Cuerpo y alma de Lidó o Lidó en cuerpo y alma
ARTE ·
Paseo por 'Amotinados', la exposición del artista yeclano en la Cárcel Vieja de Murcia en la que se mezclan escultura, pintura, instalación y vídeoNi pincel, ni cincel, ni escoplo, ni gubia. Con humildad piensa que no se puede superar lo que ya hicieron los grandes artistas del pasado. ... Ante esta verdad, Lidó Rico buscará otros medios para materializar las ideas que bullen en su cerebro. Para crear la obra que lo exprese o se acerque a ello, usará directamente su cuerpo. La obra será él mismo, las improntas de su cuerpo, lo más noble de él: su rostro, su torso, sus brazos, sus manos. Fragmentos de su cuerpo que desde el primer momento son profundamente significantes, pero que aún refuerzan su intencionalidad al completarlos con objetos aparentemente inofensivos y ubicarlos en el lugar elegido.
Son objetos de los que se prenda y ansía poseer que luego encuentran su sitio en creaciones insólitas que nacen y viven por ellos. En ese momento se ha convertido en obra de artista, comunicativa e intensamente inquietante, obra abierta, expuesta para ser 'reconstruida' por el que mira (Duchamp), al sentirse 'provocado' por ella (Dalí).
Ahora, en la Cárcel Vieja de Murcia, nos muestra un conjunto de 35 obras entre las que se mezclan: escultura, pintura, instalación y vídeo; algunas de reciente factura y otras más antiguas pero que conviven en armoniosa sintonía hasta conseguir un todo que en sí mismo forma una impresionante instalación muy coherente con el lugar y el título: 'Amotinados'. Ya desde el exterior nos saludan los cráneos, cráneos que encierran cráneos, caja que guarda el tesoro, lo más importante del ser humano: su cerebro; gracias a él piensas y te comunicas. Es el reflejo de Dios, o Dios mismo. Haces de cuentas ambarinas nos reciben en el patio. Pero no, son bombas de racimo, formadas por sartas de pequeños cráneos; el destello constructivo y continuado de nuestras neuronas contrapuesto al poder destructivo del artefacto bélico. La primera sala es desolación: en una pequeña habitación locutorio dos presos encerrados en su urna se aferran a un teléfono, pero el del exterior está descolgado y sin nadie que atienda: uno traza la espiral de su existir, el otro anota días, 49.
«El artista, al igual que Marcel Duchamp, es un cuidadoso 'bricoleur' que procura obras perfectas en texturas y pigmentos»
En el centro de la sala una espiral de cerebros, guiados por manos montadas en la rueda de la vida, rompe su inercia centrípeta para ir directa a perderse por un lúgubre pasillo y mientras, vemos en pantalla el caminar por esos espacios húmedos y viejos, entre manos aferradas a barrotes.
Hasta la muerte
Contra la pared, aterrorizados de su propia maldad, están los componentes de la Mara, con cuerpos llenos de tatuajes que dan fe de sus delitos y lentes que nos introducen en su alma. La hosca pelea carcelaria cuelga en frente, 'Asedio Blanco'. Y junto a ella, aquellos otros que luchan con su presente intentando ocultar la cara, o mostrando parte ella y cuentan los días por semanas; a uno de ellos, se le quedó una en cuatro días; algo nos cuenta la cartela que acompaña, El viaje: ¿salida?, ¿suicidio? En esas cartelas con texto del artista se pretende arrojar luz, pero muchas veces sugieren historias paralelas que enriquecen el significado. No falta nada: grilletes, locutorio, rejas, túneles, evasión, disparos, ratas, presos, y hasta la muerte, DEATH.
Según ascendemos por las escaleras la desesperación se vuelve griterío y quejas: «No comprenderás pero escucha el dolor no me lo puedo llorar en un pañuelo» (Tristan Tzara). Pero antes, hay un momento de respiro lúdico, un juguete, mirada hacia atrás y recuerdo de niñez: Chicle Dunkin con el payaso saltimbanqui, pieza interactiva que nos permite aflojar la tensión.
Al final de la escalera los abuelos en toda su plenitud, presencia constante del pasado, queridos y añorados. Sus cerebros, oscuro uno y rubio el otro, alojan recuerdos y materia muy querida que el artista nos explicará en el texto que acompaña. De nuevo un guiño a la niñez es ese 'Espeto de delanteros rojiblancos que son engullidos por un hombre vegetalizado'.
Precisión y primor en el acabado de todas las piezas: el artista, al igual que Marcel Duchamp, es un cuidadoso 'bricoleur' que procura obras perfectas en texturas y pigmentos. De ahí pasamos a la sala más críptica, presidida por una instalación de reciente creación, 'Tragedia' (2022). Instalación con vídeo complementario: qué extraemos de esas seis mesas velador girando inclinadas por mano provocadora e inocentes putti aferrados a su bordillo; las sostiene un cerebro vomitado: hombre-Dios. Encima de ellas, una pantalla en la pared intenta completar el sentido. Una moneda baila sobre su borde hasta caer, cara o cruz, la suerte está echada. Al lado, uno de los cuatro cuadros que cuelgan en la exposición con el nombre de 'Expulsados'; de un ala de Ícaro brotan y ascienden diminutas piezas rojas de puzle: «Me soñé en hélices de color púrpura» en una atmósfera lechosa y azulada. El puzle que somos. Otras veces veremos piezas sueltas en lugares inesperados, incógnitas de felicidad o desgracia. La pieza que falta, esa que sólo el destino dejará caer a su momento también anda suelta y se imprime en el lugar menos esperado: el lago de aguas tranquilas en que se mira Narciso.
La casa terrenal que ofrece 'Natura', el nido cálido está vacío, no abandonado, sino profanado. El espejo en su ambigüedad ¿muestra la verdad, o es un falso doble? Espejo en que te reflejas con el nido vacío en la mente y el discurrir de la vida. Espejo en que se mira el pequeño hombrecito enrejado sobre sus pensamientos. Espejo de agua en que Narciso descubre su belleza y sobre la que flota una pieza de puzle. Mirada horrorizada hacia el Infinito.
En la espalda sentimos la mirada de unos ojos huidizos. Ojos en cabezas apenas definidas, 'Los Turquesa', resueltas con la rapidez de un toque preciso, como de cirujano, que se esconden o se asoman entre el azul. Pintura dactilar, sin intervención de nada ajeno: solo el pigmento para crear la forma. Orden directa desde el cerebro al dedo creador, dedo índice, aquella parte de su cuerpo que, desde su primera exposición, seleccionó como exvoto. Ningún elemento extraño se interpone entre la mente del creador y el soporte que la recibe. Ojos diminutos, negro total, que nos miran desde aguas oscuras, 'Los Flotados', lo único definido de débiles cuerpecillos que apenas se mantienen a flote en oscuras aguas estigias.
Curiosidad, miedo, abandono, compasión... son ojos en los que vemos los estados anímicos y que quizás quieran suplir aquellos, tan queridos de su abuela que, poco a poco, se fueron volviendo grises y perdiendo la vida pasada: «Me cago en la pena negra».
Robo de cristales
Aún nos cuenta dos preciosos cuentos: 'el Potencias', aquel que robaba el cristal de los relojes y llegó a ser considerado como un nuevo Mesías, y 'el Boyas', confinado que sobrevivió a la inundación del penal provocada para aligerarse de presos sólo por saber nadar. Es obra antigua, del año 2000, pero encaja a la perfección en este contexto.
Entramos al Edén y es la mano de Marat colgando desde el borde de la bañera y goteando sangre la que me cita a la muerte, no la misiva escrita, 'DEATH'. Esa mano tomada directamente de la que puso Caravaggio a Cristo para señalar el fondo de la fosa en que iba a ser metido. Marat, Ofelia, Ícaro y Narciso, ocupan la última sala dominada por la pintura que destella luz, brillo y color. Hay mucha pintura. Esos cuatro cuadros que antes nos han ido persiguiendo e intrigando, aparentemente desligados de lo carcelario, pero no la evasión, que el artista ha titulado, 'Expulsados', I, II, III y IV, nos han ido acompañando desde la primera sala. Su fondo se ha conseguido por azar –no a los medios de aplicación tradicionales– volcando sobre la superficie la materia impregnada de pigmentos –sabiamente elegidos, eso sí– y dejando que al entremezclarse creen ricas variaciones cromáticas y formas sinuosas, viscosas, muy dinámicas, que pueden adoptar múltiples significados. En el primero de ellos estalla la reja en mil pedazos de los que algunos son crucecitas que flotan o son llevadas por los hombres-niño. Es una liberación, un ascenso a los azules olímpicos. En el II, de un ala caída de Ícaro ha brotado el niño-hombre de color púrpura que sube al blanco puro, seguido por piezas-incógnita de puzzle: «Comencé a planear por el puzzle de la más cerrada y absoluta nada». Dos más, III y IV, parecen hablarnos del rescate o de poder lograr subir pese a las caídas alas de Ícaro en un asfixiante mundo ígneo e infernal.
Semejante
Asusta la mirada al infinito. Los ojos desorbitados anuncian que lo visto no es bueno ¿o es que no se ha visto nada? En el suelo carátulas impasibles y pareadas van formando el mismo signo que el hombre horrorizado sostiene entre sus manos ¿Quizás mejor con ayuda del semejante? En las paredes grandes perdedores de la Historia de la humanidad: Ícaro, Ofelia y Marat, con el bello Narciso descubriéndose en el lago. Los tres primeros habitan series de cuadros realizados con virtuosismo de orfebre en los que puntos brillantes –colgadores; he aquí esos objetos que el artista ha de poseer con afán y sin remedio, antes de saber dónde utilizarlos– van formando una red interna por la que discurrirán sus hombrecitos –fruto de otro enamoramiento impulsivo–, tranquila y ordenadamente vagando, o disparados por fuerza mental en los sueños de Marat. Sí, Marat ha escapado de la bañera fatídica y descansa en la cama, inmerso en sueños de libertad. Ofelia, sin embargo, se hunde en las aguas del lago añil. Aún queda por recibir una sorpresa. La última pequeña estancia tiene las paredes amarillas y en el fondo dos cuadros acogen ángeles sin alas que guían los barquitos de papel hechos en nuestra infancia no sabemos hacia qué destino. La presencia de las piezas del puzle nos confunde la mente. Para concluir y aplicado a estas últimas obras diremos con Man Ray: «La fuerza creativa y expresiva de la pintura reside materialmente en el color y en la textura de los pigmentos, en las posibilidades de invención y de organización, y en el piso plano en el que estos elementos se ponen en juego».
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