Francisco Jarauta: «El desasosiego va a crecer; temo una derechización del planeta hacia modelos autoritarios»
El filósofo y catedrático de la UMU participará el jueves, junto al politólogo Sami Näir, en 'La noche de las ideas' programada por Cartagena
Café y unas onzas de chocolate acompañan la conversación. Reina la calma en su domicilio de Murcia, por cuyo balcón se cuela la torre de ... la Catedral. Francisco Jarauta (81 años), filósofo, catedrático jubilado de la UMU y hombre sabio, mantendrá el próximos jueves una conversación pública con Sami Naïr, titulada '¡Cosmopolitas, uníos!', en el marco de la 'Noche de las ideas' incluida en la programación de Cartagena Piensa. Las palabras acuden a él servidas por la inteligencia. Como también Hans Magnus Enzensberger, sabe bien que hay «palabras ligeras como semillas de álamo» y otras que «más tarde quizás removerán la tierra».
«Toca ser responsables. No podemos jugar temerariamente con el olvido de que unos nos protegemos a los otros»
-¿También usted ha visto 'No mires arriba', la película de Adam McKay?
-Sí.
-¿Qué le pareció?
-Viene con una agenda de opiniones que la identifican como uno de los filmes que se atreven a plantear un relato al que nos hemos acostumbrado [una sociedad infantilizada y superficial], y que ahí viene a tratarse en toda su, llamaremos, asumida estupidez. Se plantea una emergencia [un asteroide va a impactar sobre la Tierra], descubierta azarosamente por una doctoranda, y a partir de ahí asistimos a un eco 'científico', al recurso a una administración presidida por la señora presidenta Meryl Streep, y al desconcierto absoluto en el que se implican Pentágonos y esos 'guardias costeros' que son los que cuidan de los riesgos importantes. Siendo un relato que asume la caricatura como instrumento, se llega a plantear como una especie de final, más que probable, que podría ocurrir, que nos podría ocurrir...; y, sin embargo, lo tenemos fuera de agenda porque estamos muy entretenidos con otros asuntos. Nuestra falta de preocupación por lo que puede ser el futuro es evidente.
Ha habido varias décadas de obsesión por poder tener un discurso creíble de un futuro a la mano. Se ha pasado de una etapa en la que teníamos la seguridad de que podíamos decidir el futuro -desde las revoluciones a las vanguardias se pensó así-, a un tiempo de ansiedad en el que las cosas van tan veloces que necesitamos por lo menos el dibujo de ese futuro. Y en los últimos años, en estos cortos años, cuando los cambios han sido más veloces e imprevistos, la pandemia ha jugado un papel de tipo pedagógico que ha afectado a la mirada y a la forma de pensar de todos.
-¿En qué sentido?
-Nos hemos reconocido más vulnerables de lo que creíamos, más expuestos de lo que pensábamos, mientras hemos ido percibiendo una asimetría entre nuestros sistemas de seguridad y los riesgos que iban creciendo; en este momento nos encontramos conque, incluso, la competencia para hablar del futuro se ha esfumado. En muy poco tiempo hemos perdido tensión y pasión, y estamos situados en un espacio de espera que se hace dolorosa. En un plazo corto, se ha abierto un escenario donde los interrogantes sobre ese futuro ya casi no existen. Nos hemos climatizado en esa espera, y nuestro trabajo es esperar.
La lectura del futuro ya ha dejado de ser una parte de nuestra ansiedad. Ahora ya nadie habla de las sociedades del futuro, serán las que serán... De momento, ya hay quienes están asociados a esa gran alianza que se ha hecho entre el gran capital y la gran industria de la comunicación. ¡Communication in business! Esa es la gran alianza que determinará las formas del futuro, que determinará los nuevos estándares culturales y las nuevas formas de vida, y que desarrollará un tipo de sociedad cada vez más virtual. También es cierto que existe el contradiscurso, y seríamos necios olvidándolo: todavía existe una gran apoyatura política hacia las micropolíticas, incluidas las microutopías, crear pequeños espacios de reconocimiento político.
