Espacios de plenitud

Decía García Martínez que «hay momentos en la vida –no más de un par de ellos o tres– en que, deleitándose tu espíritu con el sabor de algo o de alguien, entras en un trance de plenitud absoluta. Te sientes tan bien, tan a gusto contigo y con el mundo, que parece que levitaras». Bien sabes, querido García, cómo te agradecí en vida (como a ti te gustaba) el haber podido compartir espacios de plenitud gracias al estudio de tu obra periodística que desembocó en la tesis 'Análisis e interpretación de la columna de opinión en la obra periodística del murciano José García Martínez' y que, si me lo permiten, invito a leer para que conozcan en profundidad el legado de un periodista como García Martínez.

Le admiré desde la primera vez que le leí y, cuando le propuse estudiarle, el estufido que me dio aún resuena, porque no se sentía merecedor. Gracias a la intermediación de Perico Soler (ya estáis juntos) y Pepe Carreres (cuánto siento tu dolor) y, por qué no decirlo, porque García se había enamorado de Pepita y estaba 'blandito', accedió a darme una entrevista en profundidad. Y aquello derivó en compartir sus escritos inéditos, su biblioteca, sus álbumes, sus recuerdos, sus experiencias, su vida y, durante cuatro años, hablamos a diario, nos escribimos, nos conocimos y por eso hoy destaco la figura de un hombre que, sensible hasta la médula, se parapetaba en un carácter serio para fingir que nada le afectaba, un hombre de voz grave, de risa fácil, tímido, amante de las cosas sencillas, de la música clásica, de la naturaleza, de Jumilla y que en su escritura se caracterizaba por no querer ofender (para lo que tiraba de 'fina socarronería') y empeñado en que lo entendieran.

Hoy envío un abrazo cálido a su familia, amigos, compañeros, lectores y, cómo no, a la cabra, y me despediré de quien, sin temor a equivocarme, más me ha enseñado de la Murcia a la que amo, a mi 'corrector', a mi mayor 'orientador' de libros, a mi consultor y a quien tanto quiero. García, gracias.