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Diario de escritura (LIII)

TIEMPO POR VENIR ·

Domingo, 3 de mayo 2020, 02:18

Lunes 20 de abril

Escribes por la mañana unos párrafos sobre los encamados como contrafiguras modernas. Después, mientras pedaleas en el balcón, lees casi del tirón 'Mi año de descanso y relajación', el libro de Ottessa Moshfegh. La protagonista de la novela desconecta del mundo y, como un moderno Oblomov, se retira a su casa a dormir y a no hacer nada. Mientras lees, piensas que ahora, en este confinamiento, el libro tiene un sentido diferente. Esta novela especialmente, pero también todos los libros, todas las ficciones. La manera de ver y leer el mundo se ha transformado.

Grabas un vídeo para que la Biblioteca Regional lo difunda en sus redes el Día del Libro. Es el décimo que grabas estos días. Demasiados vídeos, demasiadas recomendaciones. Por saturación, las cosas dejan de tener sentido.

Martes 21 de abril

Hoy salís a la calle. Raquel y tú. Os hacen el test en el Hospital de Molina y tenéis que coger el coche. Has perdido la costumbre y te cuesta sacarlo del garaje. Al menos arranca.

La ciudad está menos desierta de lo que imaginabas. Parece un martes de agosto. Os sacan sangre y os dan los resultados: positivo, los dos. Habéis desarrollado anticuerpos al virus. En cierto modo, os alegráis. Nadie sabe lo que dura la inmunidad, pero pensáis que es mejor haberlo pasado así, leve, que no haberlo hecho. A pesar del vértigo y el peligro.

En las noticias la tensión se hace cada vez más irrespirable. La ideología se oculta detrás de cada opinión. Creías que esta crisis os iba a hacer mejores, pero en el fondo todo acaba regresando al mismo lugar. Se ve venir. Tarde o temprano se vuelve a la misma mierda de siempre. No sabes si eso te entristece o en el fondo te alegra. Que se vuelva a hablar de Cataluña y de los enfrentamientos entre partidos. No sabes si es síntoma de regreso a la normalidad, o de la capacidad de adaptación. De que ni siquiera algo así logra ponernos de acuerdo.

Por la noche, lees 'Dadas las circunstancias', el último libro de Paco Inclán, y se te saltan las lágrimas de la risa. Agradeces este oasis en medio del derrumbe. Es uno de tus autores preferidos. 'Incertidumbre', su libro anterior, incluye alguna de las mejores crónicas que has leído jamás. Aquí ha destilado la fórmula. Inclán tiene la capacidad de relatar lo que le sucede combinando la visión precisa del mundo con el surrealismo y el humor. Son situaciones absurdas, como la confusión del término escatología, la búsqueda del último hablante de un idioma que mezcla el vasco con el romaní o el intento de encontrar el chiste que mató en Cuba a un poeta melancólico. Situaciones muchas veces embarazosas que desencadenan la carcajada. Crónicas –o antropologías– frustradas. Narrativa perfecta. Que un libro te haga reír y disfrutar de esa manera en estos días tristes es una doble alegría.

Miércoles 22 de abril

Hoy la escritura fluye. Terminas un capítulo del librito sobre la siesta. Cuando compruebas el texto, te das cuenta de que has escrito a un ritmo parecido al que solías hacerlo antes de estas semanas extrañas. Como si fuera un día cualquiera. Como si el mundo no se estuviera cayendo a pedazos.

Logras dejar el ensayo medio esbozado. Sabes que ya está verdaderamente en camino cuando comienzas a verlo como un todo, a hacer pruebas de formato, a imaginar el color de la portada, cuando empiezas a visualizarlo como un libro físico que puedes tocar con las manos.

Ves un vídeo del Hospital Morales Meseguer. La UCI está vacía. Parece una luz al final del túnel. Una luz mínima, lejana, apenas perceptible, pero una luz en medio de la oscuridad.

