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María Pelluz
Atalaya UMU

«La inteligencia artificial es útil, pero no sustituye el valor de una conversación humana»

Juan Pedro Martínez Ramón, profesor de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Murcia, reflexiona sobre la dependencia tecnológica en las aulas y sus efectos

Pascual Vera

Murcia

Jueves, 16 de octubre 2025, 21:06

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Juan Pedro Martínez Ramón lo tiene claro: «La inteligencia artificial ha venido para quedarse, pero debemos aprender a usarla con responsabilidad y sentido pedagógico». Profesor del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Murcia y vicedecano de Calidad e Innovación, investiga cómo la IA y las redes neuronales artificiales pueden aplicarse a la mejora de los procesos educativos, el bienestar emocional y la convivencia escolar.

Desde hace años, lidera proyectos que conectan neuropsicología, educación y tecnología. Su grupo de investigación ha sido pionero en publicar estudios que predicen niveles de estrés, burnout docente y resiliencia mediante modelos de IA. Pero lejos de entregar el aula al algoritmo, Juan Pedro aboga por una mirada crítica y humana: «Las herramientas digitales deben ayudarnos a enseñar mejor, no sustituir el vínculo entre profesor y alumno».

«El contacto humano es insustituible. Podemos usar algoritmos para identificar patrones de rendimiento o señales tempranas de malestar, pero lo que no puede hacer una máquina es mirar a un estudiante a los ojos y darse cuenta de que algo no va bien. Eso lo hace un profesor, un orientador, un ser humano que empatiza», añade.

Juan Pedro Martínez, profesor del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación y vicedecano de Calidad e Innovación. Ana Martín / UMU

La educación no ocurre en el vacío. «No podemos hablar de aprendizaje si ignoramos el estado emocional de quienes aprenden», señala. La irrupción de las redes sociales ha transformado la experiencia escolar, especialmente entre adolescentes. Datos que maneja el investigador revelan que cada hora extra en redes como TikTok o Instagram incrementa hasta un 13% el riesgo de síntomas depresivos.

España, además, presenta tasas superiores a la media mundial en ansiedad y depresión juvenil, y es uno de los países donde más se consumen psicofármacos relacionados con estos trastornos. Juan Pedro conecta estas cifras con el uso temprano e intensivo de dispositivos: «Cuanto antes accedes a un móvil con redes, mayor es la probabilidad de desarrollar malestar emocional más adelante». «No se trata solo del tiempo frente a la pantalla, sino del tipo de contenidos que consumen. El algoritmo premia lo inmediato, lo emocional y lo polarizante. Y eso genera una montaña rusa psicológica en chavales que aún están desarrollando su identidad y su autoestima», explica.

Tecnoestrés

Los efectos negativos de la digitalización no solo afectan al alumnado. El profesorado también los sufre. La presión por incorporar nuevas herramientas, la sobrecarga administrativa y la falta de formación específica derivan en un fenómeno cada vez más común: el tecnoestrés docente.

«Estamos viendo docentes agotados, desmotivados, que sienten que nunca es suficiente. Muchos se enfrentan a herramientas que no entienden, mientras se les exige innovar, evaluar, motivar y gestionar conflictos», explica. En este contexto, la IA bien usada puede aliviar la carga, pero solo si se acompaña de formación y reflexión ética.

«No podemos pedirle al profesorado que se convierta en programador, diseñador instruccional y community manager a la vez. La tecnología debería simplificar, no añadir más capas de ansiedad», advierte el profesor de la UMU. La dependencia tecnológica no solo afecta al bienestar emocional, también impacta directamente en las capacidades cognitivas. Juan Pedro Martínez menciona el concepto de «deuda cognitiva»: la reducción de funciones mentales por delegarlas sistemáticamente a dispositivos digitales. «No memorizamos fechas, no nos orientamos sin GPS, no recordamos teléfonos. Todo está externalizado». Un experimento reciente reveló que los estudiantes que estudiaban con el móvil fuera de la habitación rendían mucho mejor que quienes lo tenían sobre la mesa, incluso apagado. «El simple hecho de saber que puede sonar o recibir una notificación consume recursos atencionales sin que lo notemos».

«Nuestro cerebro necesita esfuerzo para fortalecerse, igual que un músculo. Cuando todo lo delegamos en un dispositivo, esa gimnasia cognitiva se pierde. Antes recordábamos números de teléfono de memoria; ahora dependemos por completo de la agenda del móvil. Y esa pérdida de memoria de trabajo afecta a la concentración, la planificación y el aprendizaje profundo», explica.

Durante décadas, el llamado efecto Flynn documentó un aumento del cociente intelectual en la población global. Sin embargo, desde hace unos años, esa curva se ha estancado e incluso ha comenzado a descender en varios países. ¿Por qué?

«No hay una causa única», aclara Martínez Ramón. Pero una hipótesis apunta al exceso de estimulación superficial que ofrecen las tecnologías actuales. «Consumimos mucha información, pero de forma fragmentada y sin reflexión. Esa superficialidad impide conexiones neuronales profundas, que son la base del aprendizaje». A esto se suma la automatización de decisiones: la IA puede planificar, redactar, responder... y nosotros, cada vez menos. «Si no entrenamos el cerebro, como cualquier músculo, se atrofia».

El aula del futuro

Más allá de los contenidos, Juan Pedro Martínez cree que la educación debe preparar para una vida con sentido. «Si la inteligencia artificial reduce el tiempo que pasamos trabajando, tendremos más tiempo libre. ¿Y qué haremos con ese tiempo si no sabemos estar con nosotros mismos?».

Durante la pandemia de la covid, participó en líneas de apoyo psicológico a distancia. «Muchas personas no sabían qué hacer con su tiempo. No sabían estar solas, ni aburrirse, ni planificar un día sin obligaciones externas». Por eso defiende una escuela que enseñe también a vivir, no solo a rendir.

  1. El mito del nativo digital

Uno de los conceptos más cuestionados por el profesor es el de nativo digital. «Nacer rodeado de pantallas no garantiza competencia digital», afirma el profesor Juan Pedro Martínez. Muchos adolescentes dominan TikTok, pero no saben buscar información fiable, distinguir noticias falsas de las verdaderas o escribir una redacción formal en un procesador de texto. «Confundimos habilidades superficiales con formación profunda», afirma.

Según Martínez Ramón, esta idea errónea genera presión sobre la juventud. «Les exigimos estar a la altura de un modelo irreal: ser expertos digitales por el mero hecho de haber nacido con el móvil en la mano». Esa expectativa, mal gestionada, genera frustración, ansiedad y una falsa percepción de autosuficiencia tecnológica.

«Sin ánimo de generalizar, hay estudiantes que son capaces de editar un vídeo en segundos, pero no saben enviar un correo correctamente redactado. Lo digital que dominan es el entretenimiento, no la herramienta de aprendizaje. Y si no rompemos ese mito, seguiremos creyendo que ya vienen preparados, cuando en realidad necesitan formación digital básica», insiste.

  1. Brecha digital inversa: cuando menos recursos significa más pantallas

Durante años, la brecha digital se entendía como una cuestión de acceso. Hoy, esa brecha se ha invertido en muchos contextos. «Ahora vemos que los hijos de familias con menor nivel educativo o económico acceden antes y sin control a dispositivos y redes sociales», afirma el investigador. Mientras tanto, los hijos de familias con mayor formación suelen tener accesos más tardíos, filtrados y acompañados. ¿El resultado? Mayor riesgo de adicción, aislamiento, ciberacoso y problemas emocionales en los entornos más vulnerables.

«Es irónico: los grandes gurús de Silicon Valley no dejan que sus hijos usen móviles antes de los 14 o 16 años. Aquí, en cambio, vemos niños de dos años comiendo en restaurantes con una 'tablet en la mano'». «La verdadera desigualdad ya no es tener o no tener dispositivos, sino tener adultos que te acompañen en su uso. Un adolescente con recursos emocionales y familiares puede gestionar mejor la presión digital. Uno que no los tiene, queda más expuesto al consumo compulsivo y a la manipulación algorítmica», puntualiza el experto.

  1. Pensamiento crítico, formación y valores

Para que la IA sea una aliada y no una amenaza, se necesita formar a docentes y estudiantes en competencias clave: pensamiento crítico, ética digital, manejo del tiempo, autorregulación emocional. «De nada sirve una app educativa si no hay una reflexión pedagógica detrás. Y tampoco sirve de mucho la IA si no sabes cuándo apagarla y mirar a los ojos a quien tienes delante».

El profesor Martínez Ramón insiste en que el conocimiento humanista será clave: filosofía, historia, literatura. «No por nostalgia, sino porque nos ayudan a entender quiénes somos y hacia dónde vamos. No podemos navegar el futuro sin mapa».

«El pensamiento crítico no se improvisa. Se entrena, se cultiva con lecturas, debates, contraste de fuentes. Y es precisamente lo que más necesitamos en una era de sobreinformación y desinformación. Sin esa brújula, cualquier algoritmo puede manipularnos con facilidad», subraya.

Un mensaje para el futuro

Con una sonrisa serena, Juan Pedro Martínez Ramón concluye con una imagen poderosa: «Durante siglos, nos emocionamos con un atardecer real. Hoy, muchos lo ven a través de Instagram. Y aunque la fotografía sea bonita, el cerebro no se activa igual. La experiencia real sigue siendo insustituible». Y remata: «La tecnología es una herramienta. Maravillosa, sí. Pero no es neutra. Somos nosotros quienes debemos decidir cómo usarla. Con pedagogía, con ética... y con humanidad».

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