Cuando escribir la ciudad es todo lo que uno desea: el caso de Aitor Romero Ortega
Literatura ·
El escritor barcelonés presenta este sábado en la librería Libros Traperos de Murcia 'El arte de escribir de pie', una indagación en el verdadero sentido del viaje y también una mirada introspectiva a los lugares que nos han hechoEn su adolescencia, mucho antes de obsesionarse con el rastro de la ciudad en las novelas, Aitor Romero Ortega (Barcelona, 1985) empezó a sentir lo ... que el filósofo Paul B. Preciado llama «el primer nivel del amor urbano». Fue en su pindongueo nocturno por barrios que en nada se parecían al suyo. Barcelona tiene «la estructura de un sueño o de un recuerdo», a partir de cierta edad, y caminando, como haría un vulgar y corriente achinero, lo que hacía el Aitor que despertaba a la vida «en aquellos ambientes refinados y crueles» era mancharse de la ciudad.
«Amaré y odiaré con la misma desesperación esas calles, que se irán adhiriendo a las suelas de mis zapatos hasta quedarse impregnadas en mi mirada. Escribir la ciudad –esa empresa imposible– será todo lo que querré», se propone en 'El arte de escribir de pie' (Candaya, 2023), el libro que este sábado le trae a Murcia, a la librería circular de Traperos de Emaús, Libros Traperos (11.30 horas).
'El arte de escribir de pie' nos introduce en otras realidades: Madrid, Roma, Lisboa, Irlanda del Norte, la América profunda y Tánger que, junto a Barcelona y Benidorm, sirven al autor como estímulos para empujar fuera de sí las emociones y deseos que le producen la vida y el viaje
Forjarse como caminante exige determinación, y la actitud como paseante de Romero, «hijo bastardo» de la zona alta de Barcelona, sería determinante para acabar convirtiéndose en escritor y admitir que, seamos francos, todo escritor es «un aprendiz de traidor». ¿Por qué? Porque «disimula y mira, registra experiencias y espera el momento propicio para contar su historia, que es en realidad la historia de los demás».
Lo que hace Aitor Romero [estudió Ingeniería Industrial entre Barcelona y Lyon, autor de la novela 'Deflagración' (2015) y del libro de cuentos 'Fantasmas de la ciudad' (Candaya)], en 'El arte de escribir de pie' es ir más allá de la observación sociológica de Barcelona («la ciudad propia es una prisión inevitable, Marc Caellas [director de teatro, escritor y comisario cultural] la llama Carcelona») y de la «triste clase media catalana, la más aburrida del sur de Europa», en la que fue criado, para obrar el milagro del autodescubrimiento en una entonación de recuerdos que conducen al lector por algunas de las geografías que forman parte de sus espacios vitales.
El fosforismo de Benidorm
Uno de esos lugares es Benidorm, donde Aitor, «un mero observador con una pizca de imaginación», edifica un monumento al viajero desprejuiciado que siente envidia por «ese fosforismo de la vida» (dice mucho de la socialización del placer) y que se emociona escuchando a un hombre de 70 años decirle a otro: «Esta es mi novia». Estos «lugares narrados, ensayos viajados», como reza el subtítulo de 'El arte de escribir de pie', son una introducción atmosférica y álgica a otras realidades: Madrid, Roma, Lisboa, Irlanda del Norte, la América profunda y Tánger que, junto a Barcelona y Benidorm, sirven al autor como estímulos para empujar fuera de sí las emociones y deseos que le producen la vida y el viaje.
«Me pregunto ahora por qué escribo todo esto. ¿Qué busco? Crear un lazo, redefinir una identidad. La literatura es la búsqueda de un lugar propio. Y si nosotros mismos no nos inventamos una patria, me temo que no tendremos ninguna»
Aitor Romero Ortega
Escritor
«Confieso que siempre he vivido en tercera persona, con una aparente distancia que se interpone entre la experiencia y mi yo, y que hace que las ondulaciones de la vida me lleguen amortiguadas, como las olas que alcanzan la playa de un mar interior», escribe Aitor Romero, consciente de que la escritura no siempre alumbra oscuridades, sino que contribuye a enturbiar el mundo. De hecho, cita a Italo Calvino cuando en 'Las ciudades invisibles' Marco Polo le dice al emperador de China: «Nadie sabe mejor que tú, viejo Kublai, que no se debe confundir nunca la ciudad con las palabras que la describen». «Pues eso. No lo hagan ustedes tampoco. Se lo pido».
Inventarse una patria
En esta indagación sobre los géneros híbridos de la prosa –la crónica y el ensayo autobiográfico fundamentalmente–, Aitor Romero se piensa en todo momento en el recuerdo del caminante que es y ha sido desde la infancia: «Sin pensarlo me doy cuenta de que la condición extranjera es la actitud que elegí tácticamente desde el principio. Una forma de estar en el mundo y de mirar a los demás. Tardé años en reparar en ello, mientras vivía indiferente como siempre se habita en la ciudad propia. Tuve que irme lejos para volver hacia atrás y rehacer mi vínculo con algunos lugares». Hoy vive en Madrid, desde donde llega a una conclusión que explica todo el libro: «Me pregunto ahora por qué escribo todo esto. ¿Qué busco? Crear un lazo, redefinir una identidad. La literatura es la búsqueda de un lugar propio. Y si nosotros mismos no nos inventamos una patria, me temo que no tendremos ninguna».
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