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Escribir. Es la primera palabra. La primera frase. El primer verbo de este diario que ahora comienza. En segunda persona. Una vez más. En otro medio. En otro cuaderno. Pero siempre en el mismo espacio simbólico. El espacio de la escritura. El lugar de las palabras por venir.

Escribes ahora para obligarte a escribir. Para poder hacerlo. Un diario para convocar una novela. La novela que aún no ha nacido. La novela que ahora también comienza. En el momento de ser nombrada. Como si nombrar fuese un modo de crear. Y, a partir de entonces, todo empezase a surgir por arte de magia. Por magia de arte.

Escribes también para dar cuenta de la experiencia. Para apresarla y registrarla. La vida por venir. Los días y las noches. El material de la literatura. Palabras, pero también imágenes. Porque aquí el texto no estará solo. Cada domingo, una ilustración. Un artista cada mes. Versiones del tiempo por venir. De ese tiempo que se inicia aquí y ahora. En este nuevo diario de escritura que ya no sabes cómo frenar.

Lunes 22 de abril

Reunión en el Centro Párraga. En dos semanas se inaugura la exposición de Mieke Bal que comisarías y es necesario ajustar los subtítulos de los vídeos.

Terminas a tiempo para ir a nadar. Ahora que has aprendido, quisieras poder ir todos los días. Pero estas semanas apenas tienes tiempo para respirar. Demasiado trabajo. Y demasiada vida social. Comienzas el diario en plena carrera. Cuando estabas ya con la lengua fuera y buscabas descanso, todo se acelera. Aunque esta vez no hay ansiedad. Solo trabajo. Mucho. Infinito. Pero también felicidad. Y sueños cumplidos.

Por la tarde, visitas a la Julia. Está triste. A veces la vida no es fácil. No sabes cómo consolarla. «Si vinieras más, hijico...». Y tiene razón.

Martes 23 de abril

Te levantas temprano y escribes el texto para los vinilos de la exposición. Terminas justo para ponerte el traje de huertano y salir hacia Murcia. Esta vez, después de más de diez años, Raquel también se viste. Está radiante. Y contenta. Dos huertanos de verdad -del Rincón de Almodóvar y la Ermita de Burgos-, orgullosos, de camino a la capital.

Vermut granizado y sobrasada picante en el Luis de Rosario. El camarero que antes te insultaba ahora te reconoce. No sabes qué tiene ese bar, pero te sientes en casa al entrar. Después, con varias cervezas en el cuerpo, hablas en la Ser. Un clavel en el chaleco te hace feliz. Estás suelto y divertido. Murcia es una fiesta. No paras de dar besos y abrazos. Aunque llueva y te mojes.

Coméis con Josep Maria, Begoña y Leo. Prometéis viajar a Mallorca. Cuando a media tarde salís del restaurante, Murcia es otra ciudad. La gente está poseída.

Raquel regresa a casa y tú te quedas con Leo. En su casa, la botella de Gold Label no tiene dosificador y te sirves más de la cuenta. A los veinte minutos, ya estás para el arrastre. El bando siempre es extraño. Pero esta vez por fin os encontráis.

Miércoles 24 de abril

Toda la mañana con resaca, montando la exposición de Bal en el Párraga.

Te llaman de 'La Verdad' y habláis sobre este diario. El formato, la extensión y también la posibilidad de incluir una ilustración en la página. Te apetece muchísimo la idea. Y nada más colgar, sin pensarlo demasiado, llamas a Tatiana y le explicas el proyecto. Te interesa su serie 'La sombra del fotógrafo'. La novela que quieres escribir -la que pretende convocar este diario- también regresa a la fotografía. A la sombra. Al recuerdo de los que ya no están.

Jueves 23 de abril

Mañana de montaje. Por la tarde, carreras. Entrevista en Onda Regional. Después, encuentro con lectores en el Museo de la Huerta. Te preguntan cosas que hoy no sabes cómo responder. Firmas libros a toda prisa y coges la moto para intentar llegar al concierto de Viva Suecia en el Teatro Circo. Algunos de sus temas se han convertido en himnos para ti este último año. Te alegras de su éxito y te emociona verlos subir tan alto.

Llegas a tiempo y disfrutas como un crío. Al finalizar, quisieras quedarte y darlo todo con Yayo, Alicia, Belén y Marta. Pero al día siguiente madrugas y aún no has hecho la maleta. Acompañas a Marta y regresas a casa a una hora prudente.

Viernes 24 de abril

En el tren hacia Madrid, lees Ama, la primera novela de José Ignacio Carnero. No cesas de subrayar frases y parar para decirle a Leo: «qué bueno es esto». Luego, por la noche, la recomiendas a todo el mundo. Escribirás aquí con más detenimiento.

Presentación de 'Aquí y ahora' en la librería La Buena Vida. En la mesa están tu editor, Fernando Castro y Sabina Urraca. Habla sobre todo Fernando. Los demás decís cuatro cosas y asistís fascinados a su sabiduría infinita. Sabina también está brillante. Su novela, 'Las niñas prodigio', te fascinó. Y ella, también. Pero lo de Fernando no es normal.

Presentar es una excusa para encontrarse con amigos. Allí están todos. Javier y Javier. Luego, a la cena, se une David. Al día siguiente comienza el rodaje de su nueva película, pero se queda un rato con vosotros. Después, la noche se alarga. Fiesta en el Hotel de las Letras. De nuevo, besos y abrazos. Cuando cierran, continuáis en El Cock. Allí, de reojo ves a varios exministros del PP. Caes en la cuenta de que es fin de campaña. La literatura ha eclipsado la política.

Sábado 25 de abril

Demasiado bien estás para la hora a la que te has acostado. Reunión con tu editor de Fórcola en el Café Gijón. En el tren de regreso, siesta de tres horas. Al llegar a casa, sigues dormitando.

Domingo 26 de abril

A las ocho de la mañana te presentas en el colegio electoral con los dedos cruzados. Afortunadamente, el vocal titular está en la mesa cuando llegas. Le das las gracias y regresas a la cama. A media mañana, votas y te encuentras con Mieke Bal. Llegó anoche para su exposición. Hoy filmáis la primera escena de su película sobre Don Quijote. Grabáis en la casa de Javier, rodeados de libros. Mathieu acaba comiéndose varias páginas de un libro. Almudena, de limpiadora, y tú, de cura, aparecéis al fondo de la acción.

Tras la grabación, Isabel os lleva a una barraca. Morcillas, zarangollo, paparajotes y café de puchero. El camarero lleva una pulsera de Vox. «No me la he puesto en toda la semana para que me den propinas, pero hoy he salido del armario». Al final, le dejas propina y bromeas: «Cuando queméis a los progres en las plazas, acuérdate de que te dejé unos euros». Lo dices con una sonrisa, pero no sin cierta desazón.

Por la noche, el miedo se disipa. Los resultados de las elecciones te alegran. Por muchos motivos. Pero sobre todo porque España ha demostrado que es capaz de frenar aquello que en otros países ya no tiene freno. No eres excesivamente patriota, pero te gusta tu país. También esto es España. Y el tiempo por venir.

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