La disputa que casi dejó a la Región sin Centro Tecnológico de la Conserva
La apertura de las instalaciones del CTNC en Molina de Segura pasó previamente por una serie de vicisitudes que a punto estuvo de provocar su pérdida por las dificultades para llegar a un acuerdo sobre su ubicación
Hace casi treinta años se inauguró en Molina de Segura el Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y la Alimentación (CTNC), impulsado por la colaboración ... entre el ámbito académico y el empresarial, y que nadie duda de que ha contribuido notablemente a la consolidación de la investigación y la tecnología como apoyos básicos para la modernización del sector y la industria agroalimentarias en la Región. Lo que es menos conocido es que su origen no fue sencillo, y, de hecho, estuvo a punto de no cuajar pese a los esfuerzos que desde hacía muchos años venían dedicándose a su creación.
En concreto, cuando el CTNC abrió sus puertas en 1997 ya habían pasado 40 años desde la creación del Centro de Investigación de Frutos y Conservas, en 1957, fruto del esfuerzo que los investigadores Ginés Guzmán y Antonio Soler habían dedicado a mejorar distintos procedimientos de las industrias del agroalimentarias. A aquel primer germen, dependiente del Patronato Juan de la Cierva, del Consejo Superior de investigaciones Científicas (CSIC), le siguió en 1962 la creación de la Asociación de Investigación de la Industria de Conservas Vegetales (AICV), por iniciativa del sector, y de la que derivó finalmente, con apoyo europeo, el CTNC.
Precisamente la ayuda de la Comunidad Europea (CE), absorbida posteriormente por la actual Unión Europea, resultaba tan fundamental que cuando su aportación al ambicioso centro estuvo en peligro, en la primera mitad de los años 1990, se temió seriamente por la continuidad del proyecto. La dura crisis que atravesó la actividad en la Región, por los nuevos hábitos de consumo, la irrupción de las grandes cadenas de distribución y el encarecimiento de la energía, entre otras contingencias, acabo por esa época con buena parte de las empresas que en otro tiempo habían liderado el sector.
En tan complicado marco, la directiva de la Agrupación de Conserveros, azotada por la crisis, dimitió, de modo que la Administración regional no contaba con un interlocutor representativo con el que negociar la materialización del proyecto, como explicó el periodista Julián Mollejo en LA VERDAD en febrero 1993. El Instituto de Fomento, como brazo de la Comunidad en el proyecto, y los empresarios, encargados de gestionar el nuevo centro, no lograban de este modo el acuerdo necesario para la ubicación del futuro complejo. Y sin ese convenio no llegarían los 170 millones de pesetas que se había comprometido a poner Europa: la parte del león de los 283 millones que se estipularon para que el Centro Tecnológico de la Conserva echase a andar. De esa cantidad, los empresarios debían aportar 40 millones, lo que ya no resultaba sencillo por la referida complicada situación financiera que atravesaban algunos de ellos.
«No obstante, la Comunidad estaría dispuesta a adelantar la aportación de los empresarios, con el fin de no dejar escapar el proyecto, por lo que el problema fundamental estará en las divergencias entre conserveros y Fomento sobre la ubicación de las instalaciones», recogió el periódico entonces. De una parte, el Info abogó por un Centro Tecnológico de la Conserva localizado en Molina de Segura dentro de un proyecto más ambicioso, «en el que coincidirían la formación académica y técnica de universitarios en el área agroalimentaria, la formación en temas agrarios de profesionales del sector y la investigación sobre la conserva». Frente a esta posición, la Agrupación de Conserveros luchó por ubicarlo en Espinardo, «donde al parecer cuentan ya con terrenos para su construcción», relató Mollejo.
Finalmente, ganó la opción del Info y el CTNC, que también en 1997 sumó el término 'Alimentación' a su nombre, se encuentra en los terrenos de Molina de Segura que en su momento cedió el ayuntamiento de la ciudad.
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