Diario de escritura (LXVII)
TIEMPO POR VENIR ·
Lunes 12 de octubre
Te levantas temprano para ir a la piscina. Al llegar, está llena y, en vez de esperar, te vuelves a casa. Desayunas tranquilo y comienzas a preparar la intervención del congreso del miércoles. Creías que la tenías prácticamente urdida, pero miras el programa, te da respeto y la trabajas con más intensidad. Preparas el Power Point y no descansas hasta comprobar que todo tiene sentido y que no vas a quedar mal.
A lo lejos, se escuchan los pitos de los coches y las banderas en la Plaza Circular. Es el día de la Hispanidad. Te incomoda esa manera de celebrar basada en molestar a los demás. Celebrar a la contra, llevando una bandera que es de todos y que unos cuantos creen que solo pertenece a ellos.
Cada vez estás más cansado de los debates en torno a este día. No sabes qué te hastía más, si el #nadaquecelebrar o el #OrgulloEspañol. Dos caras de la misma moneda: visualizarse 'contra' los otros. Los buenos y los malos.
Por la tarde, a pesar de que es fiesta, taller del Club Renacimiento. La materialidad de la escritura. Hablas de cuadernos, plumas, programas de ordenador y organización del manuscrito. Después, cerveza rápida, pizza y buena conversación. Lunes bien aprovechado.
Martes 13 de octubre
Clase por la mañana sobre el concepto de 'genio' y la necesidad de repensarlo para hablar de los artistas. Hoy te sientes a gusto y el conocimiento fluye. A pesar de las mascarillas y los rostros escondidos.
No encuentras calzoncillos que te vengan bien. Todos te aprietan o se te caen. Te habías acostumbrado a un modelo que parece que han dejado de fabricar. En realidad, es una especie de segunda piel y, mientras no encuentres sustitutos, la incomodidad no se va en todo el día.
Por la tarde, dos horas de videoconferencia. Demasiadas clases en un día. Terminas reventado y ni siquiera puedes ver la tele mientras cenas. No admites una pantalla más esta noche.
Miércoles 14 de octubre
Congreso en la Complutense por la mañana. Conferencia inaugural. De nuevo, en pantalla. 'Obras reales y obras de ficción: el escritor como artista conceptual'. Reflexionas como crítico acerca de tu obra literaria. Tomas prestado de Mieke Bal el concepto de 'auto-teoría': el autor, cuando es crítico y teórico, también tiene una posición legítima respecto a su obra. No es más importante o definitiva que la del crítico distanciado, pero tampoco menos.
Terminas tu intervención contento y con la sensación de haber expuesto algo que sirve para el resto del congreso. Aunque lo hayas dicho sin ver las caras del público, sin observar una sola reacción. Es como hablar al vacío. Más allá de la satisfacción del acto comunicativo, del gusto –y la necesidad– de comprobar a través de una mirada o de un gesto de asentimiento que una idea o un argumento ha llegado a su destino. Por alguna razón, eso borra la pasión en el discurso.
Sin apenas tiempo para nada, apagas el ordenador y sales corriendo para llegar a la clase de la universidad. Llegas justo para encender de nuevo el ordenador allí, entrar en el aula virtual, abrir Zoom y dar la clase para los que están y los que te ven. Una vez más, la puñetera pantalla.
Respondes emails atrasados uno tras otro. Declinas varias invitaciones. A textos, a presentaciones, a conferencias. Algunas incluso te apetecen y estás tentado a decir que sí. Pero ya no puedes más.
Querías haber escrito hoy, pero no has tenido un minuto. Se te está haciendo cuesta arriba la semana. Demasiados compromisos. Demasiado no haber sabido decir que no.
Jueves 15 de octubre
Contestas temprano a unas preguntas sobre el librito de la siesta para un artículo acerca del tema. Después, viene a casa Enrique para tomar unas fotos que saldrán el próximo sábado en 'Ababol'. Te fotografía en la cama. Al principio, dudas, pero luego encuentras la pose y te haces el dormido. Al fin y al cabo, van a ilustrar un texto sobre la siesta. Lo suyo es fotografiar el lugar del crimen.