La noticia del día es que van a dejar salir a los niños. Por supuesto, después llega la polémica. Que si es tarde, que si es pronto, que mejor nadie, que mejor todos, que poco, que mucho. Haga lo que haga, el Gobierno se equivoca. Cualquier gobierno, cualquiera que esté en el poder ante una situación que jamás hemos vivido.

Jueves 23 de abril

Extraño Día del Libro. Haces un directo con Leo en el Instagram del Club Renacimiento. Habláis de libros y series. Por un momento, parece que la realidad exterior desaparece y conversar sobre literatura os viene bien para salir del bucle de la sobreinformación.

Por la tarde, comentas tu novela con los alumnos del taller de escritura de Fernando Clemot. También la conversación fluye.

En la prensa aparece una lista de 10 de tus autores preferidos. Beckett, Bernhard, Vila-Matas, DeLillo, Hustvedt, Auster, Bolaño, Maillard, Ernaux y Carrère. Hablas sin prejuicios simplemente de lo que te gusta y lo que te influye. No de lo que supuestamente es mejor o peor. No recitas el canon. No eres profesor de literatura. Eres escritor.

Por la noche, tertulia de radio. También sobre libros y literatura.

Acabas el día reventado. No has parado ni un momento. Como cualquier otro Sant Jordi. Pero sin moverte de casa.

Viernes 24 de abril

Dos horas de clase virtual te dejan absolutamente noqueado. Lo dices en la Red y más de uno lo comparte. Es un cansancio diferente al del aula. Lees que estresa más porque no se ven las caras, porque no hay interacción, por la incertidumbre, por el vértigo, porque, al fin y al cabo, no hay comunicación directa.

Envías el diario a última hora. Esta semana no has tenido el documento abierto porque has estado centrado en el ensayo y hoy has tenido que escribirlo prácticamente del tirón.

En la radio hablas de cine y literatura. En un segundo formas una lista de posibles relaciones. Te sorprendes con lo rápido que te funciona la cabeza a veces. Si pudieras entrar en ese estado a voluntad...

Por la noche veis 'El hombre tranquilo', la película de John Ford. Es tan disparatada la situación que te cuesta entrar en la historia. Están ahí todos los clichés sobre el machismo y la sumisión de la mujer. Llaman tanto la atención que no sabes si es una crítica de Ford a la sociedad irlandesa de principios de siglo o una afirmación de su presente. Te sorprendes juzgando la película desde tu perspectiva, dejando de lado lo que los antropólogos llamarían el punto de vista 'emic', el de emisor, y quedándote en el tuyo, el 'etic'. Imaginas un futuro en el que tu presente también sea un pasado.

Sábado 25 de abril

Mañana de limpieza. Solo te gusta fregar el suelo. Te relaja, como planchar.

Le planteas a Ángel Haro la posibilidad de incluir durante unas semanas su obra en tu diario. Las imágenes que sube a Facebook, su diario visual del confinamiento. Es otra escritura de estos días, otra memoria, tal vez más inmediata y auténtica que la del texto elaborado.

Por la tarde continúas escribiendo. Todo va tomando forma. Los aplausos de las ocho son cada vez más escasos. Frente al silencio de los demás, tú aplaudes cada vez más fuerte.

Domingo 26 de abril

Te asomas al balcón y observas a un padre pasear con tres niños, todos con mascarilla. Hoy es el día. Creías que te alegraría contemplar a los niños por fin pisar la calle, pero la imagen te aflige aún más que la de la ciudad vacía, como si tuviera más realidad, más densidad trágica. No sabes por qué. Intentas buscar la razón, pero no logras encontrarla.

Por la tarde ves las fotos de la salida y tu perspectiva cambia. Son imágenes felices. Los niños y la alegría. Por supuesto, en internet, crece la disputa. Llaman a los padres irresponsables. Llaman al gobierno irresponsable. Todos llevan la razón. Todos lo saben todo a todas horas. Es extraño, piensas, tú no sabes nada de nada. Prefieres vivir en la incertidumbre que creer que posees respuestas para todas las preguntas.

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