Laura Freixas: «Es preciso que exista una censura social, yo no me iría de copas con un maltratador»
Presenta este miércoles en Murcia, en el café Ítaca, la cuarta entrega de sus diarios, 'A todos nos falta algo'
Escritora, ensayista, activista feminista, agitadora intelectual y mujer que, de habitar en el cuadro 'Un bar de las Folies Bergère', de Eduard Manet, no permitiría ... que ningún gracioso se propasase chulesco, o grotesco, acabando con vivir la fiesta en paz, Laura Freixas (Barcelona, 1958), presenta este miércoles en Murcia su nuevo libro, 'A todos nos falta algo' (editado por Tres hermanas). La cita, a las 19.00 horas, en el café Ítaca. Este jueves, además, participará, en el Cendeac, en el seminario 'Feminismo y cancelación', que coordinan Cristina Guirao y Rosa M. Rodríguez Magda. Sí, procura que en su casa no falten algunos lirios dando la bienvenida.
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–¿Qué cuenta usted en 'A todos nos falta algo'?
–Se trata de la cuarta entrega de de mis diarios, que empecé a publicar a partir de 1991. 'A todos nos falta algo' lo escribí entre el 2000 y el 2002. Por una parte, hablo de mi deseo de convertirme en escritora, de cómo se escribe un libro, de cómo funciona el mundo literario...; y, por otro, voy contando mis deseos, tenía ya una hija, de tener otro hijo, la frustración que te genera no poder tenerlo...; finalmente, mi marido y yo viajamos a Rusia para adoptar a un niño.
–¿Qué más temas aborda?
–El de la crisis de pareja; mi marido tuvo una oferta de trabajo en Estados Unidos y estuvimos dudando muchísimo si irnos allí o no. Y también está latente el tema de que ya me había convertido en una persona mayor, tenía más de 40 años, era madre, nos estábamos comprando una casa y pagando la hipoteca y llevábamos una vida rutinaria.
–¿Qué se preguntaba?
–Por un lado, ¿qué es eso de ser mayor? Y como notaba que me faltaba algo, pero no sabía qué –de ahí el titulo del libro–, también me preguntaba ¿qué me falta?, porque no era feliz y en teoría lo tenía todo para serlo. Pensaba que a lo mejor era cosa de la edad, que el aburrimiento era inevitable, que podría estar pasando la crisis de los 40...
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«Criticar una obra de arte no te convierte en Torquemada»
–¿Y qué descubrió un día que le faltaba?
–Lo que descubrí es que me sobraba mi marido, del que acabé divorciándome. Yo estuve muy enamorada, fui muy feliz, pero otra cosa era todo el sistema de valores que ese marido estaba desplegando. Empecé a darme cuenta de que entre nosotros crecía la diferencia de valores y objetivos en la vida. Él se fue afianzando profesionalmente y le empezaron a interesar cada vez más el éxito, el dinero y llevar una vida como muy convencional.
–¿Y usted qué quería?
–Otra vida con otro tipo de valores; me importaban más las relaciones personales y la creación de una obra que me satisficiera y..., bueno, todo eso terminó llevándonos al divorcio. Y no me divorcié sólo del marido, sino de toda una manera de vivir muy convencional. Yo digo que en esa época fui una maruja de lujo, algo que no me pegaba nada, no me reconocía en ese papel de ama de casa al que le dedicaba mucho tiempo y energía; ama de casa y madre. A cambio, mi marido ganaba mucho dinero, pero eso tampoco era lo que yo quería, ese era su objetivo.
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«El feminismo está acorralado entre la derecha y una supuesta izquierda»
–¿En qué momento se encuentra la lucha feminista?
–Creo que estamos en un punto complicado, difícil y tramposo; por una parte, el feminismo se encuentra con la reacción y amenaza de la derecha, de una derecha reacia a la igualdad y que quiere volver atrás. [Isabel Díaz] Ayuso hablaba el otro día de los derechos de los hombres y de sus problemas, y se preguntaba que cuándo se celebraría el día del hombre, como si los hombres sufrieran los mismos problemas de brecha salarial, de violencia, de acoso sexual, de asesinatos, etcétera, que sufren las mujeres; o sea, como si fuera una cosa caprichosa esto de celebrar un día de la mujer.
