No sabemos vivir

La trama se centra en las derrotas cotidianas del narrador, un hombre despojado de toda posibilidad de triunfo. Ha fracaso en el amor, arrastra varios naufragios familiares, convive con el peso de no encauzar una vida normal, siempre a medio camino de la tragedia, en un trabajo que detesta. No hay cuestiones morales en la piel de los personajes, sino que asumen la catástrofe de vivir sin remedio. Hombres y mujeres cansados del mundo que les ha tocado y que desarrollan una especie de supervivencia que sirve al lector como aviso.

La novela adquiere tintes existenciales que recuerdan a Andrés Hurtado, el personaje que inmortalizó Baroja caminando por una España en crisis en 'El árbol de la ciencia'. Mucho de eso tiene el abogado sin pasión que ha creado Álvaro Gálvez, huyendo de un Madrid demasiado grande para un espíritu tan pequeño, refugiado en Córdoba, laberinto de sus recuerdos más crueles donde no es fácil hallar la salida. Durante la sucesión de escenas, escrita con una prosa medida, grave, sin renunciar al sarcasmo, este antihéroe reprime una violencia interior que se palpa en el ambiente, que va forjando los problemas futuros y marcando el devenir de los acontecimientos.

Hay crítica social en 'No sabéis vivir', pero de un tono bajo, casi apagado, como si el escritor desnudase, sin pretensiones moralistas, una generación de jóvenes que debe conformarse con un trabajo que no le gusta, un amor que no ama, una vida que no se corresponde con la suya. Fantasmas que se tocan por calles desangeladas y frías, sin esperanza, en una época donde todo contribuye a la felicidad artificial. La vida y la muerte se encuentran sobre un escenario nihilista que no renuncia a la belleza. No sabemos vivir, parece que nos grita el narrador. Es un aviso. Una historia para aprender a disfrutar, a pesar de todo.