El debate sobre rentabilidad y sostenibilidad que también impone EE UU
El retorno impulsado por Trump a prácticas más agresivas sitúa al viejo continente entre las dificultades para competir y la oportunidad de diferenciarse en unos mercados cada día más atentos sobre cómo se produce
No parecen buenos tiempos para Europa en su relación con Estados Unidos, y el campo regional no es ajeno. La política que encabeza el presidente Donald Trump desde la Casa Blanca dista cada vez más de ser la de un aliado privilegiado, como se ha esgrimido durante décadas, y se inclina a evidenciar su poder frente al viejo continente. Washington dicta ahora disposiciones de tan escasa reciprocidad como un arancel general del 15% a sus importaciones europeas sin que la contraparte logre responder con una medida similar. Más allá de reajustes económicos de tanto calado, la nueva doctrina norteamericana blande otros movimientos que acabarán resonando en la agricultura de este rincón del sureste español. El desafío de la sostenibilidad, como vía para asegurar beneficios futuros, es un caso claro.
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Estados Unidos ha dado un giro para regresar a una producción más voraz, con apenas cortapisas, que permite a sus agricultores una inicial ventaja clara en el mercado. Sin embargo, en un mundo cada vez más sensibilizado con la necesidad de alimentar a una población en aumento con productos de mejor calidad, y frente a retos tan notables como los del cambio climático, «las tensiones que se puedan generar a corto plazo por las diferencias con EE UU las podemos transformar en una oportunidad a medio-largo plazo para la Unión Europea». Para el director del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida), Andrés Martínez Bastida, al que pertenece el entrecomillado, «la UE debe de hacer valer un modelo agrícola más sostenible, seguro y saludable, con productos diferenciados de alto valor añadido». De esta manera, añade, podrá acabar «liderando el sector de alimentación».
El director del Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y Alimentación (CTNC), con sede en Molina de Segura, Pablo Flores, reconoce que la priorización de «productos más baratos en lugar de sostenibles», en la que se ha embarcado EE UU, incide en que los de estas tierras «podrían perder atractivo en el mercado», pero también cree que los países europeos, e igualmente los asiáticos, «pueden compensarlo con su apuesta por el pacto verde».
Otra entidad clave en las investigaciones y desarrollo del sector en la Región, el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC), se está viendo directamente afectada por el nuevo entorno. Su director, Pedro Martínez Gómez, revela que la «fructífera» colaboración con Estados Unidos que han mantenido en los últimos años, «como instituto de investigación centrado en la sostenibilidad económica y medioambiental del agroecosistema mediterráneo», explica, «en estos momentos se está reduciendo». En concreto, la merma se está notando «en los estudios sobre las cuestiones medioambientales ligadas a la producción agraria».
La nueva corriente estadounidense se interpreta «como parte de una tensión global entre rentabilidad y sostenibilidad, que marcará el futuro de los modelos agrícolas a ambos lados del Atlántico», de acuerdo con el director de la plataforma valenciana especializada en tendencias Innsai Monitor, Jesús Navarro.
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Paradójicamente, para el coordinador de la Plataforma Tecnológica de Biotecnología Vegetal (Biovegen), Gonzaga Ruiz de Gauna, la nueva posición estadounidense abre la puerta a una profundización de las investigaciones desde Europa que le puede acabar resultando beneficiosa: «A medio plazo puede ser una oportunidad para redoblar esfuerzos en competir vía conocimiento, que es donde está el verdadero margen y valor». Ruiz de Gauna, en todo caso, defiende «encontrar el equilibrio entre la productividad a corto plazo y la sostenibilidad, tanto ambiental como económica», en una suerte de camino intermedio entre las posiciones estadounidense y europea. De momento, iniciativas como el denominado 'Pacto verde' y 'De la granja a la mesa' «priorizan la producción ecológica y la reducción de emisiones» en Europa, al tiempo que en EE UU «la tendencia regulatoria actual privilegia la flexibilidad y la rentabilidad, en ocasiones relajando los estándares ambientales», apunta el ingeniero agrónomo Martínez Bastida.
El director del Imida aboga por reducir la pesada burocracia europea, «como refleja el informe Dragui», y «restar lentitud a su proceso de toma de decisiones». En la misma línea, para el economista y doctor en administración de empresas Jesús Navarro, «habría que tener cuidado con que la sostenibilidad europea no se convierta en una carga excesiva para las pequeñas explotaciones si no se acompaña de apoyos adecuados». En este marco, «la clave sería asegurar que esta transición ecológica sea a la vez económicamente viable y tecnológicamente accesible».
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En un mercado tan globalizado como el de los productos agrícolas y alimentarios es «imprescindible que exista un consenso sobre las reglas del juego», abunda el director general de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove), Antonio Villarroel. Si bien, «está cada vez más clara la necesidad de abordar cuestiones como la sostenibilidad de las prácticas agrícolas y la reducción de su impacto medioambiental», concreta, la cuestión «no está tanto en el diagnóstico de los problemas como en las estrategias para abordarlos, que deberían estar siempre basadas en la ciencia y la tecnología, y no en cuestiones políticas ni ideológicas». Sobre este punto, concluye, «parece claro que en EE UU afrontan dichas cuestiones de forma más abierta y pragmática que la Unión Europea».
Rentabilidad a corto plazo
Villarroel no cree que los productores norteamericanos, ni tampoco su gobierno, estén sólo preocupados por la rentabilidad a corto plazo, o menos preocupados por la sostenibilidad. «Simplemente, son más pragmáticos y no renuncian a la utilización de todas las herramientas que proporcionan los avances científicos y tecnológicos», concreta. La sostenibilidad, precisa, no solo es medioambiental, sino también social y económica, «porque una agricultura que no es rentable no puede ser nunca sostenible».
