
Un endiablado juego literario
'Primera Enciclopedia de Tlön' bucea en las entrañas mismas del pensamiento humano, en el desván semiolvidado de la ficción
Antonio Ortega
Crítico literario
Jueves, 17 de abril 2025, 00:02
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Antonio Ortega
Crítico literario
Jueves, 17 de abril 2025, 00:02
La primera vez que leí un cuento del escritor argentino Jorge Luis Borges fue en el año 1980 en la Universidad de Granada por recomendación ... del inolvidable profesor Juan Carlos Rodríguez, autor –junto al también profesor Álvaro Salvador– de una necesaria 'Introducción al estudio de la Literatura Hispanoamericana'. Se trataba del relato 'Pierre Mernard, autor del Quijote', publicado por Borges en el año 1939 en la revista bonaerense Sur y posteriormente en el libro 'Ficciones' de 1944. En ese cuento, afirma que un desconocido escritor llamado Pierre Menard había reescrito en pleno siglo XX los capítulos 9 y 38 y una parte del 22 de la primera parte del Quijote sin cambiar una coma, exactamente iguales. Su tesis sobre el cuento se sustentaba en la posibilidad real de que dos escritores escribiesen el mismo libro. Desde entonces comprendí que la literatura puede generar realidades jugando con las palabras, de tal forma que la línea difusa entre ficción y realidad está marcada por una simple coma o una palabra justa.
Por la misma época, Borges le dijo a su amigo Rodolfo Bioy Casares en una de sus charlas que había encontrado en una reimpresión inencontrable de 1902 de la Enciclopedia Británica un artículo sobre Uqbar, que rezaba así: «Los espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los hombres». Pues bien, la primera frase del cuento de Borges titulado 'Tlön, Uqbar, Orbis Tertius' dice: «Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar». Esto es, si la primera podemos traducirla como la multiplicación hasta el caos de los hombres y de la realidad, haciendo insostenible el mundo como lo conocemos, la segunda modifica la anterior incorporando la pretendida taxonomía de que todos los libros son el mismo libro y todos los escritores pueden escribir idénticos textos, porque la palabra pertenece a todos y domina el conocimiento del mundo, ¿qué son si no los bulos o las 'fake news'?
Si Tlon es un planeta imaginario con una geografía, unas costumbres y un pensamiento avanzado donde importan más las ideas y el lenguaje que la realidad –ah, los tigres transparentes–, y Uqbar es un país de ese planeta en el que una supuesta sociedad secreta llamada Orbis Tertius promueve la escritura de una enciclopedia del mundo inventado con la aportación de los escritores de sucesivas generaciones y capaz de sustituir la realidad de la Tierra y convertir el mundo en Tlon, el descubrimiento de Borges y su amigo Bioy Casares permite a Jorge Volpi (México, 1968) aprovechar su metáfora y componer un nuevo tomo, el XI, de esa enciclopedia a la que titula 'Primera Enciclopedia de Tlön', esto es, el volumen que les reseño.
'Primera Enciclopedia de Tlön' es un juego, lector, un endiablado juego literario que bucea en las entrañas mismas del pensamiento humano, en el desván semiolvidado de la ficción. Allí se ha congregado una tropa de jóvenes escritores hispanoamericanos, incluida una española, 19 en total, llamados por el escritor mexicano, que han osado coger el testigo que dejó Borges en su cuento arriba anotado, e iniciar una investigación imaginaria que contribuya a configurar el universo infinito de Tlön.
Todos tienen muy en cuenta que Borges dijo que encontró en un hotel de Adrogué la Enciclopedia de Tlön; volumen XI, del que da testimonio en el cuento de 'Tlön, Uqbar, Orbis Tertius', ese país imaginario con mitologías, lenguas, emperadores, mares, pájaros, peces y metafísica. Pues ellos se ponen manos a la obra y eligen una entrada de la enciclopedia –Hlamur, Hlaer, Jangr, Intro, Innons...– a partir de la cual dan rienda suelta a su imaginación.
Luis Lezama Bárcenas relata la conquista de Uqbar por siete soldados desnudos, Irene Reyes-Noguerol recibe una carta que le demuestra que cada ser es el comienzo y el final del lenguaje, María Pía Escobar se adentra en el mundo de Borges y Kafka porque sabe mirar a los ojos, Gonzalo Baz alucina con los supuestos manuscritos de le Enciclopedia en los que se aprecian los mismos planos en un edificio en Bucarest y un refugio en Montevideo, Rodrigo Fuentes encuentra la pulsera perdida, Fátima Villalta descubre una antología de la literatura fantástica y realiza una controvertida afirmación borgiana, «todo aquel que escribe una línea de Shakespeare, es Shakespeare». Leonardo Mendoza Rivero encuentran con la ayuda de Bajtin y su estudio de los cronotopos las arduas noches lúgubres de Mari y Luis investigando un deíctico, un humilde 'tú', Gabriel Mamani Magne cita el libro de Szabo que nadie es capaz de recordar, Natalia García Freire reconoce que la historia de su vida está escrita desde 1902, Paulina Flores nos convence de que Emilie sabe el destino de su vida, Scarlet Shirley Sánchez se detiene en la figura de Ilbior, oscuro paladín de los espejos, Michelle Recinos desfigura los espejos con ayuda de los 'innons' para convertir Tlön en un mundo divertido –Valle-Inclán en el callejón del Gato–, Alejandra Marín revela que la enciclopedia está organizada para ensamblar un texto a un lector único, Lorena Salazar Masso compara el peso del cuerpo y el del pensamiento, Andrea Chapela apunta a que los seguidores de Tlön padecen una enfermedad que denomina irrealidad, Miluska Benavides ha visto desde su ventana la montaña perdida de la enciclopedia, Nicolle Almanzora consigue poner fechas a los años reales y los años que desaparecen y, por último, Dainerys Machado cree que ha encontrado al elegido para salvar el mundo.
Si la historia se reescribe con entradas en una gran enciclopedia, podemos empezar a considerar el devenir del tiempo en cajas superpuestas no sucesivas, en cuyo caso erraríamos seriamente al considerar los hechos históricos como imágenes sin causa ni efecto, ajenos unos de otros. Eso está cerca de reinventar la historia, peligro. Es mejor dejar la ficción para Borges, Bioy Casares, Jorge Volpi y sus millones de seguidores tlönianos.
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