Se llama Pedro Cano y no lo conocéis
El artista, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2022, muestra por vez primera 200 obras que recorren su vida en 'Inédito', que este viernes se inaugura en el Museo de Fuente Álamo
Imaginemos: estamos en una isla griega. Pedro Cano (Blanca, 1944) pinta a contraluz en una tarde irrepetible. Acaba de cesar de llover, «goteaba el cielo ... y daba la impresión de que la montaña se hundía en el mar. Parecía que se había terminado el mundo conocido y que asistía al nacimiento de un mundo nuevo», suele recordar el pintor, feliz por el privilegio de «haber podido estar allí, con mi cuaderno, para traerme conmigo toda aquella belleza».
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Pues bien, este viernes será también uno de esos días que el pintor blanqueño no olvidará. Un día de emociones, porque a las 20.00 horas se inaugura, en el Museo de Fuente Álamo, una exposición muy especial para él, que lleva preparando meses con mucho detalle. Se trata de 'Inédito', un total de doscientas obras, no vistas en público hasta el momento, que juntas invitan a un recorrido casi amistoso por los 'Orígenes' de su vocación-pasión pictórica, su 'Búsqueda' de un camino artístico donde poder desarrollarse que le condujo, desde muy joven, a formarse, y a encontrar estímulos en ambientes tan diferentes como los de Madrid, Roma y Nueva York; y el 'Desarrollo' de una carrera que le ha proporcionado grandes satisfacciones. A saber algunas: contar en su pueblo con una Fundación que lleva su nombre; que su óleo sobre lienzo 'Abrazo del Papa Juan Pablo II y el cardenal Wyszynski' se incluya en la exposición permanente de los Museos Vaticanos; formar parte del selecto grupo de académicos de la Pontificia e Insigne Academia de Bellas Artes y Letras 'dei Virtuosi al Pantheon', a la que perteneció en el siglo XVII Diego Velázquez gracias a su retrato del papa Inocencio X; o haber merecido la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2022.
Cano, que lo mismo pinta una granada recién partida que 'Las ciudades invisibles', su ambicioso proyecto inspirado en la obra homónima del escritor Italo Calvino, es también un singular 'ladrón': «Entre lo mucho que le he robado a la vida se encuentran muchas luces de lugares hermosísimos, luces que me he traído conmigo. La herencia más grande que yo tengo para mí mismo es esa cantidad de hojas de papel que yo he estado pintando en tantos sitios», reconoce.
En la noche del miércoles hablaba feliz de 'Inédito', con esa satisfacción que suele sentir cuando repasa su ya largo caminar como artista, un caminar impulsado por la curiosidad y alimentado por el placer que otorgan la libertad y el contacto con gentes muy dispares que conocen todos los rostros del dolor y del gozo. «Es muy emocionante esta exposición para mí», indica, «por todos los recuerdos tan entrañables que me traen estas obras, por todo lo que hay detrás: los sueños, la ilusión, el trabajo constante, el esfuerzo de mi madre y de mis hermanos para que yo me dedicase a la pintura, el apoyo impagable de personas como el gran Antonio López...».
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«En esta exposición están, de alguna manera, toda mi vida y toda la gente que ha sido importante para mí. Tengo la sensación de que todo lo que he hecho no ha sido en balde»
«En esta exposición están, de alguna manera», añade, «toda mi vida y toda la gente que ha sido importante para mí. ¿Nostalgia? La verdad es que la concesión de la Medalla..., que no esperaba para nada, además de darme mucha alegría me ha dado una pequeña seguridad, la sensación de que no he perdido el tiempo, de que todo lo que he hecho, lo pintado, lo vivido, no ha sido en balde». Habla con dulzura: «Que mi vida ha valido la pena porque mucha gente reconoce valor a mis obras. Encuentran en ellas belleza, o amor por la naturaleza, o defensa de la dignidad humana, o el valor que realmente tienen cosas pequeñas que, sin embargo y aunque muchas veces las ignoramos, pueden hacernos muy felices». «Es –precisa– como si tuviese claro que he hecho bien los deberes».
Colores
El pintor –«soy un 50% hombre de pueblo y otro 50% hombre de gran ciudad»; «he estado en los lugares más hermosos de la Tierra»– explica sus obras, da igual un óleo de gran formato que una humilde acuarela, como si se tratase de partes de su cuerpo, como si por ellas corriese de forma natural su sangre. «Doy cada día las gracias por ser pintor. La pintura apareció en mi vida cuando murió mi padre. La pintura también me protege, ha hecho que no me sienta solo», dice.
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Aprendió desde muy niño a tener curiosidad, algo en lo que tuvieron mucho que ver sus abuelos, que también lo eran: uno pastor –llegó a Blanca por casualidad, conoció a su abuela y se quedó a vivir allí para siempre– y el otro vendedor de frutas a África, partiendo del puerto de Cartagena, que le contaba unas historias fascinantes. Una tía suya, rememora, decía que de pequeño «en lugar de hablar dibujaba, y que mis primeras palabras fueron los colores».
Torero
De 'Inédito', Pedro Cano habla con una amplía sonrisa cuando se refiere a los dibujos de su infancia que ven la luz en esta muestra. «Cuando murió mi hermano Pepe, encontré una carpeta con unos dibujitos míos de cuando era muy niño, 6 o 7 años, que él había guardado. Incluso dibujé un torero, ¡qué pretensión la mía! [ríe]». Pasados unos años, llegado a los trece, una fotografía en blanco y negro lo muestra en el patio familiar, «de luto por la muerte de mi padre y con un pantalón negro corto», pintando rodeado de cuadros colocados por él. Un año después, una mujer llamada Amparo Benaches, de paso por Blanca, vio un cuadro suyo y se acercó a hablar con su madre para decirle que su hijo tenía que ir a la Academia de Bellas Artes.
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Fue el principio de una vida apasionante de pintor. Para conocerla, comprenderla y disfrutarla mejor, 'Inédito' podrá visitarse hasta el 30 de abril. La muestra ha contado con la coordinación de Raquel Vázquez-Dodero, la producción del Ayuntamiento de Fuente Álamo, que lidera la alcaldesa Juana Martínez García; y la colaboración del diseñador José Luis Montero al frente de un catálogo que incluye una detallada biografía del artista escrita con precisión por María González.
Un día le preguntaron a Pedro Cano: '¿Es usted además de pintor un intelectual'? Lo recuerda de nuevo entre risas: «¿Intelectual? Mi padre y mi madre vendían pescado en Blanca. Yo no me olvido de que nací debajo de la Peña Negra. No, no quiero yo ser un intelectual. Me conformo con poder darle a la gente algún momento de felicidad con mi pintura. Yo pinto, nada más. Y con la misma pasión de siempre».
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En 'Inédito' pude disfrutarse de un 'dibujito' suyo de un pescado bajo el agua. «Mi madre me tenía prohibido que cogiese los cuchillos del pescado cuando echaba una mano en la pescadería familiar. Yo no lo cortaba, pero tenía gracia para venderlo [risas]», cuenta. Su hermano Jesús lo escucha con la misma admiración de siempre, con el mismo cariño de siempre. En la calle ha declarado la guerra el frío.
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