Billie Holiday: fruta extraña
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Billie fue una hija no deseada. Cuando nació, su madre –Sadie Fagan– contaba con 13 años. Su padre, 15. En origen la llamaron Eleanora. Como ... todo en la biografía de esta gran artista, hasta los orígenes son difusos y controvertidos. Porque el padre oficial no era Clarence Holiday, guitarrista y bajista de jazz. En su partida de nacimiento aparece la figura del caucásico Frank De Viese.
Sea como fuere, la niña se cría prácticamente sola. A la progenitora le viene grande tal responsabilidad. El padre se marcha con su banda de músicos. Billie andaba en compañías poco recomendables y con familiares que no querían saber nada de ella. La cantante siempre fue un alma libre. No iba a sus clases y a nadie le importaba. A los 9 años, un tribunal la envía al correccional católico del Buen Pastor. Lo único en claro que sacó de allí fue lo de cantar. La devuelven con su madre y un desconocido la viola. De vuelta al correccional. Allí pasará dos años más hasta que se escapa y se marcha a Nueva York.
La aún joven Eleanora friega escaleras y hace recados en burdeles. Parece ser que fue forzada a ejercer la prostitución, o quizá se hartó de matarse a trabajar por dos dólares al día. Pronto lo deja y busca trabajo como bailarina en los clubes de jazz de Harlem y ahí será cuando se convertirá en Billie Holiday. Aunque lo del baile no era exactamente lo suyo.
La joven vive en una encrucijada histórica única. Su vida es coetánea a la Ley Seca, la revolución del jazz, el renacimiento de Harlem y los primeros dolores de parto del movimiento civil afroamericano. Ella se suma a la gran migración de afroamericanos del Sur, donde sufrían terribles discriminaciones, y a los afrocaribeños. En ese caldo se esponja Billie, que enamora con su voz en los clubes de venta ilegal de alcohol y que se convierte en una artista demandada. Su fraseo perfecto, su forma intensa y vívida de decir las canciones han inspirado al mismo Frank Sinatra. Cantaba intenso, porque su vida lo era. Si alguien sabía qué era la pena y el abandono, era ella. A fiestera tampoco le ganaba nadie.
Parece ser que el productor John Hammond la escucha en el club Monette's y la junta con Benny Goodman para hacer su primer disco. Los éxitos y las giras no se hacen esperar. Cuando sale fuera de Nueva York sufre el 'apartheid' y descubre a esa extraña fruta: sus hermanos negros colgados de los árboles, víctimas de los linchamientos. Por esa época, el judío comunista Abel Meeropol, escribe estas letras: «Los árboles sureños dan una fruta extraña. Sangre en la hojas y sangre en la raíz. Cuerpos negros balanceándose en la brisa del sur, extraña fruta colgando de los álamos». Él lo titulará fruta amarga pero pasa a la historia de la música en la voz de Billie Holiday.
Los amoríos de la Billie eran duros y algo masoquistas. Con los hombres tenía el amor, con la mujer, el placer. No se privaba de nada. Se rumorea que una de sus amantes fue Tallulah Bankhead, algo que la actriz desmintió. La que sí pasó por su cama fue Louise Crane, una niña bien de Nueva York, ennoviada con la escritora y poeta Elizabeth Bishop. Un día, sus adoradas Louise y Billie compartieron lecho y ella las pilló.
Amores tóxicos
Louise, enloquecida y fan, le buscó bolos a la gran cantante en galerías de arte y cafés selectos. En uno de esos lugares se estrenó 'Strange Fruit'. La cantante se convirtió en abanderada de los derechos civiles por popularizar esa canción que relataba lo que era una realidad terrible.
De entre todos sus amores tóxicos, hubo uno que le complicó especialmente la vida: la heroína. El FBI la tenía enfilada por subversiva y la detuvieron en varias ocasiones por posesión de narcóticos. De hecho, murió esposada en su cama, víctima de una cirrosis hepática. Billie, Eleanora, sobrevivió 44 años. Es un misterio cómo alguien con tan escaso registro vocal y con todo en contra pudo llegar tan lejos.
Su singular voz y su gardenia blanca en el pelo serán por siempre eternas.
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