Fernando Valladares: «En Calblanque tuve algo parecido a las revelaciones que debió tener Moisés»
Protagoniza el miércoles en Murcia, en la sede de la Fundación Mediterráneo, una nueva entrega del ciclo 'Voces para el Planeta'
«Somos las bestias desairadas del Paraíso», dice un verso que habita en el poema 'Lo salvaje' de la murciana Vega Cerezo. Lo escucha y ... sonríe Fernando Valladares (Mar de Plata, Argentina, 1965), quien parece decirse: 'Y mientras, el futuro está pasando'. Profesor de Investigación en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y divulgador de referencia sobre cambio climático, en 2021 recibió los prestigiosos premios Jaime I y BBVA a la Concienciación en Conservación de la Biodiversidad. Este miércoles, en conversación con el periodista de LA VERDAD Miguel Ángel Ruiz, protagonizará en Murcia una nueva entrega del ciclo 'Voces para el Planeta'. La cita: a las 19.30 horas en la sede de la Fundación Mediterráneo.
–¿Qué fue usted?
–Un niño muy inquieto y, aunque está mal que yo lo diga, bastante despierto. Sacaba buenas notas estudiando poco y me quedaba tiempo para enredar; algunos profesores me entendían y a otros los ponía nerviosos y me daban por perdido.
«La especie humana es muy sensible y desaparecemos con mucha facilidad. Necesitamos que nos proteja la capa de ozono, y contar con una serie de recursos muy exigentes para poder sobrevivir»
–¿Para enredar?
–No paraba: ni de fantasear, ni de curiosear, ¡ni quieto! Muy pronto, con siete o ocho años, empecé a interesarme mucho por, este orden, primero los pajaritos y todo tipo de bichos, y después por las plantas. Llegó temprana mi vocación de naturalista.
–¿En qué empezó a fijarse?
–Yo nací en Argentina, y con siete años aterricé en Tarragona. Vivía cerca del puerto y me acercaba hasta allí para ver las gaviotas, cuyo vuelo me fascinaba. Estando allí, esperaba a que los pescadores regresaran con las capturas y a que las gaviotas se arremolinaran en torno a los despojos de pescado que tiraban. Viendo aquello nació también otra de mis vocaciones, la de activista medioambiental, la de ciudadano preocupado por el deterioro de la naturaleza. No me cabía en la cabeza, ni entonces ni ahora, que los pescadores, que aman el mar y de él viven, cuando llegaban a puerto arrojasen al agua todo tipo de porquerías; no solo los restos de pescado, también botellas, plásticos, de todo, en plan basurero. Aquello me impresionaba y me decía: 'Si todos los pescadores de todos los puertos hacen eso, van a convertir el mar en una guarrada'.
–¿Y qué se propuso entonces?
–Primero, conocer, saber, aprender sobre naturaleza. Con una máquina de fotos que me regalaron iba haciendo inventario de bichos y plantas, y también empecé a buscar libros de biología y de naturaleza y me los leía tan feliz. Ya vivía en Madrid, y me iba a buscarlos baratitos a la famosa Cuesta de Moyano.
–¿Un deslumbramiento?
–Flipe la primera vez que contemplé ciervos y rapaces.
–¿Qué le vincula a la Región de Murcia?
–Los veranos de mi adolescencia los pasé en el Camping Caravaning, en La Manga del Mar Menor. A mi padre le gustaba mucho la vela y salíamos a navegar, pero de lo que más me acuerdo es de mis rutas caminando tierra adentro, algo que mi padre no comprendía que hiciera con las temperaturas que caían [ríe]. Me levantaba muy temprano, lo cual sorprendía mucho a los mayores, y me iba a inspeccionar cerros, en los que me encantaba encontrarme con zorros. Volvía al camping cargado con restos de excrementos, plumas, conchas de caracolas, de todo. Había quienes me decían que se trataba de secarrales, y yo argumentaba que a la naturaleza hay que saber mirarla, que no todo son bosques de cuento. También es hermosa la naturaleza rocosa, seca, la naturaleza de matorral. Yo me iba fijando en las hormigas, los escarabajos, algún que otro escorpión...
TOME NOTA
-
Quién: Fernando Valladares. Ciclo 'Voces para el Planeta'.
-
Dónde y cuándo: En la sede de la Fundación Mediterráneo en Murcia (Calle Escultor Nicolás Salzillo, 7), el miércoles 15 de febrero, a las 19.30 horas.
–¿Vuelve a esos lugares?
–¡Esos lugares son ahora el Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila, una maravilla! En Calblanque tuve algo parecido a las revelaciones que debió tener Moisés, que se lanzó a cruzar el Mar Rojo.
–Y ahora, en febrero de 2023, ¿en qué se fija?
