Esos pájaros terribles, ese grito pavoroso

Tres Fronteras edita 'El crimen y su proyección en la cultura', cuya edición a cargo de Rafael Balanzá recoge ensayos sobre el tema de diversos expertos murcianos

Lunes, 5 de julio 2021, 02:06

Recuerda con acierto el escritor Rafael Balanzá –nacido en Alicante en 1969 y residente en Murcia desde 1986– que «sir Alfred Hitchcock, cuando le ... mencionaban asuntos tales como el realismo y la verosimilitud, decía que para aburrirnos con ordinarias trivialidades ya teníamos la vida cotidiana, y que el cine podía y debía ser otra cosa». ¡Y tanto que en su caso lo fue! Ahí tenemos, siempre y por siempre, su extensa filmografía, que Balanzá describe «plagada de robos, complots, conspiraciones, suplantaciones, homicidios, asesinatos, secuestros, apuñalamientos con tijeras, estrangulaciones con corbatas» y –¡ah!, ¿cómo olvidarlo!– «cuchilladas inolvidables que dejan profundas e indelebles marcas de látigo en nuestros tímpanos inocentes». Hablamos de 'Psicosis' (1963), la película que consigue que después de verla que resulte imposible darse una ducha relajante.

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El libro

  • Título: 'El crimen y su proyección en la cultura'. (Ensayos).

  • Edición: Rafael Balanzá.

  • Editorial: Tres Fronteras (Consejería de Cultura. Murcia).

Balanzá habla de Hitchcock a propósito de la publicación, en Tres Fronteras Ediciones, del volumen de ensayos 'El crimen y su proyección en la cultura', de cuya edición él se ha encargado y en el que se recogen las ponencias debatidas en julio de 2019 en el marco del curso de la Universidad del Mar titulado como la publicación a la que hora ha dado lugar. El volumen reúne «una variada gama de aproximaciones al enjundioso asunto de la relación del mal y la transgresión con la cultura y el arte». No hay duda sobre ello: «Desde la narración del asesinato de Abel a manos de su rencoroso hermano Caín hasta los sangrientos ajustes de cuentas del bizarro cine de Quentin Tarantino, pasando por la tragedia ática o el drama shakesperiano, el delito ha sido a lo largo de la historia una inagotable fuente de inspiración para artistas y creadores de las más diversas disciplinas».

Balanzá defiende entusiasta que Hitchcock tenía razón, porque «el crimen nos interesa y nos divierte»

Balanzá defiende que Hitchcock tenía razón, porque «el crimen nos interesa y nos divierte». «Se trata», argumenta el autor de novelas como 'Los asesinos lentos' y 'Recado a un muerto', ambas editadas por Siruela, «de una inclinación cuyas secretas fuentes habría que rastrear en el inconsciente, y hasta ellas se remontó el doctor Sigmun Freud». Balanzá cita otro filme del maestro del suspense, 'La ventana indiscreta' (1954), en la que «cuando una simpática y ya añosa asistenta especula sobre la posibilidad de un cadáver de mujer descuartizado en la bañera de un apartamento muy próximo, consigue que al bueno de James Stewart se le atragante la sopa». Y en ese preciso momento «todos somos él». Hitchcock lo sabe, por supuesto, «y explota con sabiduría de genio (maligno) todos los resortes de nuestra compasión y de nuestra crueldad, todos los mecanismos del miedo, así como la inclinación morbosa hacia la sangre, para arrastrarnos a las habitaciones cerradas de la psique; esas mismas que los surrealistas querían abrir a toda costa, despertando en medio de sólidos y peligrosos sueños, y descubriendo la cara oculta, a menudo horrorosa, de la realidad».

«La curiosidad insana la compartimos, en una u otra medida, casi todos los seres humanos»

No nos engañemos, propone Balanzá, «la curiosidad insana la compartimos, en una u otra medida, casi todos los seres humanos». «Se trata», explica, «de la atracción del vacío y de la seducción de lo horrible; el canto de sirena de lo prohibido, la voluntad de transgresión que empieza ya a gestarse en la imaginación infantil: esa extraña necesidad de mirar y de no mirar al mismo tiempo, cuando algo nos repugna o nos asusta, esa irresistible tentación de abrir los ojos dolorosamente y escudriñar a través de las rendijas de los dedos de nuestras propias manos protectoras para presenciar aquello a lo que, por otra parte, quisiéramos permanecer ajenos».

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«El libro viaja del cómic hasta el cine, desde la pintura hasta la literatura policíaca clásica o el refinado 'pulp' japonés»

«En 'El crimen y su proyección en la cultura' encontrará el lector una rigurosa y a menudo sorprendente aproximación a la temática criminal plasmada en las artes más diversas», indica Balanzá, quien añade: «Desde el cómic hasta el cine, desde la pintura hasta la literatura policíaca clásica o el refinado 'pulp' japonés, inserto en el cañamazo de una cultura de incomparable sensualidad e intraducible cortesía milenaria». Y los enfoques «son tan diversos como el perfil de los autores, y abarcan desde la filosofía hasta el derecho penal, sin olvidar la criminología y la estética». Ellos son los autores: Francisco Giménez Gracia, José Neftalí Nicolás García, Rafael Rabadán Anta, Inmaculada Olmos Rubio, Balder Muñoz Gómez, Cristóbal Terrer Mota, Paola Ortega Sarvisé, Víctor Javier Navarro Iñíguez, y el propio Rafael Balanzá, quien en su ensayo titulado 'La novela negra, de lo lúdico a lo ético', recuerda que Fiodor Dostoievski «hace decir a un extraño visitante de su atribulada y torturada criatura Iván Karamazov, en una noche de fiebre, algo que ha sobrecogido a varias generaciones de lectores. El conocido 'dictum' reza así; 'Si Dios no existe, todo está permitido'».

En 'La familia de Pascual Duarte' leemos: «Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo»

Confesión

En 'La familia de Pascual Duarte', de Camilo José Cela, su criminal protagonista, que para nada parece estar bendecido por Dios, evoca en la confesión que leemos en el primer párrafo de la obra, como destaca Rabadán Anta en su ensayo recogido en el libro de Tres Fronteras, «la vieja reflexión sobre la genealogía del mal y la volubilidad de la existencia: 'Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes hacia el mismo fin: la muerte'».

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