-¿Qué le preocupa del panorama político de nuestro país?
-Hay un desasosiego para los que somos ciudadanos de a pie referido a la polarización permanente que en el campo de la política se está dando: una política que ha hecho de la animadversión y del insulto instrumentos políticos que nunca deberían haber sido legitimados. En este momento, el patio político es absolutamente de monipodio. Asistimos a un bochorno permanente en el que todo vale. Un juego político perverso, insultante, que deteriora y agota las posibilidades políticas y que por otra parte juega, porque las necesidades son urgentes, a obligados cumplimientos de atender cuáles son las situaciones más necesitadas; ahí la política no tiene que distraerse mucho porque queda en evidencia. Ese desasosiego al que me refiero está muy atravesado por la ira, la acusación permanente y esos tonos altos que ya nos tienen a todos como fuera de juego. La política debe reivindicar la dignidad, y éticamente también el compromiso con la ciudadanía. Pero el hecho es que estamos en una sociedad donde el engaño ya está naturalizado y la verdad no tiene por qué ver con los hechos, está al margen de los hechos. Y con todos esos libres juegos de lenguaje estamos abocados a una permanente falsación de cuál es la realidad.
«Usos de lo político que, lesionando toda legitimidad y dignidad, han caído en el cambalache de un mercado persa»
Todo vale
-Eso forma parte del 'todo vale' al que antes hacía mención.
-El todo vale de hoy es cada vez más una verdad consignada, se acepta. Y el desasosiego va a crecer en los próximos años porque incluso me temo a corto plazo una derechización del planeta hacia modelos cada vez más autoritarios, lo que hará más incómodas aquellas posiciones que se pueden llamar deudoras de las democracias tradicionales. Va a haber un momento en el que no digo que lleguemos al 'sálvese quien pueda', pero en el que sí que vamos a sufrir las condiciones de un poder nuevo que limitará las libertades; y tendremos que luchar por recuperarlas de alguna forma.
-Lo que dice no es muy optimista ni muy esperanzador...
-No. Digamos que no soy ingenuo, por una parte, y que, por otra, tengo un talante escéptico. Además, los hechos están asumiendo cada vez más dificultades para que se haga posible, verosímil, un mundo en el que podríamos decir que hemos creído, o incluso que hemos soñado. Más justo, más digno, y no digo ya que más fraterno, pero sí que donde los derechos humanos no sean un protocolo escrito en un momento de optimismo, sino una exigencia moral para todo.
«Me tocará morir, no estoy tan lejos, pero es más fuerte la voluntad de resistencia que la voluntad de miedo»
El Mar Menor
-¿Hacia dónde va esta Región?
-Defiendo una posición de ciudadano que más que otra cosa es espectador de asuntos varios que han marcado la agenda política de esta Región. Fiascos terribles, gravísimos, que estallaron con el tema del Mar Menor; usos de lo político que, lesionando toda legitimidad y dignidad, han caído en el cambalache de un mercado persa. Creo que en un sueño, influido por las lecturas de [Franz] Kafka, vi un cartel donde se leía: 'San Esteban, mercado persa'. Donde los intereses políticos jugaban por encima de lo que podríamos llamar las dignidades innegociables. La política real de la Región nos muestra una situación en la que, por un lado, se repiten los problemas que tiene el resto del país, y por otro hay como una especie de déficit político agrandado precisamente por el tipo de políticas que se aplican en todos los órdenes, desde los sociales a los de la Educación, la Sanidad, la Vivienda, el Trabajo...; esta Región, que podría ser una república de las letras -hablo en términos culturales-, que tiene todas las capacidades para organizarse como un modelo de sociedad cada vez más avanzada, más tolerante, más libre, más creativa, se ha contentado, digamos, con unos estándares cómodos...
-¿Por dónde pasa su futuro?
