Borrar
«Carlos III comiendo ante su corte», Luis Paret y Alcázar ca. 1775. Wikimedia Commons CC PD
Epifanía, el día en que el rey comía acompañado

Epifanía, el día en que el rey comía acompañado

Gastrohistorias ·

Desde 1441 y hasta bien entrado el siglo XX se siguió en la corte española un curioso rito que permitía a los condes de Ribadeo comer en la mesa real

Ana Vega Pérez de Arlucea

Madrid

Domingo, 6 de enero 2019, 02:29

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Como ya les he contado que el asunto del roscón es relativamente reciente (de finales del siglo XIX), no les extrañará a ustedes saber que antes de que esta costumbre se implantara en España existieron por estas fechas otras diversiones ya olvidadas. Por ejemplo la de salir a esperar a los reyes, una especie de precabalgata consistente en armar jaleo por las calles, escalera en ristre, y tomar el pelo a incautos e inocentes haciéndoles creer que subiéndose a los tejados podrían ver a los Reyes Magos. O una más peculiar aún y típica de Madrid, que era la de acercarse al Palacio Real para comentar luego en familia cotilleos diversos sobre los nobles que asistían a la misa de la capilla pública. De paso se echaba un ojo al traje que llevaba ese día el rey, vestido que un par de meses después y de manera notoria y fastuosa se entregaba anualmente al titular del condado de Ribadeo.

Estarán pensando ustedes que por qué iba a querer un conde las ropas usadas del rey, si porque no tenía qué echarse encima o por algún fetiche extraño. El obsequio del traje usado por el monarca en Epifanía —conducido por la capital en un coche de la casa real y entregado por cuatro guardias alabarderos— era parte de un privilegio otorgado al conde de Ribadeo en el año 1441 que incluía, y he aquí lo que a nosotros nos interesa, el derecho a sentarse a comer públicamente en la mesa de los reyes cada 6 de enero. Una prerrogativa fabulosa si tenemos en cuenta que la estricta etiqueta palaciega limitaba al máximo las ocasiones en las que el rey almorzaba con otras personas. Puede que lo hiciera en público, pero muy pocas veces acompañado con otros comensales a la mesa: Carlos III por ejemplo lo hacía únicamente en caso de boda de alguna dama de la reina, en la reunión anual de los caballeros del Toisón de Oro y el día de Epifanía con el dicho conde de Ribadeo. Este privilegio lo otorgó el 9 de enero de 1441 el rey Juan II de Castilla como premio a «los muchos, buenos e leales e señalados servicios» que le había prestado el conde Rodrigo de Villandrando. Temible guerrero castellano y jefe de un ejército de mercenarios, Rodrigo había hecho un gran servicio al rey durante la guerra civil castellana (1437-1445) y especialmente el día de Epifanía de aquel 1441, cuando veló por la seguridad personal del monarca en Toledo batallando contra el infante de Aragón don Enrique. Rodrigo de Villandrando pidió como premio que él y sus sucesores recibieran por siempre jamás las vestiduras usadas por el rey en el día de Epifanía y, además, comer con el monarca en esa fecha.

Lo curioso es que la inclusión del conde en la comida del rey, pese a ser supuestamente un trato de favor, constituía realmente una humillación. Suponemos que para que tuviera claro cuál era su sitio, la casa real se encargaba de subrayar en todos los aspectos posibles que el invitado era en todo inferior al monarca y la ceremonia acababa siendo hasta ofensiva. Tal y como explica la etiqueta de la Casa de Austria, el día de Epifanía al mediodía llegaba el conde de Ribadeo a palacio acompañado de parientes y amigos, esperando a que el rey estuviera preparado para comer. Puesta la mesa y traídas las viandas con gran ceremonia, el monarca se sentaba y después hacía una seña al conde para que le acompañara pero en un banco, lejos y a su izquierda, en vez de en una silla. No había plato ni comida preparada para él, sino que a hurtadillas un criado le pasaba con poca ceremonia servilleta, pan y cubiertos y únicamente podía comer los platos que el rey no quería y después de que éste se hubiera servido. Este vergonzante convite servía, tal y como contó Mariano Pardo de Figueroa en la obra 'La mesa moderna' (1888) para que «el leal Ribadeo y sus descendientes tuvieran por cuatro siglos la ilusión, que aun conservan, de creerse honrados sentándose a la mesa del Rey de España», ay.

El título de conde de Ribadeo pasó en el siglo XVII a la Casa de Híjar y posteriormente a la de los Alba, de modo que ahora ostenta el título de conde el segundo hijo de la duquesa de Alba, Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart. Pero tranquilos que lo de la comida de Reyes ya no se hace. Sí que quedan medio centenar de trajes de Alfonso XII, XIII y Juan Carlos I en la colección de la casa de Alba, pero ahora las migajas de la mesa del rey no las querría nadie.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios