Te arrastrará una riada
UNA PALABRA TUYA ·
La oriolana Elena López Riera triunfa con su mágica película 'El agua', cuya temática toca de lleno a esta RegiónEs una película deliciosa y extraña 'El agua', que te seduce desde el principio y cuya corriente dejas gustosamente que te lleve. Rodada en la ... Vega Baja, la historia transcurre en Orihuela y su directora es la oriolana Elena López Riera, quien con esta 'ópera prima' sorprendió y encantó en la Quincena de Realizadores del pasado Festival de Cannes y, desde entonces, sigue sumando elogios. Curioso: ves la película y estás viendo también la Murcia cuyas comarcas riega el Segura, sus pueblos ribereños, pedanías, bares de carretera, explotaciones agrarias, el calor, los cítricos, las pandillas, la fealdad urbanística, la belleza de su naturaleza, la incultura, la bondad, el destrozo político en inversiones fallidas, la inmigración recogiendo la cosecha...
Podría pasar perfectamente por una película rodada en Murcia, con ese acento murciano bien marcado de casi todo su reparto, y la presencia constante, entre terrenal y sobrenatural, del agua. Tan esencial para nosotros, tan maltratada también -de nuevo, por nosotros-, tan bienvenida cuando calma la sed, y entre las pozas, albercas, manantiales y esa corriente que abrazan dos orillas nos adentramos para sentir alegría. La misma agua que llovida del cielo, en mala hora, a veces, como maldita, desborda el Segura, las acequias, las ramblas, los embalses... y provoca el desastre: ruina.
Todo está muy bien contado en 'El agua'. También en ella presentes la superchería, el machismo, el mal de ojo, la sabiduría popular, las habladurías populares, las leyendas, el deseo de la carne, ese otro deseo que es pura zozobra de querer marcharte a otro lugar, la competición de palomos en el campo, la competición masculina en los cortejos, y esa parte oscura que todos llevamos como esculpida dentro.
Las mujeres son protagonistas en esta historia de abuelas, hijas y nietas que se cuidan y se protegen entre ellas, a su manera, de los prejuicios, la mala costumbre, los sambenitos, la malicia, el menosprecio... Y las vecinas, y las amigas de la primera juventud, y el primer amor que te acerca lo mismo al gozo que a la espina. Y habita junto a ellas ese padre, otro que sin amor en su cama, que recibe al hijo pródigo con los brazos abiertos, y ese hijo pródigo que encuentra el Paraíso en los brazos de Ana, la protagonista, de la que son muy cómplices las chicas Cristina y Elena, a las que dan vida dos actrices por causalidad, ambas murcianas, estupendas Irene Pellicer y Nayara García, que con 'El agua' están viviendo un sueño.
Naturalismo, misticismo, realismo mágico y documental se confabulan en esta película que tanto te recuerda los pesares vividos durante la última DANA que nos dejó nuevamente tocados, ese salvajismo del agua.
Hay un intento mágico de buscar explicación a esta brutalidad del río y de las aguas por parte de las voces femeninas que se asoman a 'El agua', que hablan de una leyenda bien interiorizada que describe cómo hay mujeres a las que les corre «el agua por dentro». Mujeres que sienten que se ahogan, mujeres que terminarán desapareciendo de nuestras vidas, mujeres de las que el río se ha enamorado y las quiere para sí. El río intentará primero conquistarlas para que se entreguen a él, metiéndoles las 'aguas dentro'. Pero, llegado el momento, si ellas se niegan a la entrega, provocará riadas, el infierno, con el fin de ir a su búsqueda y llevárselas consigo.
Diluvio
De nuevo, horror, la mujer como la Eva causante de la expulsión del Paraíso. Culpable de provocar los males o de no haberlos evitado. Porque, lo cuenta otra de las mujeres de 'El agua', la elegida para fundirse con él en sus aguas puede hacerlo voluntariamente, y así evitar los diluvios y tantísima tierra masacrada, o negarse y de este modo... acabar provocando una ira que aterra.
Todo está en 'El agua', el poder de la naturaleza y el drama de los acuíferos que se nos agotan y de la ligereza con la que llenamos la tierra que nos da de comer de basuras y desidia. Y también el poder insustituible de la ternura para mitigar miedos y cansancios, y de la necesidad de ser escuchados por aquellos que queremos, que son a quienes nos gusta tanto decir eso de 'contigo sí'.
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