La columna gastronómica

Gastronomía de carnaval

El pisto murciano, en su sencillez, captura la esencia del Mediterráneo en cada bocado

Lunes, 26 de febrero 2024, 07:28

Atravesamos la singular época de carnavales, que resulta ser una celebración en la que se desata la fiesta y reina algo de descontrol entre música, ... disfraces, bailes y, cómo no, buena gastronomía.

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La historia comienza en cualquier pueblo murciano, cuyos habitantes llevan meses preparándose para el gran día. Aquí, el carnaval no es solo una celebración; es una oportunidad para mostrar al mundo la riqueza de su cocina, un tesoro transmitido de generación en generación, que cada año se reinventa sin perder su esencia.

En el centro de esta fiesta encontramos a doña Carmen, una mujer de mirada vivaz y manos prodigiosas, conocida en toda la Región por su habilidad para transformar los ingredientes más humildes, en platos que son verdaderas obras de arte. Este año, doña Carmen ha decidido rendir homenaje al producto estrella de esta tierra: el pimiento.

El día del carnaval amanece con aroma de pimientos rojos asándose lentamente al fuego de leña. Doña Carmen, con ayuda de su familia y vecinos, prepara el pisto murciano, ensalada fresca que combina pimientos asados pelados, tomate, huevo duro, atún, cebolla y aceitunas negras, aderezado con aceite de oliva virgen extra y una pizca de sal. Este plato, en su sencillez, captura la esencia del Mediterráneo en cada bocado.

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Pero el carnaval en la Región de Murcia es también sinónimo de dulzura, y aquí es donde entra en escena el paparajote, delicia poco conocida fuera de las fronteras murcianas. Hojas de limonero, bañadas en una masa dulce y fritas hasta que están doradas, luego espolvoreadas con azúcar y canela. Doña Carmen prepara los paparajotes con un toque especial, un secreto que solo ella conoce con sabor inolvidable. Cada maestrillo tiene su librillo.

Hasta que el sol se pone, las calles del pueblo se llenan de música, danza y, sobre todo, de gente que se acerca a probar las maravillas culinarias que se ofrecen en cada esquina. Desde el arroz con conejo hasta las migas murcianas, pasando por los michirones y el zarangollo, el carnaval se convierte en una oportunidad para celebrar la diversidad y riqueza de la cocina murciana.

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Doña Carmen, desde su puesto decorado con los colores de la bandera murciana, observa a las familias, amigos y visitantes que se reúnen para compartir y disfrutar. Ve en sus rostros la felicidad y el asombro ante los sabores que están descubriendo y sabe que ha logrado su objetivo: compartir un pedazo de su corazón a través de la comida, transmutada en gastronomía.

A medida que la noche avanza y las estrellas comienzan a adornar el cielo, el carnaval se convierte en un recuerdo más en la memoria de quienes tuvieron la fortuna de vivirlo. Pero para doña Carmen y su pueblo, es una promesa de que el año siguiente volverán a reunirse, a celebrar y a compartir la gastronomía que es su orgullo y alegría, en una fiesta que es mucho más que un carnaval: es una expresión de identidad, tradición y amor por la tierra murciana.

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