Ignacio Martín Lerma: «En México he vuelto a aprender, algo precioso de decir. Me he reencontrado con otros modos de vivir»
Conversaciones de otoño ·
«Allí pueden tener una AK-47 en la choza, pero cazan con arco, como cazaban sus antepasados. Y eso no significa ser menos que nosotros»Ignacio Martín Lerma (Logroño, 1981) ha estado un curso completo en la Universidad Nacional de Yucatán, en Mérida (México), apartado de los focos mediáticos, con ... su familia [Lorena, su pareja, y Alma, su hija, a la que dedicaba el libro 'La prehistoria en la mochila' «para que nunca olvide que el pasado siempre estará en su presente y en su futuro»], y muy centrado en sus clases, y en la escritura de un diario. El arqueólogo y profesor de Prehistoria de la Universidad de Murcia ha avanzado en algunos proyectos de los que sabremos poco a poco, como el documental sobre los últimos hallazgos en la Cueva del Arco de Cieza, una cavidad con arte paleolítico y uno de los pocos yacimientos de todo el Levante peninsular en el que se puede documentar la transición entre los últimos neandertales y los primeros humanos modernos. Acaba de publicar 'Prehistoria', en Shackelton Kids, ilustrado por Gallego Bros, donde enseña a los más pequeños a aprender arqueología divirtiéndose, de la mano de sus protagonistas, Perro y Gato. Martín Lerma protagoniza, además, el episodio número 14 del podcast 'El poder de la historia' que puede escucharse en la web de LA VERDAD.
-A veces no somos capaces de saborear todo lo bueno que nos pasa. En México, en «el Disneyworld de la arqueología», como usted dice, ha aprendido a tomarse la vida de otra forma. ¿Cómo ha regresado a Murcia?
-Sí, yo creo que sí. Porque, arqueológicamente, de pronto, he vuelto a aprender, que es algo precioso de volver a experimentar. A nivel humano, me he reencontrado con otras maneras de vivir, como diría Rosendo. Me ha recordado que vamos montados en un tren y que ese tren, a veces, lo podemos parar sin que pase nada. Nos da mucho vértigo bajarnos, porque no sabes si va a volver a pasar otro. Aunque en esta vida muchas veces los trenes pasan solo una vez. Y hay que tener la valentía de saltar con la esperanza de que llegará un tren mejor, aunque en ese momento nos dé mucho vértigo. De pronto, parar en seco un momento profesional como el que yo estaba viviendo, me dio mucho miedo, y lo reconozco. Me decía 'Se van a olvidar de mí' o 'Esto va a acabarse'. Y es justo al revés. Ahora me ven y me veo mucho mejor, estoy más radiante, soy más feliz, disfruto más el momento. Yo invito a los lectores a que reflexionen sobre esto, que paren y que saboreen lo bueno y dejar a un lado todo lo malo. ¡Es maravilloso!
En corto
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¿Qué no se esperaba? Impartir clases específicas de divulgación en una facultad de Arquitectura de la UADY, para estudiantes de maestría que no eran arqueólogos. Fue un reto, no era un colectivo que yo controlara.
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¿Cómo crece uno más? Cuando te sientes pequeño. Hay gente que prefiere estar en los sitios que son comodidad, y a mí me encanta bajar el escalón, y decir, «me toca ya saltar».
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¿Ha traído ideas que podrían aplicarse al ámbito arqueológico para recuperar enclaves de interés histórico de la Región de Murcia? Allí obtienen mucho dinero, por no decir todo el dinero, del turismo, de poner en valor su historia. Aquí se ha hecho en Burgos, con el yacimiento de Atapuerca, que ha sido un soplo de aire nuevo y una cantidad de turismo increíble, y en Cartagena, con el mundo romano, no tiene nada que ver la Cartagena de los 90 con la de ahora. Si se hace bien, es una excelente fuente de ingresos.
-¿Qué imágenes no se le olvidarán de México?
-Son varias. Tengo una imagen de mi hija subiendo una pirámide maya en mitad de la selva mientras yo la miro desde abajo, reconozco que en ese momento me emocioné mucho. Un amanecer en Bacalar, que me fascinó, es de los mejores amaneceres que he vivido nunca. Algunos abrazos en un aeropuerto, que cuestan porque allí establecí muchos lazos, haces nuevos amigos que quizás pueda parecer que son momentáneos, pero luego sabes que son amigos de verdad. Yo me despedí de gente que sé que me va a costar volver a ver, y me resultará difícil no poder tener un día a día con ellos. Pero de eso trata la vida, además te hace valorar a la que gente que tienes aquí. Cuando te vas hay gente de la que te olvidas, dándote cuenta de que a lo mejor no te aportaban tanto como creías. O al revés, que está en tu vida por otros intereses un poco superfluos. Y, en cambio, otras personas que son más incondicionales no les prestamos esa atención y allí, de pronto, te das cuenta. Eso me lo enseñó México.