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El director general de Anove advierte sobre el daño que produce a los agricultores europeos y españoles «la aplicación de raseros distintos a la hora de permitirles producir, que sin embargo no se aplican con el mismo rigor a las producciones importadas de terceros países». Pero, a su juicio, «pretender extender de forma general las exigencias de la normativa europea al resto del mundo sencillamente no es posible», duplicaría los precios y dificultaría el acceso a los consumidores con menos ingresos, avisa. La solución, defiende, pasa por «un cambio de paradigma», en el que se ponga en valor el trabajo de los agricultores, «en vez de criticarlos constantemente y poner todas las trabas imaginables a su trabajo, con regulaciones injustificadas e impidiéndoles el acceso a herramientas y tecnologías modernas, que son las únicas que verdaderamente pueden asegurar la sostenibilidad de sus producciones, sin eliminarlas».
De otra parte, el analista de inteligencia estratégica Jesús Navarro considera clave que Europa conserve el liderazgo de la sostenibilidad. De ese modo, explica, «podría consolidarse como un referente en agricultura responsable, ética y tecnológicamente innovadora». Para el director de Innsai Monitor, «volver atrás para competir en precio sería un error que hipotecaría el futuro del sector».
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Mientras que a corto plazo la nueva estrategia norteamericana puede resultar perjudicial para la agricultura de esta parte del mundo, al volver las condiciones de competencia más desiguales, «también podría abrir una ventana de oportunidad». El experto en tendencias cree que Europa, así, «podría convertirse en el abanderado global de la sostenibilidad agroalimentaria en los mercados que valoran la calidad, la ética y la seguridad alimentaria». En concreto, revela, «desde Innsai Monitor estamos identificando nuevas ventanas de oportunidad ligadas a certificaciones ambientales, economía circular y cadenas cortas de valor, lo que implicaría una aceleración y consolidación de las tendencias de innovación que identificamos».
Para que un modelo europeo más sostenible a largo plazo pueda tomar ventaja, advierte el director del Imida, «es clave saber comunicarlo y defenderlo bien, manteniendo la coherencia regulatoria que es sin duda es la clave del éxito». Mientras la nueva administración Trump «busca priorizar la rentabilidad y la eficiencia productiva sobre los compromisos medioambientales rigurosos», en Europa, insiste Martínez Bastida, «los cultivos están sujetos a normativas muy estrictas en materia de sostenibilidad, uso de agua, fertilizantes y pesticidas». En este marco, continúa, «la región de Murcia es un ejemplo de implantación de sistemas avanzados de agricultura sostenible y auditorías obligatorias para proteger ecosistemas vulnerables», lo que confiere a sus productores una posición de vanguardia en esta corriente, pero les hace vulnerables si las nuevas tendencias de EE UU acaban triunfando en el mercado. El reto está servido.
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¿Qué modelo agrario le parece más indicado de los dos en disputa a ambos lados del Atlántico
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Jesús Navarro Campos Analista de inteligencia estratégica y director de Innsai Monitor
«Desde una perspectiva a largo plazo, el modelo europeo es más indicado, sin duda»
«Apostar por la sostenibilidad no es solo una cuestión ética, sino estratégica. Nosotros vemos que las tendencias globales de consumo se inclinan hacia productos más responsables y transparentes y hacia una compra más consciente. Desde una perspectiva de largo plazo, el modelo europeo es más indicado, sin duda»
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Andrés Martínez Bastida Director del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida)
«Ambos modelos tienen ventajas e inconvenientes en protección del entorno y costes»
«El modelo europeo puede suponer mayores costes y menor rentabilidad a corto plazo, pero protege el entorno y responde a la demanda creciente de productos sostenibles; el de EE UU mejora la competitividad y reduce costes en el corto plazo, pero puede tener un mayor impacto ambiental. Ambos tienen ventajas e inconvenientes»
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Pedro Martínez Gómez Director del Centro de Edafología y Biología Aplicada del Segura (Cebas-CSIC)
«La solución europea incluye la sostenibilidad económica de nuestro agroecosistema»
«La visión holística de la actividad agraria que tiene Europa, incluyendo la salud del suelo y del ambiente, de la planta y la humana, nos parece más acertada desde el punto de vista de la sostenibilidad tanto medioambiental como económica de nuestro agroecosistema mediterráneo»
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Gonzaga Ruiz de Gauna Coordinador de la Plataforma Tecnológica de Biotecnología Vegetal (Biovegen)
«Ni el Pacto Verde puede imponer todos sus objetivos ni se puede atender solo la productividad a corto»
«'In medio virtus'. No se trata de imponer unos objetivos tan ambiciosos y de difícil cumplimiento como el Green Deal [Pacto Verde]: el papel lo aguanta todo. Aunque también es verdad que no se puede perpetuar una visión de la producción agroalimentaria únicamente basada en la productividad a corto plazo»
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Antonio Villarroel Director General de la Asociación Nacional de Obtentores Vegetales (Anove)
«La desconfianza en las soluciones basadas en la ciencia y la tecnología es un problema en Europa»
«El problema en Europa es que se parte de una desconfianza absolutamente injustificada de las soluciones basadas en la ciencia y la tecnología, como lo demuestran las restricciones impuestas a herramientas fundamentales como la biotecnología, los fitosanitarios o los herbicidas. Eso es poco eficiente y precisa más recursos»
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