Mesa para cinco

Una isla en la nada

Domingo, 1 de diciembre 2024, 10:31

No se venden discos. No se venden tickets. La gente escucha la música en sitios digitales. Las personas no existen. Las IAs montan discográficas inexistentes ... con artificiales artistas que ponen en duda nuestros principios más básicos. Estamos lejos. No nos vemos. La vida gira y nosotros no sabemos a qué narices agarrarnos para no girar en este baile como si fuera un carrusel macabro al que hemos entrado sin que nadie nos invite, y del que no sabemos ni podemos salir.

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Y entonces en una gira loca, en un viaje entre alucinado y lisérgico que ha decidido poner el acento en la vida, en la realidad, en las salas, en la piel y en la gente, en medio del maremágnum, las cifras, los miedos, los odios, las dudas, aparece al fondo, en el horizonte, cuando nadie la espera, una isla.

Una isla llena de discos cuando nadie compra discos. Una isla llena de amor cuando nadie quiere a nadie. Y al frente personas que confían. Que creen. Que luchan. Se va acabando el mundo físico. Se va acabando la pasión y la materia y algunos luchan contra la marea, y al final del camino, como un chiringuito en la orilla, aún blanden una bandera llena de referencias y sonidos para que los que siguen viajando entre las ondas hercianas tengan un bello y tranquilo lugar donde parar.

Discos Bora-Bora. Una isla tan lejos del mar que ni se huele la sal, pero que por algún motivo desde hace años es el refugio perfecto para los marineros musicales. Una isla en mitad de Granada. Algo imposible. Y como todo lo imposible, algo que nos toca defender, querer y agradecer. Por más ideas imposibles. Por más gente imposible. Por más amor contra los algoritmos y las soledades. Por más cariño ante la falta de empatía. Por más música.

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Llegamos sin preparar nada. Abrimos la puerta como si fuera nuestro salón. Siempre alguien nos recibe. Alguien nos espera. Alguien nos cuida. No es tiempo de montar cosas. No es tiempo de perder dinero. No es tiempo de dejarse la vida. Dicen. Dicen esas cosas y nadie dice: es el momento, porque no existe otro, de ser valiente, de cumplir sueños, de montar ese espacio lleno de libros y discos que lucha contra todo, contra todos, contra Spoti, contra Youtube, contra eBook, contra Fnac, contra todo aquello que nos han dicho que es golliat, que es invencible, que es incontrolable. Unos galos, un reducto, feliz y corajudo, sigue pensando que es posible sentir y vivir de una pasión analógica y física, de unos discos que nos hacen a todos felices y que mantienen viva la llama de la música, del arte, de la realidad.

Una tienda para que los que vivimos en un pasado renovado, buscando las equivalencias de nuestros antiguos amores, podamos sentirnos un poco en casa. Ojalá en cada ciudad hubiera una isla como esta. Un sitio donde la cultura no es ocio, donde la cultura es la vida. Donde la cultura es la necesidad. Donde la cultura es el día a día, es lo que te empuja y de lo que te alimentas.

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Todos dicen que estamos obsoletos. Todos dicen que nada de lo que nos hacía felices importa. Todos dicen que si no genera dinero, si no cotiza en bolsa, si no es ultraliberal y en expansión, ningún negocio es bueno.

No creáis las mentiras. Solo existen las cosas que emocionan. Solo existe lo que nos llevamos a la cama caliente en el corazón, claro en la mente, impreso en la retina. Solo existe el calor de un espacio como Discos Bora-Bora, donde la música vive, donde la gente puede soñar, y donde los algoritmos se quedan en la puerta, despistados, sin ser capaces de entender lo que pasa dentro. La auténtica resistencia a un mundo que se nos va despareciendo hacia lo digital, como la Nada de 'La historia interminable' pasaba por encima de todo, y en el que todavía podemos luchar por encontrar un sitio de recreo, un sitio para nosotros, un patio donde cantar, escuchar, leer, escribir, como estoy escribiendo ahora mismo este artículo tirado en su suelo renovado, un sitio para ser feliz, para no rendirse, un buen y maldito santificado sitio de verdad. No dejen de visitar Discos Bora-Bora si pasan por Granada. Y saluden de mi parte.

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