-Ha escrito incluso un diario de ese año en tierra americana.
-Sí, en ese sentido he vuelto a ser un adolescente, y he escrito un diario, a diario, que es algo difícil con cuarenta y tantos tacos. Me lo propuse y lo he conseguido. Y me alegra muchísimo porque así voy a poder refrescar cualquier momento. Además, es un diario con fotografías, con frases, con emociones. Me ha hecho revivir. Porque no ha sido un viaje de estudios, ni un viaje de novios, ni un viaje de turismo. Ha sido un viaje vital, y en los viajes vitales pasan cosas que te cambian la manera de ver la vida.
-Como curiosidad, qué dice en ese diario de esas comunidades indígenas con las que convivió. ¿Se ha reencontrado con su parte más básica como ser humano?
-Hay una palabra que he repetido mucho en esos diarios, que es hospitalidad, sentirte en casa a 10.000 kilómetros es algo muy difícil de decir, y yo lo he dicho mucho este año. Y casa no quiere decir cuatro paredes. Casa quiere decir un abrazo, una mirada, o un 'aquí estoy para lo que te haga falta'. Esas frases que aquí se dicen de manera muy fácil, y que a veces no son del todo verdad, y que allí notas que sí lo es. Parecen obviedades, pero es que en un viaje así el compañerismo es básico. A mí no me gusta que se aplique la palabra primitivo cuando se habla de estas poblaciones. Se escucha decir «pueblos primitivos», pero lo cierto es que no son pueblos primitivos, saben perfectamente lo que pasa en la actualidad, y si Piqué está o no con Shakira, por poner una anécdota. Pero, estas comunidades indígenas deciden vivir con su tradición cultural, mientras nosotros eso lo tiramos a la basura y nos dejamos llevar por YouTube o por la moda que se estile en ese momento. Allí eso lo conocen, luego no son primitivos. Pueden tener una AK-47 [modelo de fusil de asalto] apoyada en la choza, pero cazan con arco, como cazaban sus antepasados. Y eso no significa ser menos que nosotros porque se suele pensar que no han evolucionado, pero no es así. Son iguales que nosotros; no tienen ciertos tabúes, o ciertas tonterías, que tenemos nosotros. Es una bofetada en toda la cara, no es la imagen que tenemos de esas poblaciones.
-¿A usted también le han visto en México como el español que llega allí con ínfulas y que va a enseñar en lugar de a compartir?
-Me ha durado muy poco eso. Yo creo que eso va en la personalidad, la manera de ser... no he tenido esa sensación. La tuve más en los primeros viajes, y quizás mi actitud entonces no era la misma. Yo iba con las ganas de comerme el mundo como etnoarqueólogo, y forzabas más situaciones, también porque el tiempo era más limitado. Pero estas cosas son lentas, en poblaciones de este tipo tú quieres que pasen las cosas el primer día, pero quizás no sucedan hasta el octavo día, que es el día en que tienes el avión... Ahora he dejado que el tiempo hable, y cuando el tiempo habla llega la verdad.
En modo multicámara
-Tiene entonces la impresión de que ha ordenado su presente.
-Sí, eso no quiere decir que ahora tenga la agenda vacía, porque me siguen llamando de muchos sitios, y eso es precioso, es bonito, pero todo lo vivido en México me ha recordado que no podemos convertir en normal algo que no es normal. Es que llegó un momento en mi vida en que no disfrutaba del todo las cosas que me pasaban, cuando me tenía que sentir muy afortunado, porque me quiere mucha gente, porque hago cosas que brindan sonrisas a personas que van a ver mis conferencias o que me sigue en redes. Y me parece que nos merecemos ese respeto, esa manera de decir, mejor hacer dos que cuatro corriendo. Creo que México me ha regalado eso y lo llevo en la mochila. Es verdad que, a nivel científico, da gusto trabajar con otros investigadores que no tienen nuestras dinámicas, que no tienen nuestra manera de ver la arqueología, que hacen una gestión del patrimonio diferente... Todo eso te brinda otros puntos de vista. A mí, que me gusta tanto el cine, me encanta cuando cambia el eje de la cámara para ver la vida desde otra manera. Y vengo, de hecho, en modo multicámara.
«Siento mucha responsabilidad, por lo que la divulgación influye sobre la gente. Hace unos años el público no especializado no sabía casi nada del Paleolítico, y ahora sí»
-¿De qué se ha dado cuenta?
-De que vivimos en un acuario, en un terrario. Y, aunque las paredes son transparentes y pensamos que hay cosas al otro lado, estamos viviendo siempre en el mismo sitio. Y, de pronto, agarrar, porque allí no se puede decir coger, un avión te permite romper esa pared y verlo todo de otro modo.
