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Lunes 8 de junio

Comienza la última fase de la desescalada. Por la mañana visitas a la Julia. Ahora entras al patio. ¿Se puede uno abrazar ya?, pregunta igual que preguntan los niños. A ti te gustaría, pero aún tomas las precauciones. Sientes, de verdad, la barrera de los cuerpos que no se tocan. Sobre todo, en la despedida. Sin abrazos, el cariño se disipa.

Lees de un tirón 'Esto es placer', la pequeña novela de Mary Gaitskill que revisa con otra óptica el movimiento #MeToo. Es un libro incómodo que te hace pensar acerca de la distancia muchas veces indiscernible entre la mala educación y el acoso. Te deja pensando un buen rato. Si lo hubiera escrito un hombre, la recepción habría sido diferente. Sin duda.

Camináis por la tarde. Tienes la sensación de que hay más gente por la calle que había antes de la pandemia. Las calles y las terrazas llenas. Todo el mundo fuera de sus casas. Es lunes, pero parece un día de fiesta.

Continuáis viendo 'Better Call Saul'. Después de tres temporadas seguidas, ya puedes decir que la estás disfrutando incluso más que 'Breaking Bad'.

Martes 9 de junio

Día de la Región. No te gustan las banderas, ni la reivindicación de los orígenes. Aun así, estás orgulloso de tu murcianía. Haces gala de ella siempre que tienes ocasión. Es el lugar en el que te ha tocado nacer. Un lugar cualquiera. Ni mejor ni peor que otro. Pero es el tuyo. Has viajado y has vivido en sitios mágicos. No te ha costado trabajo acostumbrarte. Es posible que pudieras vivir en otra región, en otro país. Pero te gusta Murcia. Es un buen lugar para regresar.

Terminas de leer 'La piel', de Sergio del Molino. Lo has degustado lentamente. Conforme llegas al final, van creciendo en tu cabeza las ganas de escribir. Estás procrastinando tu novela, aguantando las ganas hasta que sean incontenibles. Te sucede muchas veces: demoras hasta el último momento lo que quieres hacer, lo que anhelas, dejándolo para el final, terminando antes todo lo demás... Es el ritual del deseo. Esperar siempre un poquito más, hasta que ya no puedas aguantarlo. También funciona en la escritura. Por eso hoy solo te sientas al final del día, cuando lo que quieres escribir ya no puede esperar. Son solo unos párrafos. Han estado ahí todo el día, cocinándose a fuego lento. Si han aguantado hasta el final, es que son necesarios.

Miércoles 10 de junio

Siempre escribes lo mismo el día de tu cumpleaños: comienza con un silencio, el de la llamada que ya no llega para felicitarte. La ausencia de tu madre. No importa el tiempo que pase; cada cumpleaños es un cumpleaños sin ella.

Es siempre momento de hacer balance. De los sueños cumplidos, los deseos, las pérdidas... lo que le pides a la vida. 43 años. Número extraño. Todavía 42 se mantenía cerca de los cuarenta. El 43 se adentra hacia la –con suerte– otra mitad de la vida. Ya no eres un joven. Quizá solo en la literatura. Ahí persiste la ilusión de que uno es joven hasta los cincuenta. Pero el cuerpo no engaña, ni tampoco las decisiones que uno va tomando. De un tiempo a esta parte lo notas sobre todo en la actitud que tienes ante ciertas cosas. Has comenzado a abandonar la falsa sonrisa, has dejado de agachar la cabeza y ya no te callas lo que te hace daño. Empiezas a entender a esas personas que no aguantan tonterías de nadie y conquistan su propio tiempo.

Los últimos años han sido tus momentos de revisión del pasado. Hacer las paces con el origen, reencontrarte con todo aquello que dejaste de lado. Ahora comienzas a mirar hacia delante. Sea lo que sea 'hacia delante'.

Comes con Raquel en Barrigaverde. Te gusta el restaurante, el ambiente y la comida, la vuelta de tuerca a muchos platos murcianos. Estáis a gusto y soplas las velas sobre una tarta de queso que aún puedes saborear.

Por la tarde, celebras con los amigos del Eje. Iba a ser una cerveza rápida, pero la noche se alarga y no salís del Bosque Animado hasta que cierran. Incluso decidís haceros un tatuaje. No llevas ninguno en el cuerpo, pero en los últimos meses has barajado hacerte alguna cosa, aunque solo sea por la experiencia. Por marcar esa piel que ha comenzado a envejecer. Hoy dices que sí, que te lo harás sin duda. Mañana, sobrio, volverás a pensarlo.

Jueves 11 de junio

Con la resaca aún del día anterior, te acercas con Alberto, Leo y Daniel a la primera comida del Círculo. Os ha invitado Yayo y allí os encontráis con otros amigos de la cultura. El gazpacho manchego de rape que prepara Pedro está espectacular. Como los vinos que han llevado el resto de los comensales. Te sientes privilegiado por lo que sucede allí, especialmente por escuchar las historias que cada uno cuenta. Es una Murcia oculta, mágica y disparatada.

Vuelves a casa para la clase del Club Renacimiento por Zoom. Las impartes como puedes y regresas de nuevo a la comida del Círculo. Te quedas un rato más y, después, de camino a casa, cenas con Leo. Intentáis comeros un kebab sueco para que la bebida empape. El intento de cena te acompaña toda la noche en el estómago. A veces olvidas que ya no tienes edad para excesos. Tampoco vesícula.

Viernes 12 de junio

Poca resaca por la mañana. Repasas el diario de la semana anterior y lo envías por e-mail al periódico.

Comes con Marta en el Hispano. Celebráis dos cumpleaños en uno. Después, gin-tonic en el Parlamento. No sabías que estaba abierto. Entrar a ese espacio de madera y sentarte tranquilo en uno de los sillones es lo más parecido a regresar a la normalidad. Parece que todo vuelve a su lugar. Aunque haya otras cosas que ya no puedan hacerlo. Por mucho que uno lo desee.

Regresas a casa temprano. Antes de lo que habías imaginado.

Sábado 13 de junio

Duermes por fin y te levantas tarde. Casi diez horas del tirón. Te sientes como nuevo.

Lees los periódicos: el 21 de junio acaba el estado de alarma. Esta etapa aciaga comienza a llegar a su fin. Lo piensas unos segundos y te posee una melancolía paradójica. Nostalgia del confinamiento. Tienes la sensación de no haberlo aprovechado lo suficiente. No has salido al balcón tanto como imaginabas, no has utilizado la bicicleta estática que te compraste, ni la esterilla de yoga. No has leído más. No has escrito más. No has avanzado con la guitarra. Ni siquiera con el piano. No has desconectado más. Sales igual que entraste. Ni mejor ni peor.

Domingo 14 de junio

Pasas la mañana leyendo sobre fotografía de difuntos para documentar una parte de la novela. Terminas saturado de imágenes. Demasiadas fotografías en la retina. Algunas terribles, amargas, tristes. Eres consciente de que pronto esas fotos van a poblar tus pesadillas.

Ves el partido del Madrid. De nuevo, suena a normalidad. Si hay fútbol, el mundo sigue. Pero todo es siniestro. La foto del público en las gradas, los gritos y cánticos pregrabados. El sonido ambiente. El 'efecto realidad'. Te preguntas si lo que sucede en el mundo no será algo semejante. Un efecto realidad. La sensación de que hemos vuelto a algo parecido al mundo anterior. Pero solo la sensación. Risas pregrabadas. Un simulacro para hacer que el mundo avance.

Termináis la última temporada de 'Better Call Saul'. Magistral. Una de las mejores series que has visto este año.

Antes de acostarte, te encierras en tu cuarto y esbozas este último diario. También cierras una etapa. Necesitas un descanso.

Saldrá publicado el domingo 21, el final del estado de alarma, el comienzo del verano, el diario número 60. De repente, te das cuenta de que todo cuadra, como si la vida fuera una novela y todo estuviese marcado y coreografiado. Es lo que sucede muchas veces cuando uno escribe un diario, que la vida adquiere sentido literario. A veces demasiado. Y ahora necesitas lo contrario: «desliteraturizar» –si es que eso puede decir– la rutina. Encerrarte a escribir, pero lejos de tu cotidianidad, perdido en la ficción de la historia que pretendes relatar. Desaparecer de la representación. También de las redes sociales. Confinarte en el interior, después de meses y meses de exposición constante. Tomar aire. Respirar.

Es lo que comienzas a hacer ahora. Despedirte unos meses de los lectores y desearles un buen verano. Cerrarlo todo y bajar la voz. Entrar despacio en una etapa de silencio voluntario. De recogimiento y escritura. Dejar la vida en suspenso. A la espera de un tiempo por venir.

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