Antonio Moreno: «Toda biblioteca, bien vista, es algo que te admira, es un lugar de asombros»
«Todos tenemos nuestra memoria, y la memoria heredada», recuerda el autor alicantino, autor de 'El viaje de las bibliotecas', editado por Newcastle
Antonio Moreno (Alicante, 1964) es el autor fetiche del editor Javier Castro Flórez, de la editorial Newcastle, fundada en Murcia. Cinco libros ha publicado ya ... con él: 'No lejos', 'El sueño de los vencejos', 'Visita de Año Nuevo', 'Retratos incompletos' y, el más reciente, 'El viaje de las bibliotecas'. Según Castro Flórez, «es un libro precioso en el que recorre las bibliotecas públicas de 12 pueblos y ciudades cercanos a Elche, donde vive». También publicó un viaje a pie por Extremadura, 'Estar no estando', que salió en Pre-Textos, y en Renacimiento apareció su amplia producción poética y sus textos de crítica literaria. «Javier Castro se ha mostrado tan receptivo y tan incondicional, que eso ha sido un factor determinante para seguir publicando en Newcastle».
«Estoy bastante desprejuiciado con los editores», reconoce, ya liberado de la ambición de juventud de publicar con editores postinosos. «Lo que quiero es publicar bien, y Javier es un entusiasta, y lo agradezco». La narrativa de Moreno está emparentada con la crónica periodística también. Él define mejor esas coincidencias: «Es literatura del yo, autobiográfica, y lo autobiográfico tiene distintas vertientes. Hay diarios. Por ejemplo, 'Mundo menor', al igual que 'El laberinto y el sueño', tienen un carácter más diarístico. Y hay unos libros que he publicado con Javier Castro, que vienen a formar una especie de trilogía: 'El sueño de los vencejos', 'Visita de año' y 'Cuatro retratos incompletos', centrados los tres en el mundo de mi infancia, de los antepasados, de la memoria que heredamos y que tanto nos intriga, ya que siempre intentamos averiguar qué es lo que saben de nuestros ancestros, qué es lo que saben nuestros abuelos. Las memorias heredadas me han interesado mucho».
'El viaje de las bibliotecas' es un elogio de los libros. Cree que los libros se defienden solos, y que los que mejor pueden contribuir a fomentar la lectura son los políticos, «pero tristemente a los políticos no les interesan mucho los libros». No es lo habitual que lleven libros en la mano, como hace Castro Flórez, en lugar de un móvil.
«En el Quijote, el Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda, es un hombre cultivado, y le dice que tiene no más de tres docenas de libros»
–¿Cómo sería un mundo en el que los políticos leyeran libros?
–No lo sé. Porque el triste ejemplo que tenemos es el de la Alemania del nacionalsocialismo, la Alemania de Hitler. Un pueblo democrático que vota en el año 33 a un hombre que se convierte en la pesadilla del mundo, y muchos de los que votaron a ese hombre eran personas cultas, que escuchaban buena música, que dominaban lenguas, que leían libros... eran gente cultivaba. Aquello que se dijo de que después de Auschwitz no podía haber poesía... se entiende su contexto, pero revela la decepción que causa a un mundo en el que gente que pertenece al mundo cultivado y desarrollado nos lleva donde nos lleva.
–La desilusión lleva a Stefan Zweig a quitarse la vida, incluso.
–El caso de este escritor es el de un desmantelamiento de todo, no solo de ese 'Mundo de ayer' del que habla él, que se viene abajo, sino de su propia vida: sus libros son prohibidos, sus libros son destruidos, su identidad termina totalmente devastada, minada. Es muy triste que una persona con una fe en los libros y un humanismo tan ejemplar al final tome esa decisión tan definitiva.
–Murcia tiene mucha vinculación con su historia vital. La Biblioteca Provincial, que estuvo en la avenida Alfonso X, fue la primera que pisó. La recuerda.