Bandera
–¿Y por otro lado?
–Tenemos otro problema: una supuesta izquierda y un supuesto feminismo que se quieren apropiar de la bandera del feminismo porque es una bandera que tiene muchísimo poder de convocatoria y mucho prestigio, digamos, moral; nadie discute ya que tenga que haber igualdad. Muchos movimientos, partidos, sindicatos, etcétera, se quieren apropiar de esa bandera con todo lo que conlleva, pero llenándola de un significado que es no sólo distinto, sino a veces opuesto claramente a los fines que son los que ha tenido siempre el feminismo, como, por ejemplo, la abolición de los estereotipos de género o la abolición de la prostitución.
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–¿Y qué propone hacer?
–Siempre han sido fines del feminismo y, sin embargo, ahora hay quienes quieren resignificar la prostitución o resignificar la sexualización de las mujeres, devolvernos a situaciones y roles que nos oprimen, pero cambiándoles el nombre, resignificándolos como quieren resignificar la palabra zorra o, bueno, pretendiendo darles un nuevo sentido emancipador a cosas que son opresoras. Entonces, creo que las feministas tenemos que explicar claramente cuál es nuestra agenda y que no se confunda con otras agendas. Y eso es muy difícil, porque además la derecha no distingue y se lo quiere cargar todo.
–'Zorra' es la canción que representará a España en el Festival de Eurovisión.
–Es insultante y reductor para las mujeres, eso no contribuye en nada a la emancipación de las mujeres. Por otro lado, es una vulgaridad y una cosa muy cutre que tiene todo el derecho a existir, sí, pero otra cosa es que tengamos que pagarla con nuestros impuestos y aceptar que represente a la sociedad española. 'Zorra' es una canción contraria a la definición que la sociedad española tiene de sí misma como un país igualitario.
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«'Zorra' es una vulgaridad que tiene derecho a existir, sí, pero otra cosa es que tengamos que aceptar que represente a la sociedad española»
–¿Qué tiene claro?
–Que simplemente atacándonos, descalificándonos y criticándonos unos a otros no avanzamos. De lo que se trata es de intentar superar la desigualdad y las injusticias.
–¿Cuál es su posición frente a la cada vez más vigente cultura de la cancelación?
–Tener una respuesta fácil es muy complicado. Lo que pienso es que, primero, hay que distinguir a quién estás cancelando e intentando cancelar. O sea, no es lo mismo, por ejemplo, cancelar a alguien por sus opiniones políticas, porque ha escrito, porque ha tuiteado, porque ha dicho, etcétera, que cancelar a un asesino que quiere actuar en un festival tras salir de la cárcel, que significa, lo queramos o no, una especie de homenaje social [pone como ejemplo al cantante de rock Bertrand Cantat, que acabó con la vida de su compañera, la actriz Marie Trintignant, a causa de la brutal paliza que le propinó]. Y en cuanto a los actos de cancelación, también creo que, en el marco de esta actual mentalidad simplista, maniquea y polarizadora, mucha gente cree que, por ejemplo, sólo el hecho de criticar una obra de arte te convierte en Torquemada. Parece que solamente hay dos actitudes posibles: o quieres quemar, destruir, derribar, etcétera, o te arrodillas ante cualquier cosa que se llame arte y cultura y no le haces la menor crítica. Mi postura siempre ha sido la de la crítica y el debate.
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Abusos
–Conocidas las denuncias públicas de varias mujeres contra Carlos Vermut, ¿usted dejará de ver sus películas?
–Sí, yo tomo la decisión de no ver sus películas. La presunción de inocencia existe, pero es algo que se aplica a los juicios penales, que deben realizarse con todas las garantías.
Ahora bien, también creo que es necesario que exista una censura social. Yo no me iría de copas con un asesino, ni con un maltratador, esa es mi elección. El problema con este tipo de abusos a mujeres es que, así como esta sociedad patriarcal siempre ha castigado al que roba un bolso de un tirón, ha cerrado los ojos ante muchas prácticas de abuso sexual que no son necesariamente una violación en un callejón. Lo estamos viendo también con la pedofilia en la iglesia. Sabemos que ha habido miles de casos de pedofilia y también miles de casos de abuso sexual que han sido silenciados.
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