-Usted se fue becado por el Ministerio de Educación para trabajar un curso completo en la Universidad Nacional de Yucatán, en Mérida (México). ¿Con qué profesionales se encontró?
-Mis estancias anteriores habían sido breves, dos meses, que para mucha gente será mucho tiempo, pero en dos meses no te da tiempo a crear lazos. No da tiempo a domesticarse. Cuando pasas más tiempo sí llegas a desconectar de tu vida normal acá, y, de pronto, conoces, sobre todo, nuevas maneras de ver la vida. Tenemos que aprender mucho de ellos; sonríen más que nosotros. Me he encontrado con gente no tan montada en el carro del consumismo. Y eso hace valorar las cosas que son reales, que son las personas que tienes al lado, la familia, y algo que para mí es fundamental como arqueólogo, que es la naturaleza y la cultura. La cultura en México está instaurada en la manera de ser de la gente. Sus tradiciones culturales están arraigadas. Aquí, tenemos una mezcolanza de tradiciones de otros sitios y hemos perdido tal vez esa identidad cultural que me parece tan interesante como estudioso de la evolución de la cultura humana. México es original, por eso es tan famoso en todo el mundo, aunque a veces conozcamos solo la punta del iceberg, las playas y las fiestas... ese día a día te ayuda a saber realmente cómo debería ser un día a día. Tienes las emociones más a flor de piel, son más conscientes de que la vida, de pronto, puede pararse. Nosotros, por desgracia, lo hemos vivido ahora con Valencia, y allí en México, el tema de los huracanes y los terremotos es diario, y todo el mundo está acostumbrado. A nosotros nos dio un miedo atroz cuando lo vivimos porque no lo estás viendo en las noticias sino viviéndolo en tu casa y sabes que al día siguiente, quién sabe, no tienes ya casa. Ser consciente de que somos pequeñitos es importante, y tantas veces a nosotros se nos olvida. Pensamos que somos los reyes del mundo, hasta que te das cuenta que somos un átomo más.
Altavoz de la prehistoria
-Es bonito ver la evolución de profesionales como usted. Es muy posible que el Ignacio de hoy no deje de sorprenderse si piensa en todo lo vivido ya...
-Es verdad. Cuando me veo en la prensa me acuerdo de ese niño que leía la prensa porque mis padres y mis abuelos la leían. Lo mismo me ha pasado al verme en la televisión. Pero una cosa que tengo clarísima es que si salgo ahí no es por mí, es por mi mensaje. Y eso me ayuda mucho a mí a ordenarme. Hay personas que pierden un poco la cabeza porque piensan que están ahí por ellos, y yo tengo clarísimo que yo soy un altavoz, y por eso hay mucha más gente y otros altavoces que son buenísimos. Si yo estoy ahí no me siento mejor porque mi foto sea más grande o más pequeña, sino porque el patrimonio, la cultura, la prehistoria, están en la contraportada o en una entrevista de LA VERDAD. Siento mucha responsabilidad, y no me refiero a lo que piensa mi gremio, sino por lo que la divulgación influye sobre la gente. Hace unos años el público no especializado no sabía casi nada del Paleolítico, y ahora sí. Aunque la divulgación siempre está en el disparadero, hay que sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho, y sin hacer daño a nadie, y, con una sonrisa, porque lo que estás haciendo es transmitir un mensaje.
-¿A los mexicanos qué les ha interesado de su perfil profesional?
-En dos aspectos. La parte prehistórica, porque ellos ven muy lejano el origen de la humanidad. Ellos siguen teniendo una asignatura que se llama 'Prehistoria del Viejo Mundo', conceptos que para nosotros no son normales. Igual que a nosotros nos pasa con los mayas, los incas, los olmecas o los toltecas, que todos sabemos que están por allí, pero nadie ubica ni en el tiempo ni en el espacio. Es bonito, por ejemplo, hablarles de África, de la cuna de la humanidad, plantearles problemas actuales que tienen relación con esos poblamientos, y con esas migraciones que vinieron desde el principio, acercarles el Paleolítico. Ellos llaman prehistoria a momentos de la civilización que para nosotros es la Edad Media, mientras nosotros aquí estamos construyendo catedrales allí están ellos con la obsidiana en la selva. Es interesante poner en sintonía cronológica esos dos momentos. En México saben de mayas una barbaridad, pero están muy centrados en ese mundo, y lo demás no es que lo olviden, sino que lo tienen ahí más diluido. Nosotros tenemos quizás más especialización en otros periodos. Por otro lado, les ha atraído la parte divulgativa, que quizás no está allá tan a la orden del día como acá. Ahí hemos avanzado mucho, y aunque la divulgación la estamos llevando a terrenos que no me acaban de convencer del todo, pienso que sí que hemos avanzado de forma positiva.
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