–Pues, por ejemplo, en que vemos ecosistemas bellísimos y únicos, como el Mar Menor, dando bocanadas, muy delicados de salud, casi en estado de 'shock'. Ecosistemas amenazados, contaminados, destruidos. El Mar Menor ya no volverá a ser lo que era, pero sí podemos ayudarle a que recupere un mejor estado.
–Nuestro planeta.
–Lo estamos llevando al límite. Si hablamos de cambio climático, de contaminación, de escasez de recursos, de diversidad... sepamos que de lo que estamos hablando es de nuestra propia supervivencia como especie. Hablamos de salvar el planeta, pero el planeta podrá sobrevivir sin nosotros. En realidad, lo que tenemos que lograr es mantener las condiciones necesarias para poder seguir estando nosotros en él. Necesitamos que haya otras especies, oxígeno, agua, unas temperaturas determinadas; no nos vale cualquier cosa, la especie humana es muy sensible y desaparecemos con mucha facilidad. Necesitamos que nos proteja la capa de ozono, y contar con una serie de recursos muy exigentes para poder sobrevivir.
–¿Y a qué nos dedicamos?
–A hacer lo contrario de lo que la ciencia sabe que hay que hacer para asegurar nuestra supervivencia. Qué curioso: no aplicamos todo el conocimiento que ya tenemos. Como científico, me interesa hablar de alternativas; lanzando mensajes apocalípticos sin más no se consigue nada. Es decir, debemos aliarnos con la naturaleza en lugar de pelearnos con ella.
Millones de muertos
–La crisis climática.
–Está de fondo de muchas de las cosas que nos pasan. Fijémonos, por ejemplo, en la contaminación atmosférica: ella solita se lleva por delante todos los años a nueve millones de personas. Todo está interconectado. Están también la contaminación por plásticos; por nitrógeno, que está causando muchos problemas de salud y fallos sistémicos en ecosistemas no solo acuáticos, sino también terrestres. Nos enfrentamos a muchos problemas a la vez.
«Tengámoslo claro: no estamos enfrentando una crisis económica, sino una crisis ambiental con manifestaciones económicas»
–¿En qué confía?
–En que la gente, cuando entienda el lío en el que estamos metidos, irá cada vez implicándose más en la solución. Los problemas de los que estamos hablando están repercutiendo en la economía, por la que sí que todo el mundo se preocupa. Entonces, cuando entendamos que lo que realmente está amenazando a la economía es un medio ambiente degradado, algo que ya también señalan los propios economistas, quizá sí se produzca un nivel de concienciación y actuación mayores. Tengámoslo claro también: no estamos enfrentando una crisis económica, sino una crisis ambiental con manifestaciones económicas. Si nos preocupa la economía, tenemos que abordar el problema del cambio climático, la pérdida de diversidad y las formas de contaminación. Así es que, si estamos preocupados por el precio de la energía, por el coste de la cesta de la compra, por los escenarios que les dejamos a nuestros hijos..., pensemos que todas esas cosas tienen una única causa última.
–Bien, pensémoslo.
–Pues eso es una buena noticia, porque teniendo una única causa, si la resolvemos las resolvemos todas. Se habla de policrisis y es como para echarse a temblar: sanitaria, económica, energética, social, política, ambiental, climática... Bien, todas ellas van a parar al mismo grave problema: la relación humana con la naturaleza, que la satura, la contamina, la degrada. Podemos abordar el problema, sabemos cómo hacerlo y la tecnología nos ofrece algunas herramientas, pero lo que nos falta es voluntad social. Individualmente no debemos quedarnos solo en la teoría y divagando. Si solo te quejas pero no actúas del modo que esté en tu mano, tu cuñado te lo podrá echar en cara con toda la razón en la cena de Nochebuena.
–Un pequeño gesto.
–Si comemos plátanos, que sean de Canarias. Cuidemos nuestra forma de alimentarnos apostando también por la proximidad y por las buenas prácticas agrícolas.
–¿La vida le trata bien?
–Es que yo a la vida la sé querer, y valoro la que me ha tocado y no ando fantaseando con lo que podría haber sido. He conocido muy de cerca una enfermedad muy grave y he aprendido de ella. Cuando te ves con la muerte cara a cara, la vida te parece todavía más maravillosa, lo cual no quiere decir que sea siempre justa, ni contigo, ni con los demás. Da igual, estoy vivo y eso es fantástico. También le reconozco que yo parto con alguna ventaja, porque desde siempre soy muy positivo y optimista, y también desde siempre he sabido disfrutar de lo que tenía a mano. Lo que ha hecho la enfermedad ha sido reforzarme en mi amor a la vida.
–¿Qué necesita?
–Optimismo; me encanta contagiarlo, y eso no es posible si a mí me falta. Lo recargo encontrándome con toda esa gente que hace cosas no solo por beneficio propio, sino pensando en los demás. La negatividad viene sola, la positividad hay que trabajársela.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión