Fotograma de la película 'Little Amélie'.
FICC54

Oriente conquista el FICC

'Little Amélie' es falsamente simple y extremadamente compleja

Miércoles, 26 de noviembre 2025, 22:18

¿Conocéis los spa esos en que pasas de la piscina ardiendo a la de agua helada? Pues eso hizo el FICC54 con los espectadores ... que asistimos a las dos sesiones del martes.

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El calor lo encontramos en la cálida 'Little Amélie', una coproducción europea falsamente simple y extremadamente compleja (con deciros que adapta una autollamada 'novela metafísica' lo digo todo). Hay hasta dos versiones del argumento: el sencillo nos cuenta los primeros años de vida de una niña; el intrincado narra el despertar a la conciencia de un ser humano a través de sus percepciones.

Que no salten los avisos del 112, no es pedante. Estamos ante un film de animación lleno de vida, con una atención desarmante para el detalle, con unos juegos de sombras que dan profundidad a los dibujos, sin rayas negras que delimiten, con colores pastel que deslumbran e iluminan el alma de los que la contemplamos.

A una altura conceptual más elevada que 'Del revés' (2015), y con la imaginación desbordante de los dibujos de 'El Principito', nos sumergimos hasta las trancas (sin Barrancas) en la primera niñez, más recreada que real, de una niña belga en el Japón de los años sesenta. La entrada de la película es el pasaporte para franquear la frontera de su mágico mundo, como el armario de los libros de Narnia, un lugar que es el reino de los infantes, que desde la hermosísima 'El jardín secreto' (1993) de Agnieszka Holland no habíamos visto en pantalla con tanto encanto.

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Hay que tener un enorme talento para ser capaz de captar la cenestesia de una niña con esa brillantez, de mostrarnos que todos andamos en monólogo permanente con nosotros mismos y que sólo abriéndonos al mundo salimos de ese encierro. La embriagante voz en off te hace seguir la corriente de un cuento precioso... Hasta que te despiertas metiendo las piernas en el agua gélida de la otra apuesta del día, la coreana 'No other choice'.

En principio me alegraba tener la oportunidad de reconciliarme con el cine coreano tras obligarme mis crueles sobrinos a ver 'KPop Demon Hunters' (aunque reconozco que muy cara iba a vender la reconciliación, no me valía con un ramo de rosas). El director es nada menos que Park Chan-wook, que me suele gustar, y eso a pesar de que me cuesta entrar en sus obras. Pero me temo que tendremos que seguir yendo a terapia de pareja porque su última obra me desconcertó, por decirlo de forma suave.

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Es una comedia negra, contada con mucha mala baba, sobre un hombre que pierde su empleo y por pura desesperación decide acabar con los competidores de un nuevo trabajo al que se presenta ('spoiler', acaba consiguiéndolo, demostrando que sus nuevos jefes tienen el mismo ojo para seleccionar personal que Pedro Sánchez).

A pesar de su excesivo metraje, la violencia se desencadena antes que en 'Parásitos' (2019). Chan-wook conoce bien las convenciones que el espectador espera encontrar y juega con ello. Por eso funcionan esos planos como de terror que desembocan en esperpento, o esos encuadres que te hacen presagiar gore despelotado pero acaban en escenas de 'El Gordo y el Flaco' gracias a una hábil planificación.

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Su versión del capitalismo es la de una bicicleta, que no se puede dejar de pedalear sin caerte. Un trabajo atrabiliario, como es decir que es una versión salvaje, y sin coche convertido en casa, ni el humanismo de Ford de 'Las uvas de la ira' (1939).

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