José Martínez Rodríguez: «Esta librería es historia de la cultura, tiene ya 80 años; no sé quién, pero deben ayudarnos a protegerla y a mantenerla viva»
«En el año 1959 me tuve que ir a la mili, que, por cierto, la hice con el Rey emérito Juan Carlos. De hecho, él ha venido a visitarme, y se ha llevado de aquí varios ejemplares»
Nerea Adly García
Domingo, 2 de febrero 2025, 07:35
Los soportales de la Catedral acogen un verdadero templo de las letras. Se trata de la librería Ramón Jiménez, un rincón acogedor que cuenta ya ... con más de 80 años de trayectoria. Su dueño no es otro que el decano de los libros de Murcia, «y diría que casi de España», asegura José Martínez Rodríguez (Llano de Brujas, Murcia, 1938), para los amigos Pepe, un hombre que nació en el seno de una familia numerosa. Ocho hermanos y la Guerra Civil fueron el contexto durante su infancia. Pero esto no hizo de él un hombre sin esperanza. Gracias a su profesor, su esmero y su bicicleta, Pepe Martínez sigue hoy en día, a sus 86 años, trabajando en lo que ama: vender libros a los lectores. «Es lo que me llena la vida». Ya a su edad intenta pasar el menor tiempo posible solo. Su mano derecha en la librería es su hija, Maite Martínez, de la que espera que pueda seguir su legado. Tiene otro hijo, José Clemente, dueño de una imprenta, y «dos nietos maravillosos que me quieren como si fuese su padre».
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A pesar de los años, las enfermedades y la ausencia de su mujer, Martínez se ha repuesto de todo ello y solo pide una cosa a la vida: «Que protejan el legado histórico de esta librería».
Sin lugar a dudas, la librería Ramón Jiménez es un lugar entrañable, incrustado en la mente de todos los murcianos. Un clásico que no debe faltar. Su suelo particular, en blanco y negro, el olor a libro nuevo y el calor hogareño de la madera, unido a la hospitalidad de Pepe Martínez, hacen de esta librería un lugar único para encontrar historias en las que navegar y perdernos un poco de la cotidianidad. Además, si eres un indeciso, Martínez te aconsejará con muy buen gusto sobre los mejores clásicos, ya que para él, «un clásico nunca pasa de moda, no puede hacerlo, son demasiado buenos».
-Viene de una familia numerosa, ¿no?
-Sí, éramos ocho hermanos, ahora ya solo quedamos dos. Nací en el año 38. Somos de Llano de Brujas. Todos y cada uno de mis hermanos eran maravillosos. Era una época complicada, en plena Guerra Civil, no había para mucho… La mayoría de mis hermanos no pudieron ir a la escuela. Yo sí fui durante algún tiempo a la escuela, recuerdo que el profesor venía en bicicleta a darnos clase a unos 15 o 20 niños, cercanos a la huerta, nos metía en una sala, y nos enseñó a leer. Nos instruyó bien, gracias a Dios.
-¿Pero muy pronto comenzó a trabajar?
-Sí, ese mismo profesor que me enseñó a leer, me buscó un empleo de aprendiz en Murcia. Fue en la papelería Magisterio Español, que se encontraba en la calle San Cristóbal. Recuerdo que empecé a trabajar en el 53, tenía unos 14 años. Allí me tiré un año. Pasado el tiempo, el sobrino del dueño, que también buscaba un dependiente, me ofreció ganar un 40% más de sueldo. Se lo comuniqué a mi jefe y poco después empecé en la librería de los Soportales.
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-¿Qué recuerda de aquellos años?
-Pues que venía todos los días desde Llano de Brujas en bicicleta. Hacía casi 20 kilómetros todos los días. Además, antes los comercios no tenían los horarios de ahora. Se cerraba a las 13.30 y a las 15.30 ya estaba abierto, por lo que no me daba tiempo a volver a casa. Me hacía un bocadillo y me lo comía en el parque de Murcia. Nos juntábamos dos o tres, y allí comíamos algo, frente a la Cruz Roja. En verano nos íbamos a Murcia Parque, nos dábamos un baño en la piscina y nos comíamos el bocadillo antes de volver. [Ríe]
«Tengo 86 años, pero no tengo ganas de parar, tal vez ponga la librería a nombre de mi hija [Maite], pero seguiré estando aquí»
-¿Y cómo un dependiente se convierte en dueño de la librería?
-En el año 56, el sobrino discute con su tío, porque al parecer se gastaba el dinero de la caja, se lo llevaba a bailar. Por lo que finalmente nos quedamos mi jefe y yo al frente de la librería. En el año 59 me tuve que ir a la mili, que por cierto la hice con el Rey emérito Don Juan Carlos. De hecho, él ha venido a visitarme a la librería, y le he vendido varios ejemplares. Cuando Ramón Jiménez murió, acordó con su mujer que yo me quedaría la librería. No tenían hijos, y así pasó, de hecho lo puso incluso en el testamento.
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Libros prohibidos
-Han sido revolucionarios en épocas de restricción a la libertad creativa, ¿verdad?
-Sí, hemos sido una librería que ha vendido muchos libros prohibidos en la década de los 60. Venían muchos estudiantes, curiosos por saber más. La verdad es que el estudiante de antes, no tiene nada que ver con el de ahora. El de antes leía y compraba libros, los de ahora solo están con las máquinas. Estos libros eran editados en Argentina, entonces no llevaban el sello que tendrían que llevar. Había de todo, desde eróticos hasta la literatura más fina, Miguel Hernández, García Lorca, todos esos autores que no podían publicarse en España aquí los teníamos en el sótano. El estudiante de hoy en día no tiene curiosidad, es que no tienen ni libros para estudiar la carrera. El libro te enseña, es necesario tener una variedad para estudiar, de hecho, hasta los años 70 y 80 la librería defendía esos ámbitos… muchas han desaparecido por ese motivo, por la falta de motivación de saber más.
Una época dorada
-A pesar de ser una época dura, parece que la recuerda con cariño, ¿no es así?
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-Sí, para mí fue una época dorada de la librería, los primeros libros que vendí costaban apenas tres pesetas. Me duele que ahora no vendamos casi al estudiante, la verdad que de estas librerías queda poca cosa. Yo estoy muy orgulloso de mantenerla, pero es cierto que cuesta mucho dinero… Me he gastado todo lo que tenía, ojalá que mi hija siga el legado. Ojalá lo consiga, porque esta librería es historia de la cultura. Tiene 80 años, nos tendrían que ayudar a protegerla, no sé quién, el Estado, el Ayuntamiento, quien sea, pero es necesario mantener esta librería viva. Es un museo vivo, donde han pasado celebridades como Mario Vargas Llosa, o el pintor murciano Ramón Gaya, que le encantaba venir, mientras su mujer hacía las compras. Ernest Hemingway vino cuando yo era un crío. Muchos de los autores murcianos pasaron por aquí.
«Hemos sido una librería que vendía libros prohibidos en la década de los 60. Venían muchos estudiantes, curiosos por saber más. La verdad es que el estudiante de antes no tiene nada que ver con el de ahora. El de antes leía y compraba libros, los de ahora solamente están con las máquinas»
-Después de tantos años dentro de una librería, ¿qué cambios ha apreciado en los lectores?
-Pues ahora veo que la literatura se está moviendo más, sobre todo en las mujeres jóvenes. En esta Navidad, por ejemplo, se han vendido muchos más libros que la anterior. Al final tener un libro en las manos es una maravilla, no un aparato que te deja bizco [ríe].
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En tragos cortos
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¿Un lugar para descansar? La playa. En Santiago de la Ribera.
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¿Película favorita? 'Quién mató a Liberty Valance'.
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¿Aficiones? Pasear y leer.
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¿Autor clásico favorito? Stefan Zweig.
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¿Qué libros recomienda? 'La trenza', es una novela muy fácil de leer. 'La conjura de los necios',un clásico que no puede faltar. O cualquier obra de Shakespeare.
-¿Y no se encuentra cansado de trabajar?
-¿Yo? ¡No! Desde el año 82 soy autónomo, y cotizo a la Seguridad Social, y pretendo seguir haciéndolo. De hecho, no me he pedido la baja en la vida. Hasta cuando me operaron, vine con la sonda a trabajar. Tengo 86 años, pero no tengo ganas de parar; tal vez ponga la librería a nombre de mi hija, pero seguiré estando aquí. No me imagino mi vida sin la librería, y más ahora, que mi mujer falleció hace tres años. A mí me llena la vida, y la gente agradece mi trato, y que una librería como esta esté abierta hasta los domingos. Vienen incluso turistas a hacerse fotos conmigo y con la librería, eso es un lujo.
-¿Qué es lo que le hace feliz?
-Tengo una familia maravillosa, mi hija Maite está conmigo en la librería, y mi hijo José Clemente regenta una imprenta, junto a otro socio más. Además tengo dos nietos, el de mi hijo es periodista deportivo, y el de mi hija está estudiando Medicina. Son un orgullo para mí, me quieren como si fuese su padre. Aunque soy muy mayor me desarrollo bien, puedo vivir solo, y aunque no me gustan las noches, por la soledad, suelo estar acompañado. Mis hijos me llevan todos los días la comida, y el resto del tiempo lo paso en la librería. Sobre todo, después de la muerte de mi mujer. Yo soy feliz trabajando, recomendando libros, y tratando a las personas, eso a mí me da la vida.
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-¿Y qué me dice de los niños?
-Ellos son la esperanza, todos los domingos viene un chico, tendrá cuatro o cinco años, y no hay un domingo que falle para llevarse su ejemplar; hay otra que viene los martes, y tiene tres añicos: se suele sentar en el suelo a investigar los cuentos que tengo por aquí. Por eso tengo una zona acondicionada para ellos, para que toquen y lean y jueguen.
Mensaje a los murcianos
-¿Qué le gustaría decir a los murcianos?
-Que protejan este legado. Cuesta mucho mantenerlo, y sería una pena que por dinero se perdiese todo lo vivido en ella. Yo sigo estando aquí, ayudando a mi hija en todo lo que puedo. Solo espero que se le dé la importancia que tiene.
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-¿Recuerda alguna anécdota?
-Sí, mira, se me va la cabeza hasta el año 60. Fue una venta muy curiosa. Se presentó un señor con un hilo, lo puso en el mostrador y me dijo: 'Dame todos los libros de color marrón que cojan aquí' [ríe a carcajadas]. Cuando me dispuse a colocar el último, recuerdo que mi jefe me dijo: 'Coge de una punta y yo de otra, a ver si estira…' [ríe]. Fue muy divertido y curioso. Además, éramos buenos dependientes, siempre preguntábamos con educación. Hoy en día el dependiente te dice que te las arregles… A mí me encanta hablar con la gente y recomendarles libros, que vengan a contarme curiosidades o sus opiniones de las obras. También he de decir que a veces hay gente poco amable, por delante de todo debe estar el respeto a los demás.
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