los padres. Sus obligaciones en Viena han comprometido el acompañar a Christiane Brahms en su soledad, la única mujer que lo amó antes de conocerlo. Hace tiempo que piensa en escribir un réquiem a partir de textos bíblicos y ya tiene los primeros esbozos de la composición. Si la semilla del Réquiem alemán fue la muerte de Robert Schumann, el detonante de este proyecto latente durante años serán las ideas sobre la vida y la muerte propias de añorar a la madre.
Los recuerdos llevan a Johannes al día en el que conoció a Clara. La misma determinación con la que llamó a la puerta del hogar de los Schumann en septiembre de 1953 con el único escudo de una carta de recomendación de Joseph Joachim le valió para, sentado al piano, impresionar al célebre compositor sajón. Desde ese instante, Robert Schumann trató al joven Brahms como a un igual y pidió a su esposa que los acompañara en el encuentro que tanto influyó en su destino.
La sonrisa y la mirada con la que Clara tranquilizó al agitado joven despertó entre ellos una singular atracción con inmediato y profundo conocimiento del otro. Johannes al teclado interpretó obras propias y las de Beethoven como nunca lo había hecho. La presencia de Robert quedó desvanecida por el ritmo de la respiración de una Clara que no perdía la concentración al pasar las hojas de la partitura. El impulso interior que la velada despertó en Johannes colisionó desde ese día con la veneración hacia Schumann.
Brahms entra en la vida cotidiana de de los Schumann en complicidad con los hijos del matrimonio. Las horas que comparten los tres sentados al piano están salpicadas de insistentes invitaciones del matrimonio a que desarrolle su talento componiendo para orquesta. Robert Schumann lo recomienda a la editorial Breikopf para que publiquen sus partituras y decide escribir el célebre artículo en la Neue Zeitschrift für Musik de Leipzig, donde anuncia que Brahms es una realidad absoluta a los veinte años y debe considerarse en la música como el elegido, como el nuevo Mesías.
Poco después, Robert Schumann intenta suicidarse arrojándose al río Rin. Sin dudarlo, Brahms se desplaza a Düsseldorf para ayudar a Clara, en estado avanzado de gestación, a solventar las nuevas responsabilidades familiares y económicas derivadas del ingreso de su marido en el sanatorio de Endenich.
Instalado en el hogar de los Schumann, Johannes estuvo pendiente de Clara sin descanso. El hecho de tocar juntos al piano los unió aún más si cabe y la mutua complicidad derivó en un intenso amor sólo cohibido por la deplorable situación por la que pasaba Schumann. Clara anota en su diario la tranquilidad y el placer que siente con la natural presencia de Brahms, su forma de entender la música y la conmovedora constancia con la que la acompaña.
Brahms compuso las Variaciones sobre un tema de Schumann a partir de la cuarta pieza de las Bunte Blätter, donde Robert insertó el tema de Clara formado por las notas C-B-A-G#-A (CLARA). Ella no esperaba un regalo tan especial en su cumpleaños. Johannes había logrado unir sus tres existencias en dieciséis variaciones y así se lo hizo ver Clara al afirmar que ya formaba parte de ellos.
La composición fue del total agrado de Schumann, que seguramente captó el conflicto interior entre el amor de Clara y el respeto a su persona. Brahms fue a visitarlo a Endenich y pasearon hasta la estatua de Beethoven instalada en Bonn. Robert le confesó su preocupación interior por un tema personal que no tenía resuelto y volvió a insistirle sobre la necesidad de que escribiera música para orquesta.
Justo cuando Brahms estaba a punto de confesarle su amor por Clara, se quedó sin café en la taza. Tocaba ponerse en marcha tras un reparador desayuno.
(Continuará)