Grace Hopper, que hablen las máquinas
La protagonista de nuestra historia tuvo una habilidad fundamental: pensar fuera de la caja. A Grace no le digas que algo es imposible porque dedicará ... toda su vida a romper cánones y no por un afán feminista. A ella le movía la pasión por las matemáticas, por la programación y la docencia. También amaba a su país, por eso, puso sus talentos a disposición de la Marina cuando la invasión a Pearl Harbor. Hasta tres veces la rechazaron en el ejército. La primera vez que si era muy mayor, la siguiente, que si era muy delgada. Sólo su obstinación la puso frente a la Mark 1. Un artefacto gigante, un ordenador de los de la época, con 760.000 ruedas y 800 kilómetros de cable. Fue amor a primera vista. Sus conocimientos matemáticos resultaron muy útiles para ganar la guerra. El aparatejo hacía estudios de balística y calculó incluso una explosión nuclear. Su jefe de entonces le encarga que escriba un libro que explique el funcionamiento del Mark 1. Y ahí tenéis el primer manual de informática de la historia. 500 páginas. Grace lo hizo a regañadientes, pero, como en todo, fue impecable.
El gran hallazgo de Grace es posterior y no, no fue lo del lenguaje COBOL. Es un dato inexacto que la propia empresa creadora del código se ha encargado en reproducir. Ella estaba en el comité que creó tal lenguaje. Donde fue una auténtica pionera es en introducir la idea de hablar con las máquinas en inglés. ¿Cómo vamos a estar dando instrucciones con símbolos y cosas raras? Le preguntaba a sus compañeros varones, que la miraban con recelo. El genio siempre levanta sospechas.
Ella creó el primer lenguaje que sirvió a los computadores de los 50 y que sirve a los de ahora. Creó el primer compilador para lenguajes de programación. La idea es que estos lenguajes sirviesen para cualquier máquina, no sólo los mamotretos que ocupaban habitaciones enteras. Los programadores lo hacen en inglés, porque Grace se puso cabezota con que sí, con que se podía hacer así.
¿Pero cómo fue su vida hasta ese momento? Grace nace en el seno de una familia progresista y amante de las matemáticas del Upper West Side. El padre quería que su hija tuviese las mismas posibilidades que el varón y la madre quería que la niña siguiese la carrera que una vez comenzara ella. Así que, al contrario que las familias de su época, a Grace le fomentaron su independencia y el afán de conocimiento.
Un día, con siete años, la nena se queda en casa sin la supervisión materna y se dedica a desmontar los siete relojes que hay en el hogar. La joven quería saber el funcionamiento de las máquinas. Su curiosidad y tesón ya asomaron la patita. Muy joven, con 17, se marcha a la escuela Vassar College, allá en Pokeepsie. Luego se consigue una beca para Yale y en un abrir y cerrar de ojos gradúa y aprueba su doctorado. Lo consigue en cuatro años. Como suele suceder, es primera en su promoción y ahí es cuando conoce al que será su esposo, Vincent Foster Hopper. Se van ocho semanas de luna de miel con los padres de él. Aquello no podía salir bien. Apenas estuvieron juntos cinco años. Rompen en 1945 pero para entonces Grace ya estaba en la Marina.
Es curioso saber que ella no se quitó el anillo ni dio explicaciones. O sí: el marido había muerto en la guerra. Caso cerrado. La dedicación a Mark 1 era total. El equipo encargado de la máquina dormía junto a ella haciendo turnos de 24/7 mientras duró la guerra. Grace entró y salió del ejército. Por momentos dolida por el trato recibido a pesar de su entrega. Tuvo tiempos duros, de soledad, alcohol y tabaco, mucho tabaco. Un vicio que no abandonó ni en sus últimos días, cuando lo tenía más que prohibido y escondía las cajetillas por todos los rincones de su casa. Grace pasó muchos años difundiendo sus conocimientos como divertida conferenciante y fue la única mujer con grado de almirante de su país. A esto hay que sumarle sus 40 doctorados honoris causa. Un buque y un premio llevan su nombre.
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