-Su futuro pasa por resolver problemas que son graves; indiscutiblemente, el Mar Menor tiene un efecto público de extrema sensibilidad, al mismo tiempo que interroga sobre prácticas que van desde el desarrollo agrario a la falta de responsabilidad política sobre la protección de la Tierra, los llamados derechos de la Tierra. Ha llegado el momento de tomar decisiones y, sobre todo, de aplicar políticas. No es suficiente con pasar la pelota de tejado en tejado o incluso con, después de pasarla al Gobierno de la nación, pasarla también a Europa. No vale ese 'nosotros somos inocentes y ustedes son los responsables'.
-Se han conseguido más de 500.000 firmas de apoyo a dotar de personalidad jurídica al Mar Menor...
-Indiscutiblemente, ha sido un acto de ciudadanía muy hermoso el que, en efecto, se hayan conseguido 670.000 firmas que reivindican personalidad jurídica para el Mar Menor. Y ha sido admirable y extraordinario el esfuerzo de ese grupo de personas de la Plataforma de Defensa del Mar Menor que, como Teresa Vicente, identificaron su objetivo y dieron su batalla por conseguirlo. Y me auguro que no se pueda ya retroceder, y que tendrá que aplicarse una política que haga que el Mar Menor sea una especie de pequeña y bella utopía en la que todos nos reconozcamos.
-¿Qué nos toca hacer ahora respecto a la pandemia?
-Toca ser responsables. No podemos jugar temerariamente con el olvido de que unos nos protegemos a los otros. No somos 'outsiders' en este mundo de la enfermedad; con respecto a la pandemia, ser responsables es una exigencia absolutamente innegociable.
-¿Usted tiene miedo?
-He tenido en algún momento cierto miedo, pero también he visto que ya no puedo desarrollar un miedo crónico ni sobre la enfermedad ni sobre la muerte. Sé que puedo ser víctima, me vacunaré todo lo que pueda; y también sé, y se me hace cada vez más patente, que me tocará morir; no estoy tan lejos, pero es más fuerte la voluntad de resistencia que la voluntad de miedo. Dialogo con ese destino humildemente, pero con fuerza interior. Quiero resistir, quiero sobrevivir, lo deseo, me parece tan hermosa la vida a pesar de todo...; pero no podemos olvidar el inmenso dolor que cae sobre la Humanidad, sobre los náufragos de los mares y sobre aquellos que nunca han conseguido un momento permanente de seguridad y de dignidad.
«Lo social se está virtualizando y nuestras relaciones se han ido, en todo caso, licuando»
-Y la opinión pública...
-La opinión pública ha renunciado a determinado tipo de exigencias. Hoy prefiere más la seguridad que la libertad. Estamos en un momento en el que lo que podríamos llamar el espacio de lo social se ha ido reduciendo. Quizás, dentro de poco el núcleo fundamental de tu mundo sea tu casa.
-¿Y qué papel juegan 'los otros'?
- Los otros importan cada vez menos, son como figurantes en el gran teatro de la representación. Y son cada vez más virtuales. La comunidad se está haciendo virtual, lo social se está virtualizando y nuestras relaciones se han ido, en todo caso, licuando. Se podría hablar de que estamos en una primera fase de la construcción del mundo virtual.
-¿Cómo asiste a la proliferación de los discursos del odio?
Es uno de los fenómenos de nuevo corte que se ha generalizado de una manera inesperada. Yo me pregunto cómo es posible que se escenifique ese odio, y que también se exponga a niveles más privados; debe haber algo que lo precedió, y que lo vamos a llamar latente; como una latencia de animadversiones, de rechazos...
Hay una forma de construir la relación servida por el odio; de alguna forma, algunos específicos discursos políticos la practican de forma permanente y eso mina totalmente la cohabitación. Y la política tendría que ser aquella que hace posible el reconocimiento del otro en condiciones de igualdad. En primera instancia, a fin de cuentas, todos somos seres humanos, y debemos reconocernos unos a otros como tales. Ese es un principio innegociable. Pero si yo proyecto sobre ti una perspectiva no del reconocimiento, sino de la exclusión, estoy planteando ya la guerra, la aniquilación. Terrible.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión