El primero
La atribución de una invención no suele obedecer a un proceso nítido. El ritmo de avance de una sociedad lo determina el colectivo que conforma ... su cultura. Si hay dos sociedades con niveles parecidos de cultura, es probable que haya simultaneidad en la propuesta, como idea inicial u ocurrencia que dará inicio a una invención. Culturas similares suelen tener sistemas parecidos, por muchas diferencias que creamos que hay. Solo así se pueden justificar las coincidencias en el tiempo de propuestas similares e incluso idénticas.
Sin haber conexión entre mentes de diferentes lugares se han dado soluciones idénticas en el mismo momento. Viene sucediendo desde la aparición de las primeras herramientas y utensilios creados por los humanos. Un caso muy conocido es el de los inventores del cálculo. Newton y Leibniz, en el último tercio del siglo XVII, que de forma independiente introdujeron los conceptos de integral y derivada y su relación como inversas, que abarcaban a gran cantidad de problemas y propiciaron técnicas para resolverlas. Tanto el simbolismo, como las reglas de cálculo aplicables a funciones algebraicas y trascendentes, al margen de su significado geométrico, permitían manejar de forma casi automática los conceptos citados. Newton denominó a la derivada fluxión, interpretada como una razón de cambio y Leibniz interpretó la derivada como cociente de diferencias y la llamó cociente diferencial. Newton la propuso solo diez años antes que Leibniz y de forma totalmente independiente. Coincidieron en una contribución conceptual de enorme envergadura.
Del mismo o parecido género es el hecho de que a Galileo se le atribuye el descubrimiento de las manchas solares en 1611, aunque otros tres observadores lo hicieron al mismo tiempo. Darwin formuló la teoría de la evolución, aunque Wallace también lo hizo, pero solamente aquél gozó de la atribución del descubrimiento. Hay casos extremos, como el de Alexander Bell y Elisha Gray cuyas solicitudes de patente del teléfono se presentaron, de forma independiente, el mismo día, 14 de febrero de 1876. Algo parecido ocurrió en 1877, cuando el ingeniero francés Cailletet comunicó en una reunión de la Academia de Ciencias, que había observado gotitas de oxígeno líquido y dos días antes, el físico suizo Pictet había telegrafiado a la Academia francesa diciendo que había conseguido obtener oxígeno líquido. Chancourtois en Francia; Newland en Inglaterra; Odling en Inglaterra también y sucesor de Faraday en la Royal Society; Hinrichs en Dinamarca; Lothar Meyer en Alemania y completando la media docena de descubridores independientes, Mendeleev, que asumió la gloria, que pudo beneficiarse de los descubrimientos de otros pero que, en todo caso, llegó más lejos prediciendo nuevos elementos y corrigió pesos y posiciones de varios elementos de la tabla periódica.
Básicamente, la creatividad está envuelta en un halo de misterio. En cierto momento, se atribuyó a causas ajenas al humano, significado en la apelación a las 'musas'. Andando el tiempo, evolucionó el concepto y se radicó en la actividad cognitiva que desarrolla la capacidad neuronal, por tanto, personal. No obstante, la esencia del proceso sigue permaneciendo en esa nebulosa de la ignorancia sobre nuestra parte más noble de nuestro íntimo ser humano. Falta todavía mucho.
Y hay una segunda lectura relacionada que corresponde a los descubrimientos mal atribuidos, equivocadamente asignados, omitiendo, unas veces deliberadamente y otras accidentalmente, al primero que dio con la novedad. No es menos cierto que algunos países han protegido las leyendas propias en detrimento de las ajenas, aunque sus propuestas fueran de 'segunda mano', sabiéndolo, en muchos casos desde el comienzo de la atribución. Un caso digno de mención es el del jesuita Pedro Páez, nacido en Olmedo de la Cebolla (hoy Olmeda de las Fuentes), cercano a Madrid, que en 1618 llegó a las fuentes del Nilo Azul en Etiopía, nada menos que 152 años antes de que lo hiciera el inglés James Bruce, que se atribuye el logro y 244 años antes de que el inglés John Haning Speke descubriera el Nilo Blanco en la vertiente ugandesa del lago Victoria. Resulta, cuando menos curioso que, ni en la Enciclopedia Hispánica, ni en la Larousse, ni en el diccionario Espasa, ni en la Enciclopedia Salvat, hay rastro de Páez. Gracias a Javier Reverte, que lo ha rescatado en su publicación 'Dios, el diablo y la aventura', sabemos de Páez. Ojo, en la Enciclopedia británica y en el Diccionario enciclopédico de Historia del francés, figura una pequeña biografía de Páez. ¿Qué se pretende?
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