La cueva sagrada desvela su magia
La protección del santuario rupestre de La Nariz, en Moratalla, salda una deuda con un yacimiento clave para comprender la religiosidad de la cultura ibérica
Una vez al año los rayos de sol se cuelan dentro del abrigo que acoge el santuario rupestre ibérico de La Nariz (Campo de San ... Juan, Moratalla) para iluminar las piletas que, modeladas por la mano del hombre, recogen el agua que aflora de la piedra en el interior de la cavidad. La roca de la entrada también fue ligeramente tallada para permitir que ese fenómeno solo ocurriera durante el ocaso del solsticio de invierno. Quienes modificaron esa apertura creían que aquel era un espacio sagrado, y hasta allí acudían en una especie de romería, pese al complicado ascenso al enclave, a una altitud de 1.300 metros, para celebrar comidas comunales, ofrendas y libaciones. Más de 5.000 restos de cerámica, fracturada de manera intencionada, dan cuenta de esos rituales, como comprobó el arqueólogo José Ángel Ocharan, uno de los principales estudiosos de La Nariz.
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El yacimiento, que alcanzó su esplendor entre los siglos III y II antes de Cristo, enfila ahora la recta final para su declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) tras casi dos años de inexplicable espera. El expediente abierto por la Consejería, a petición de Ocharan, ya le otorga una protección provisional a esta cueva mágica de la Umbría de Salchite, mientras el proceso burocrático se completa. Salvo imprevistos o giro inesperado de guion, solo es cuestión de tiempo que el trámite concluya con éxito para reconocer, formalmente y de manera definitiva, la relevancia que atesora este santuario rupestre, clave para conocer la religiosidad de la cultura ibérica.
De hecho, entre los materiales hallados en el abrigo destaca un enigmático fragmento cerámico conocido como la 'diosa de Salchite' que se ha convertido en la pieza más estudiada del Museo Arqueológico de Murcia, donde se custodia. Ocharan –que con su equipo excavó entre 2011 y 2013 el yacimiento, gracias a una pionera iniciativa de micromecenazgo– cree que esa figura femenina (con atributos asimilados de la diosa fenicia Astarté y la púnica Tanit) podría ser la deidad de la cueva a la que aquellos lejanos antepasados acudirían a adorar.
¿Y qué tenía de especial esta gruta tan alejada de todo para convertirse en un espacio sagrado? Su ubicación ya le aportaría un cierto halo mágico, al tratarse de un hito en el paisaje de la comarca, visible a una distancia de 20 kilómetros y en un cruce de vías históricas, explica el investigador. Pero, sobre todo, «la presencia de agua es lo que le otorga esa sacralidad»: pese a que el manantial carece de cualidades físico-químicas, sí que destaca su «extraordinaria pureza».
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Ocharan ya se encuentra inmerso en una nueva investigación sobre La Nariz. Su segunda tesis se centrará en las leyendas que tienen como escenario esas oquedades. Algunas de estas cuevas han llegado hasta nuestros días «cristianizadas», como la del santuario de la Esperanza, en Calasparra, donde todavía hoy se celebran romerías y se ofrecen exvotos. El tiempo pasa, quedan los ritos.
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