Samanta Schweblin: «Tener a alguien frente a frente implica un gasto extra de energía»
La autora abre hoy los encuentros del Premio Mandarache con 'Kentukis', novela en la que aborda la relación del ser humano con la tecnología
Un kentuki es un dispositivo tecnológico, cuenta Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), en su novela de nombre homónimo, con forma de mascota. Puede parecer un ... perro, un búho, un topo o cualquier otro animal al que su cuidador dedica tiempo y concede afecto, pero no lo es. No experimenta emociones, ni siquiera es capaz de desarrollarlas, pero sí de reconocerlas a través de una cámara instalada en el lugar de sus ojos. Escuchan, se mueven y observan, y a ellos sus dueños les han confiado sus vidas. 'Kentukis' es la novela que Schweblin, nominada en dos ocasiones al premio Man Booker por 'Distancia de rescate' y 'Pájaros en la boca', presenta hoy ante seiscientos alumnos participantes en la actual edición del Premio Mandarache de Cartagena, con los que charlará acerca de tecnología y relaciones humanas. Por la tarde, a las 19.30 horas, mantendrá un encuentro abierto al público en el Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia.
Conviene saber
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Qué Encuentro con la escritora Samanta Schweblin.
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Dónde y cuándo Aula de Cultura de la Fundación Cajamurcia, en Cartagena. Hoy, a las 19.30 horas. Entrada libre.
-¿A qué impulso responde 'Kentukis'?, ¿qué le empujó a adentrarse en esta ficción?
-Sentía mucha curiosidad por el impacto del uso de drones sobre la ciudad de Buenos Aires: cómo de un momento para otro fue posible, para un ciudadano corriente, ver su ciudad desde un lugar desde el que nunca antes le había sido permitido, y la cantidad enorme de problemas legales que esto disparó enseguida. Pensaba en todas las consecuencias que esto tiene, los límites de la intimidad, y también la sospecha de que todo lo que nos es vedado oculta muchas veces injusticias, desigualdades, abusos de poder. Me preguntaba: '¿Qué hay donde no nos dejan ver?'. Y también pensé mucho en los problemas que nos traen las redes sociales y algunos otros dispositivos de comunicación.
«Ocultos tras la tecnología a veces arriesgamos mucho más de lo que deberíamos; nos sentimos más valientes»
-Sus 'Kentukis' recuerdan a los asistentes virtuales. Su ficción no es tan descabellada. A usted, ¿la interacción constante del ser humano con la tecnología, qué le sugiere?
-En 'Kentukis' intento ir un poco más allá de esa interacción humano-tecnología. De hecho, lo que hace diferente a un kentuki de cualquier otro dispositivo que circula por el 'living' de una casa, es que no se trata de un robot, sino de otro ser humano. Es otro ciudadano de este mundo quien comanda ese dispositivo desde algún otro lugar. Lo que me interesa no es tanto la tecnología, sino en qué nos convertimos cuando nos ocultamos detrás de la tecnología.
-Como sociedad, ¿cree que erramos, o que acertamos, al intentar humanizarla?
-La tecnología no es buena ni mala. Es un reflejo de lo que somos. Ocultos tras ella a veces arriesgamos mucho más de lo que deberíamos, para bien o para mal nos sentimos más valientes, o más sinceros, o más perversos, como si, sin mediar el cuerpo, nos transformáramos un poco en otros.
-¿Un 'smartphone' es un kentuki en potencia? Lo llevamos siempre con nosotros, tiene acceso a todos nuestros datos y, a veces, charlamos con él o a través de él más que, físicamente, con quienes tenemos alrededor.
-Por supuesto, lo es. Una de las cosas que intenté hacer con la idea del kentuki es desprenderme del problema de convocar ciertos dispositivos (el 'smartphone', la computadora), o 'apps' (Whatsapp, Skype), o redes sociales. Y en su lugar, unificar toda la problemática de la tecnología en un solo objeto, en algo más simbólico. Porque el foco de la novela no está puesto en la tecnología, sino en el modo en el que nos relacionamos a través de ella.
-¿Por qué cree que, en muchos casos, preferimos una charla a distancia que frente a frente, o por qué pasamos horas observando a través de una pantalla la vida de gente a la que nunca llamaríamos para pedir consejo?
-'Vouyerismo', curiosidad, soledad, la sensación de que estamos 'paseando' y 'haciendo cosas' sin movernos en realidad del sillón; la sensación de que uno está 'informándose' cuando en realidad la importantísima elección de 'desde qué fuentes leemos las noticias' las está tomando un algoritmo, son todo comodidades fáciles y engañosas. Es una gran trampa, lo que no quita que estas mismas redes no puedan usarse también con astucia. Pero para responder a tu pregunta, creo que tener a alguien frente a frente implica una confrontación más fuerte, un gasto extra de energía y una disposición a escuchar al otro mucho más agotadora. Aunque esa conversación luego pueda llevarnos a lugares mucho más auténticos, o interesantes.
-Además de abordar el pulso tecnológico, ¿qué más trata de poner su libro de relieve?
-Las relaciones humanas, el problema del lenguaje, la incomunicación, la soledad, el deseo, los prejuicios...
Curiosidad
-¿Qué ha descubierto con su escritura o a qué nueva reflexión le ha llevado la redacción de esta novela?
-Quizá, que vivimos en un mundo hipertecnologizado en el que nos movemos con absoluta naturalidad, en el que nada nos parece extraño ni extraordinario, pero, cuando ese mismo mundo lo llevamos a la ficción, hay algo que todavía no logramos terminar de aceptar. Es decir, aceptamos ese mundo hipertecnologizado, pero cuando lo leemos en los libros, todavía lo nombramos como 'ciencia ficción' o 'literatura tech'. Creo que todavía no nos hemos dado tiempo para pensar la tecnología con más conciencia, para marcar sus límites morales, éticos, legales; los límites de qué es privado y qué no, y hasta las propias intuiciones de hasta dónde podemos hacer daño en estos medios si no los conocemos del todo.
-Es finalista de la actual edición del Premio Mandarache. Que su libro haya sido o vaya a ser escrutado por cientos de jóvenes con la tarea de valorarlo y juzgarlo, ¿qué inquietudes le genera?
-Me parece que no puede haber mejor jurado, de verdad: despojado de los prejuicios del mercado, entregado a los miedos, las pulsiones y las sensaciones que los propios textos les generen; de hecho, tengo mucha curiosidad por conocerlos.
-En manos de un adolescente como los que forman parte de este jurado, ¿qué puede suponer 'Kentukis'?, ¿cómo de reveladora puede ser para ellos esta lectura?
-Bueno, eso es exactamente lo que tanta curiosidad me da. La vida hipertecnologizada, el problema de las redes sociales, la incomunicación, el deseo, la soledad; intuyo que son temas muy sensibles para esta nueva generación, y estoy ansiosa por descubrir sus propias lecturas, entender qué mirada tienen sobre todo esto que mi generación, en particular, todavía intenta entender y asimilar.
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