Terminas el diario justo antes de la clase taller del Club Renacimiento. De nuevo, materialidad de la escritura. Las preguntas y la conversación llevan la clase a una reflexión sobre cómo organizar la tensión narrativa en un diario, si es que eso es posible. Te hace cuestionarte hasta qué punto esto que escribes aquí es real o ficticio. En qué medida la elección de lo que cuentas, lo que olvidas, lo que intencionadamente velas o no cuentas, no es sino una manera de construir un relato. El relato de tu vida. Y, por extensión, el de la vida de los demás. El relato, en el fondo, de todo un mundo.
Viernes 16 de octubre
Temprano, en el centro Puertas de Castilla, decidís los ganadores del CreaMurcia en Fotografía y Artes Visuales. Es complicado ser jurado a veces porque decidir no es fácil. Pero este año, nada más entrar a la sala, se te van los ojos a los proyectos que acaban ganando. Hay algo especial en las obras de arte que tienen vida detrás. Y se percibe por la mirada.
Después de la rueda prensa, test rápido del Covid en la universidad. Da negativo. «No has estado en contacto con el virus». O lo que es lo mismo, después de saber que lo has pasado: ya no te quedan anticuerpos. Acabas de certificarlo.
Visitas a la Julia casi de inmediato. Hoy la besas y abrazas. Por fin. Llora desconsolada.
Por la tarde, entrevista con José de Monfort sobre 'El don de la siesta'. Es la primera conversación larga sobre el libro. Aún no tienes el discurso preparado. Todavía no lo has interpretado. Por experiencia, sabes que el modo en el que 'cuentas' el libro se va construyendo poco a poco, entrevista tras entrevista, presentación tras presentación, hasta dar con tu versión de lo que has escrito. Hoy es la primera y titubeas. Aunque te sorprende la rapidez con la que llega la interpretación. Más rápido que en tus libros anteriores. Es más fácil explicar un ensayo que una novela. Al fin y al cabo, son argumentos e ideas.
Después de la entrevista, regresas al texto sobre los dibujos de Javier Pérez. Ya va perfilándose el final. Este fin de semana, lo rematas.
Por la noche, comenzáis a ver 'Antidisturbios', la serie dirigida por Sorogoyen. Los treinta primeros minutos te parecen magistrales. Un desahucio narrado desde la perspectiva de la policía. La violencia latente siempre a punto de explotar. Está entre lo mejor que has visto en tiempo. El inicio de 'Salvar al soldado Ryan'.
Sábado 17 de octubre
'Ababol' adelanta un capítulo de 'El don de la siesta'. Te encanta la foto, la ilustración y la maquetación. Te sientes un privilegiado y te alegra el día.
A media mañana, te gradúas la vista y eliges una nueva montura. Gafas de moderno. Otra vez. Después, comes con Raquel en el Morales. Los dos, tranquilos en la terraza. El tiempo se frena ahí. Y también después. En la siesta perfecta.
Por la tarde continúas la escritura del texto sobre los dibujos. Percibes ya el fin en la punta de los dedos.
Domingo 18 de octubre
Toda la mañana escribiendo. Perfilas el texto. Lo imprimes. Lo dejas reposar unas horas.
Mientras tanto, terminas de leer los poemarios y relatos del concurso literario del que eres jurado. Se te va también medio día en eso.
Veis el nuevo episodio de 'Patria'. Una obra maestra de contención. Acabas, de nuevo, con un nudo en la garganta.
Por la noche, regresas al texto sobre los dibujos y corriges las erratas. Te gusta mucho cómo ha quedado. Más allá de los libros y los proyectos largos, estos pequeños textos te permiten experimentar, probar modos de hacer, desarrollar ideas y esbozar problemas. Forman parte de tu escritura. Y, de algún modo, apuntalan todo lo demás.
Antes de acostarte, lo envías al artista. Devuelves a la estantería los libros que has utilizado y despejas la mesa de papeles y cuadernos. Necesitas ver el escritorio vacío, limpio, desnudo, preparado para el día siguiente. Solo entonces comparece el sueño.