Ni de ciencias ni de letras, con inteligencia múltiple como tú
El profesor de Sociología de la UMU Ángel Olaz investiga la manera en que las personas puedan encajar del mejor modo posible en su puesto de trabajo
España está dividida por dos posiciones que parecen irreconciliables y que se plasman en cada persona apenas alcanzada la adolescencia: o se es de letras o se es de ciencias. Esta visión dicotómica de la vida, acentuada tras la revolución industrial en el siglo XIX por la necesidad capitalista de especializar el conocimiento, ya no parece tan congruente.
Así lo explica el doctor Ángel Olaz Capitán, profesor titular de Sociología, Métodos y Técnicas de Investigación Social del grado de Sociología de la Universidad de Murcia (UMU). «Creo que no tiene mucho sentido hablar en términos tan extremos cuando lo realmente importante es poner el foco en el talento de las personas». Olaz, que comenzó hace años a investigar «la mejor manera de que las personas pudieran encajar del mejor modo posible en su puesto de trabajo», se pregunta de qué sirve, en el actual modelo de bifurcación entre ciencias o letras, «privarse de aquellas facetas que siempre pueden contribuir a una mejora de los conocimientos, capacidades y habilidades». Y, más todavía, se pregunta qué de bueno tiene hacerlo «cuando [los individuos] se están formando en esa etapa de su vida que es antesala del mundo laboral».
Se plantean ocho grandes tipos de inteligencia: musical, cinético-corporal, lógico-matemática, lingüística, espacial, interpersonal, intrapersonal y naturalista
En general, reconoce, todos tenemos «cierta disposición o tendencia a manejarnos mejor o peor en una determinada actividad», aunque quizás se deba, «al menos en parte, a que en nuestra sociedad se haya establecido una extraña dualidad entre las personas que forman parte de uno de los bandos»: de ciencias o de letras.
«Esta forma de entender a las personas y el mundo rompe con el tradicional esquema en el que debías formar parte de uno u otro bando»
Repercusiones trascendentes
«Lo grave» de este modelo educativo que «nos condiciona de un modo importante a posicionarnos en un sentido u otro», precisa, es que «las repercusiones para el individuo pueden ser de tal trascendencia que, de algún modo, se le obligue a elegir desde la adolescencia un determinado tipo de estudios y, en consecuencia, un no siempre deseado futuro laboral».
Incluso se ha buscado un origen biológico para explicar la supuesta escisión entre las personas de ciencias y las de letras
El investigador propone como alternativa encauzar la atención hacia las capacidades de los seres humanos «y ver de qué modo estos pueden crecer personal y formativamente, pero, sobre todo, en aquellos campos que les pueden resultar más dificultosos». En el caso de sus investigaciones en esta área, el profesor las ha derivado «a trabajar en ver de qué modo determinados tipos de inteligencias de las llamadas múltiples requerían de un determinado tipo de competencias profesionales».
«No está claro hasta qué punto la capacidad intelectual es heredada o se construye», explica el experto de la UMU
El concepto de inteligencias múltiples deriva de la visión pluralista que el investigador Howard Gardner, de la Universidad de Harvard y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales 2011, propuso a mediados de los años 1980, en el que la inteligencia se entiende «como un proceso cambiante y que se desarrolla en función de las experiencias del individuo en el transcurso de su vida». Su planteamiento se basa en un modelo que distingue inicialmente ocho grandes tipos de inteligencia: la musical, la cinético-corporal, la lógico-matemática, la lingüística, la espacial, la interpersonal, la intrapersonal y la naturalista. «Como podrá advertirse», señala el profesor titular de la UMU, «esta forma de entender a las personas, la sociedad y el mundo en el que vivimos rompe con el tradicional esquema en el que forzosamente debías formar parte de un bando o de otro y, lo que es peor, condenados a no entenderse y a intentar manifestar estúpidamente la primacía de un grupo sobre el otro».
Presión del entorno
La diferenciación ha llegado al punto de que «incluso se ha buscado un origen biológico y supuestas diferencias en la estructura anatómica del cerebro» para explicar esa supuesta escisión entre las personas de ciencias y letras. Sin embargo, «teniendo en cuenta que la inteligencia puede verse moldeada por la presión del entorno, parece arriesgado afirmar que la forma del cerebro pueda determinar las preferencias o aptitudes de una persona». Olaz remarca que, aunque los mecanismos de herencia de la inteligencia han sido investigados durante décadas, «no está claro hasta qué punto la inteligencia es heredada o se construye». A la vista de su experiencia, «lo más probable es que sea una mezcla de ambas cuestiones», y advierte de que el llamado cociente o coeficiente intelectual (CI), «es una puntuación obtenida a través de test estandarizados».
Gardner la entiende «como un proceso cambiante que se desarrolla en función de las experiencias durante la vida»
Siguiendo las teorías de Gardner, abunda Olaz Capitán, «todos y cada uno de nosotros podemos ser capaces de ver en qué proporciones podemos atesorar y explotar este arsenal de competencias». Estudiar cómo se pueden acoplar los individuos de la mejor manera posible a su puesto de trabajo, como hace el especialista de la UMU, «requiere de un tiempo dilatado para obtener resultados concluyentes, lo que todavía los hace más apasionantes y estimulantes si cabe, como me señaló el profesor Gardner».
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Limitados por la división del actual sistema educativo
«Clarísimamente», responde contundente el doctor en Sociología por la Universidad de Murcia Ángel Olaz cuando se le pregunta si cree que nos estamos limitando con la actual división, tan estricta entre ciencias y letras. «Y más cuando hemos interiorizado y normalizado esa pregunta que tantas veces nos han hecho» acerca de si somos de una u otra rama. «Lo complejo de este tema», lamenta el también licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, «es que cuando los estereotipos arraigan, nos los podemos llegar a creer y pensar que las personas de ciencias son, por ejemplo, más reflexivas, minuciosas y trabajadoras, mientras que las de letras son más imprudentes, improvisadoras y más ociosas». Sin embargo, resulta muy aventurado dividir a la humanidad en estos dos perfiles cuando todos tenemos algo de cada uno de ellos, continúa. Y además, añade, «no debería olvidarse la existencia de las llamadas inteligencias múltiples», que componen un arsenal de competencias sobre las que interesa descubrir en qué proporciones podemos atesorar y explotar cada uno.
En este replanteamiento del marco del actual sistema educativo, aflora ahora otro elemento que puede ser muy influyente: la creciente dependencia de sistemas como los teléfonos móviles y desarrollos como la inteligencia artificial. «No puede negarse la irrupción de las nuevas tecnologías en nuestra vida cotidiana y cómo esta genera patrones de dependencia, y yo diría que hasta de sumisión, en muchas de las actividades que desarrollamos», explica el profesor, y pone como ejemplo el caso de las personas que sufren Fomo -siglas en inglés de la expresión «miedo a estar ausente»-, en alusión al temor a no llegar a enterarse de lo que está ocurriendo en redes sociales. «Sin embargo, este tipo de situaciones no deberían entrar en colisión con lo que nosotros, nuestra cabeza, y, si me permite, nuestras inteligencias pueden ayudarnos a pensar, decir y actuar», remarca el especialista.