–Yo vivía muy cerca, en la calle Lepanto, y precisamente allí tuve contacto con dos hechos que me han fascinado siempre: el mundo de los libros, y el mundo antiguo, la arqueología. Yo estuve a punto de cursar estudios de Historia, porque estaba interesado. En Murcia viví siendo niño, en el año 73. Mi padre era de Cartagena, aunque criado en Murcia, y mi madre nació en Espinardo y se crió en Santa Eulalia. Mis abuelos también eran murcianos y los antepasados, vinculados a Murcia, Cartagena, La Unión...
–Ha seguido los pasos de Azorín y Gabriel Miró, dos nombres de oro de la literatura alicantina.
–Es que Alicante tiene contrastes muy acusados, con una orografía montañosa y una zona llana, la que se acerca a Murcia, toda la zona de la Vega Baja. Cada zona ha tenido la mirada de un escritor. Por ejemplo, Azorín se centra en Monóvar, Salinas, Petrel... él tenía familia en estos pueblos. De Miró tenemos el ciclo novelístico de Oleza, que es Orihuela, pero, sobre todo, a Miró se le vincula a la Marina, a la zona de la Marina Alta. Algunas de sus obras transcurren allí. Luego tenemos a Gil-Albert, vinculado a Alcoy, donde tuvo casa familiar, aunque se crió en Valencia. Allí escribió muchas de sus mejores páginas. Y luego hay una escritora en lengua valenciana, que he traducido recientemente para la editorial Renacimiento, Carmelina Sánchez-Cutillas, que se centra en el mundo de Altea, que es un microcosmos. Y Miguel Hernández, cómo no, vinculado a Orihuela. Cada visita, por tanto, recuerda lecturas de un escritor distinto. Yo tuve mucha amistad con el benjamín del grupo de la tahona de los Fenoll en la calle de Arriba de Orihuela, Manuel Molina. Miguel Hernández nació en el año 10, y Manuel Molina en 1917, y fue el primer amigo literario que tuve, cuarenta y tantos años mayor que yo. Fue una amistad hermosa en sus últimos años de vida. Todos tenemos nuestra memoria, y la memoria heredada. Y él me evocaba recuerdos relacionados con Orihuela.
–¿Para qué le han servido los libros? ¿Es un hombre distinto?
–Todo el que lee se transforma. Los libros, como lector y como escritor, que soy, me han ayudado a ir más allá de mí mismo, a ser más yo. Pero cuando digo yo, lo digo precisamente porque los libros, si se asimilan bien, ayudan a no engordar el yo. No sería bueno que un libro se convirtiera en una levadura del ego. Como lector y como escritor, los libros me han ayudado muchísimo. Y la existencia de cualquier persona sin libros, debe ser más pobre.
La mirada sobre la realidad
–El número de lecturas que uno tenga no es lo más importante.
–A veces creemos que para ser lector hay que tener un bagaje enorme de lecturas, pero es algo reciente relacionado con los tiempos que corren. En el Quijote, el Caballero del Verde Gabán, don Diego de Miranda, es un hombre cultivado, y le dice que tiene no más de tres docenas de libros. De lo que se trata es de leer bien. Y cada uno tiene su velocidad, sus necesidades.
–¿Qué tiene que tener la vida para que le motive escribir sobre ella? Sus libros están llenos de cotidianidades, y nos dice que todo es material para la literatura.
–Lo que es motivador no es la realidad en sí, sino la mirada que se acerca a esa realidad. La realidad en sí no es nada, es una construcción de la mirada. Este libro es un catálogo de asombros, como una biblioteca, pues bien vista, es algo que te admira. Ahí sí que se defiende algo, el viaje a lo más inmediato, a los alrededores. El primer libro en prosa que publiqué se tituló 'Alrededores'. Reivindico lo más inmediato y la capacidad de asombro en lo ordinario, donde nuestra vida transita. No hablo de Nueva Zelanda, sino de Monteagudo.
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