Pascual García: «Hay gente que no sabe ni quiere saber de los dones que hay en la luz»
El poeta presenta hoy en el Hemiciclo de Letras de la UMU 'Lo que me entregaste', un canto a las pequeñas felicidades
«Sin entrar en detalles, estoy bien. Y muy feliz, eso sí, con Mariloli». Pascual García (Moratalla, 1962) comparte la felicidad suprema con la primera ... novia de infancia, reunidos con el tiempo y ya inseparables, en 'Lo que me entregaste' (Ediciones Vitruvio, 2025), su último poemario, que presenta este miércoles con el editor Pablo Méndez y la catedrática Ana Cárceles, en el Hemiciclo de la Facultad de Letras de la UMU, a las 19 horas. Va a ser un acto muy emocionante para Pascual García, quien seguramente recitará 'Fechas de hedor y epidemia', el poema donde dice: «Ahora que ya no nos moriremos / te quiero más entre mis brazos, duerme / con mi calor y no dejes nunca de besarme / que yo te busco cada noche y velo / tu sueño perfumado, el incendio de tu piel / de nácar, la caricia de tus manos / en mi espalda como un rito del día / que se aleja de los días pasados y nos conduce a la intemperie». Lo mejor de la vida parece eso: un amor de verdad. «El poeta», reflexiona, «es el que salva el mundo. Es el que dedica todo su día a componer y formar el mundo y la vida, y eso tiene mucha importancia. Y no se le da importancia porque se piensa que es folclórico, informal, obvio...».
–¿Qué tal?
–Bien, bien. ¿Y tú? Te veo sonriente. ¿Y los amores? ¿también bien?
–Bueno, no sé qué decir...
–Pues te diré una cosa. El corazón es el bien más preciado que tenemos. Mi corazón late vivamente. Yo he tenido la enorme suerte, como tuvo Lope de Vega con la última mujer de su vida, Marta de Nevares, de tener hoy a mi lado a una mujer excepcional. ¡Mariloli es mi Marta de Nevares!
–Es colaborador y articulista de LA VERDAD, ya que el mundo del periodismo siempre le atrajo.
–Yo empecé queriendo ser periodista. Antes de la mayoría de edad yo quería estudiar Periodismo, pero entonces en Murcia no se podía, y había que ir a Madrid o a Barcelona. Y como mi familia era bastante pobre, mis padres tenían una economía muy ajustada, yo al final opté por una alternativa que se pareciera algo, que era Filología. Luego me di cuenta de que estudiar Periodismo era una ruina, porque los periodistas trabajáis mucho y ganáis poco. Yo soñaba con estar cerca de las palabras, cerca de los lugares donde se escribían columnas, artículos, entrevistas... ese mundo del periódico me fascinaba. Pero yo no sé si como periodista me habría ganado la vida. Creo que acerté apostando por la Filología. [Pascual García es catedrático de Lengua y Literatura Española en el IES Alfonso X El Sabio de Murcia y fue once años profesor asociado de la UMU].
–¿Sus padres le dieron valor a sus estudios? ¿Le animaron?
–Yo soy de una época y de una familia en la que estudiar, así, en intransitivo, era ya un premio. Estaban los que estudiaban y los que no, y mis padres sí que le daban mucho valor a los estudios. Yo he visto deteriorarse esa valorización de la cultura. Ahora le llaman «titulitis», pero en mi época tener estudios era la hostia. Mis padres querían que yo me sacara el título para que pudiera defenderme en la vida. Porque mis padres, como todos los de su condición, clase y estudios, habían tenido problemas, y podían engañarlos.
–¿De qué nos defienden las palabras? Porque hay gente que las utiliza con malas intenciones.
–Las palabras son instrumentos para conseguir la luz. Y para salvarse. Las palabras son salvación. Claro que se pueden utilizar para lo contrario, para condenar. Hoy todos los estudiantes estudian para algo, con un fin muy concreto. El verbo estudiar empezó a ser transitivo hace mucho tiempo. Hay una categorización de carreras, a las que entras por una nota y que te pueden dar un estatus u otro. Pero en mi época el verbo estudiar era intransitivo, y el que estudiaba era el que valía. El que no estudiaba tenía que ponerse a trabajar, y en mi pueblo más aún.
«Lo que más nos puede herir son las palabras. Y lo que hiere queda en la memoria. Enseguida pierden su sentido, las recuerdas de otra manera... Cuántas palabras nos han perseguido desde la infancia como si fueran fantasmas...»
–¿Para qué ha sido usted válido?
–Como decía Fernando Fernán Gómez, «para ser rentista» (ríe como un niño). Yo creo que soy válido para disfrutar de la vida.
–Hay mucha gente que no sabe disfrutar de la vida.
–Ni sabe ni quiere saber de los dones que hay en la luz. Yo todo eso lo siento. Y lo expreso, y lo escribo, por supuesto. Estos poemas últimos son de celebración de la vida. Yo creo que soy un poeta hímnico, celebrativo, aunque es verdad que también lo he pasado mal en algunos momentos. Sé lo que significa pasarlo mal.
–Cómo recuerda ese época mala.
–Fue antes de que llegara Mariloli a mi vida, tengo una serie de libros que son oscuros...
–Es que es muy difícil hacer de la propia vida una obra de arte. Mover la pieza también implica descubrir sus imperfecciones...
–Partimos de la oscuridad para llegar a la luz, me parece que vamos buscando la luz. Y partimos de la elegía, la parte negativa y triste, para alcanzar el himno, el canto de la vida. En mi obra está así: 'El intruso' era una obra muy triste. También 'Todos los días amor'. Los primeros poemarios tenían ese punto oscuro. Libro a libro y, sobre todo, cuando viene Mariloli a mi vida, también me doy cuenta de que se puede escribir sobre el bien, sobre la felicidad y sobre la luz. 'Siempre es domingo' es una buena prueba.
–Cuando ve una película con final feliz, ¿qué le da por pensar?
–Es que hay muy pocas películas con final feliz que sean buenas. Parece que tienen que tener un final triste, duro, dramático... Creo que es más difícil escribir sobre la felicidad que sobre la tristeza.
–Lo último que le sorprendió.
–Mi hijo me dijo hace poco una cosa que me gustó mucho: 'Papá, tú habrías sido un buen actor'. Porque tienes cara de malo, y cuando te pones serio eres muy duro. Fíjate lo que piensan los hijos de los padres. Yo estoy muy orgulloso de mis hijos. Mi hija es enfermera, vive en Galicia; mi hijo es músico.
–¿Con qué se puede hacer más daño?
–Con las palabras. Porque es lo que queda en la memoria, lo que hiere. Enseguida pierden su sentido, y las recuerdas de otra manera... Cuántas palabras nos han perseguido desde nuestra infancia como si fueran fantasmas...
–¿Por qué no le dedica 'Lo que me entregaste' a nadie?
–Eso que me entregaste, el sujeto, evidentemente, es el amor de mi vida. No se lo dedico a nadie porque es obvio. Es una continuación de 'Siempre es domingo', y está claro en quién he pensado.
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