Tres estudios revelan los daños en el corazón y el cerebro de las pequeñas partículas contaminantes
Vinculan la exposición a las PM2,5 con mayores ingresos hospitalarios y la formación de las placas cerebrales del Alzheimer
LA VERDAD
Jueves, 22 de febrero 2024, 01:13
La contaminación del aire es un enemigo invisible que acecha nuestras ciudades, y tres estudios que hoy se dan a conocer arrojan luz sobre su impacto pernicioso en la salud humana, especialmente en el corazón, los pulmones y el cerebro. Publicados en prestigiosas revistas científicas como el British Medical Journal y Neurology, estos hallazgos ofrecen una visión preocupante sobre los efectos a corto y largo plazo de la exposición a las partículas finas (PM2,5), un componente omnipresente en el aire contaminado.
En el primer estudio, un equipo de la Escuela de Salud Pública de Harvard documenta el vínculo entre la exposición prolongada a las PM2,5 con un mayor riesgo de hospitalización por enfermedades cardíacas y pulmonares graves. Analizando datos de casi 60 millones de adultos estadounidenses a lo largo de 16 años, encontraron una correlación significativa entre los niveles de PM2,5 y los ingresos hospitalarios por una variedad de afecciones cardiovasculares, desde la cardiopatía isquémica hasta los aneurismas aórticos. Los resultados sugieren que incluso pequeñas reducciones en la contaminación podrían tener un impacto significativo en la salud pública.
Para realizar la investigación, este equipo de la Escuela de Salud Pública de Harvard asoció los niveles diarios medios de partículas PM2,5 entre los años 2000 y 2016 con los códigos postales residenciales de casi 60 millones de adultos estadounidenses (84% de ellos blancos y el 55% mujeres). Luego utilizaron datos del seguro de Medicare para rastrear los niveles de ingresos hospitalarios durante un promedio de ocho años. Tras tener cuenta una serie de factores económicos, sanitarios y sociales, la exposición media a PM2,5 durante tres años se asoció con mayores riesgos de primeros ingresos hospitalarios por siete tipos principales de enfermedades cardiovasculares: cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular, insuficiencia cardíaca, miocardiopatía, arritmia, valvulopatía cardíaca y aneurismas de la aorta torácica y abdominal. En las conclusiones de este trabajo se afirma que si se consiguiera reducir las PM2,5 anuales por debajo de los 5 µg/m3, podríamos evitar el 23% de los ingresos hospitalarios por enfermedades cardiovasculares.
Los investigadores dicen que sus hallazgos sugieren que no existe un umbral seguro para el efecto crónico de las PM2,5 en la salud cardiovascular general, y que se podrían lograr beneficios sustanciales si se cumplieran las directrices de calidad del aire de la OMS.
El panorama regulatorio también está experimentando cambios. El 7 de febrero de 2024, la Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. (EPA) actualizó el estándar nacional de calidad del aire para PM2,5, aunque sigue siendo notablemente más alto que las pautas de la OMS. Este movimiento subraya la necesidad urgente de acciones más sólidas para abordar este problema de salud pública.
Otro estudio, realizado por investigadores de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Boston, encontró que incluso exposiciones cortas a niveles relativamente bajos de PM2,5 están asociadas con un aumento significativo en las hospitalizaciones y visitas a salas de emergencia por enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Estos hallazgos resaltan la necesidad de una vigilancia constante y medidas preventivas para proteger la salud de las comunidades expuestas.
Además, un estudio publicado en Neurology por científicos de la Universidad de Emory en Atlanta revela una conexión entre la contaminación del aire y la enfermedad de Alzheimer. Investigando el tejido cerebral de donantes fallecidos, encontraron una asociación entre la exposición a PM2,5 y la acumulación de placas amiloides en el cerebro, un marcador clave de esta enfermedad neurodegenerativa. Estos hallazgos sugieren que la contaminación del aire podría ser un factor ambiental significativo en el desarrollo de la enfermedad, incluso en ausencia de predisposición genética.
Para el estudio, los investigadores examinaron el tejido cerebral de 224 personas que aceptaron donar su cerebro al morir para avanzar en la investigación sobre la demencia. Las personas habían muerto a una edad promedio de 76 años. Los investigadores observaron la exposición a la contaminación del aire relacionada con el tráfico según la dirección de la casa de las personas en el área de Atlanta en el momento de la muerte. Descubrieron que las personas con mayor exposición a la contaminación del aire uno y tres años antes de morir tenían más probabilidades de tener niveles más altos de placas amiloides en el cerebro.