Alondra de la Parra, directora de orquesta mexicana. PETER RIGAUD

Brillantísima velada con una magnífica directora: Alondra de la Parra

CRÍTICA DE MÚSICA CLÁSICA ·

JAVIER ARTAZA

Sábado, 12 de marzo 2022, 11:15

En una noche estupenda y con una expectación que se vio plenamente justificada a la luz del resultado, el ciclo de grandes conciertos del Auditorio ... Regional premió [este martes] a un público entusiasta y receptivo, con un, de nuevo, concierto delicioso gracias a una impresionante orquesta alemana, la Deutsche Kammerphilharmonie de Bremen, la batuta de Alondra de la Parra y la colaboración de la violinista María Dueñas.

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Como decimos, el concierto magnífico, y para que ello sucediera, tuvieron que darse varios factores, de los que uno no desdeñable fue la elección de un programa más que atractivo que se inició con unas 'Variaciones concertantes' de Ginastera que seguro sorprendieron a quien no las conociera por la sensibilidad, poesía, y capacidad evocadora que desprenden y el virtuosismo instrumental que atesoran. Organizada al modo de breves cadencias de diferentes solistas realizando variaciones del inspirado tema inicial planteado por el violoncello y el arpa, es una obra compleja por cuanto alterna tuttis y solos (de ahí el nombre de concertante) dotándolos, sin embargo de una continuidad tímbrica (violoncello con cuerdas agudas, violas con flautas, etc) que, en ocasiones, resultó fascinante (destacando la protagonizada por el viola, con sus dramáticas dobles cuerdas modales, y la de una limpísima trompa, bucólica y expresiva). La última variación, una exultante danza, dio la medida de una dirección poderosa a cargo de Alondra de la Parra, directora de notable experiencia pese a su relativa juventud, que supo envolver con un gesto adaptable a los diversos momentos, cada expresión que la música pedía, extrayendo un equilibrio tímbrico realmente destacable.

El segundo plato de este fantástico menú lo propició una violinista granadina de 19 años recién cumplidos que apabulla con una sonoridad y una limpieza que no puede dejar de sorprender. La transmutación que realiza desde su aparente fragilidad, y la multiplicidad de matices con que salpica una madurísima lectura, todos ellos realizados con admirable limpieza, adaptándose a las demandas que una obra tan compleja como el 'Concierto de violín' de Sibelius impone, es extraordinaria. Dominadora del instrumento (un Stradivarius nada menos) y en plena conjunción con una directora siempre dueña de las diferentes necesidades planteadas, el gesto contenido y estimulante entró en ebullición en un imponente allegro final con una potencia expresiva y complicidad entre ambas que no pasó desapercibida. La propina, una versión de la primera danza de 'La vida breve' de Falla no hizo sino asentar la convicción de que la carrera de María Dueñas puede ser esplendorosa.

Y para finalizar, una fantástica 'Sinfonía nº 7' de Dvorak que, aparentemente menos inspirada que sus dos sinfonías posteriores, la 8º y la celebérrima 9º, sin embargo esconde un elevadísimo dominio de un lenguaje rico y variado, precursor de lo que vendrá, que pide del director un control del tempo y del crecimiento nada fácil de conseguir. La orquesta, referente actual de la música alemana (preferentemente Beethoven. Schumann y Brahms), brilló al son de la expresión que Alondra de la Parra dibujaba con innegable dominio, y que tuvo su punto álgido en un final que requiere de una tensión 'in crescendo' que consiguió de pleno.

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Una brillantísima velada con una magnífica directora que evidenció que domina el oficio y que, secundada por una no menos brillante orquesta, puede ofrecer riquísimos contrastes, controlando ritmos electrizantes (como el de la variación final de Ginastera) y atrayendo evocadoras sensaciones (como en el Adagio de Sibelius) sabiendo delimitar sonoridades y lenguajes en un ejercicio no necesariamente ortodoxo pero sí extraordinariamente rico.

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