El poder de la masa
La movilización ciudadana tiene derivaciones muy positivas. Y es más fuerte, a menudo, que el bastón de mando de cualquier autoridad
De aquellos momentos -el último trimestre de 2009- ya congelados en la memoria colectiva hay nombres y hechos que no convendría olvidar.
Lo más grave ... de todo, posiblemente, fue la porfía del equipo de gobierno municipal liderado por Miguel Ángel Cámara -en su cuarta legislatura con mayoría absoluta- en el proyecto: un parking de cinco plantas bajo el pretexto de un supuesto bien general. La UTE adjudicataria, Grupo Generala y Gestión de Aparcamientos y Estacionamientos SA, se hizo cargo, a través de la empresa Arqueotec, de la excavación arqueológica. Nueves meses llevó abrir aquel boquete en el corazón comercial de la ciudad, más de 10.000 metros cuadrados de superficie junto al Palacio de San Esteban -curiosamente la iglesia de San Esteban había celebrado una exposición sobre Alfonso X y la Murcia bulliciosa de esplendoroso pasado que se encontró bajo el mandato de Ibn Hud-, con los arqueólogos Alfonso Robles y José Antonio Sánchez Pravia al frente del equipo. Como la premisa era el parking, había que ir vaciando esa gran superficie hasta alcanzar la cota compatible con el proyecto técnico original. Varios metros hacia abajo, como una mina a cielo abierto. Nada llamaba la atención en ese proceso, pese a que el donoso profesor de la UMU García del Toro había advertido de que la Murcia medieval estaba siendo convocada y podía aparecer como un fastidioso fantasma. Así fue.
Conforme van llegando a los siglos XIII y XII, los arqueólogos están convencidos de que el objeto de la excavación es «más significativo» de lo que ya se podía atisbar a simple vista. ¿Por qué? Porque no se conocía hasta entonces en la arquitectura islámica en España, ni en el Occidente musulmán, un ejemplo tan claro de cómo era el urbanismo en esa época.
Y ahí es donde lo hallado en San Esteban hace saltar las alarmas. Había precedentes. Pues no siempre se obró con acierto ni con sensibilidad.
En esos meses estuve en contacto casi diario con el arquitecto Enrique de Andrés, entonces portavoz de la Comisión de Patrimonio Histórico del Colegio de Arquitectos de Murcia, que tenía su estudio frente al yacimiento. De Andrés publicó un artículo, 'El nuevo milagro de la Arrixaca', que fue capital para despertar el interés por lo que estaba sucediendo en Murcia. Para un especialista, la emoción, como decía De Andrés, debía ser equivalente a la que se podía sentir con el hallazgo de algo importante.
Lo más ilusionante, sin duda, fue ver, como ha ocurrido recientemente con el soterramiento de las vías del ferrocarril en los barrios del sur, que la movilización ciudadana tiene derivaciones muy positivas y demuestra que la masa social, como aglutinadora de voluntades y sensibilidades, es muy poderosa. Más que la vara de mando de cualquier autoridad. Un caso paradigmático, sin duda. La administración no estuvo de parte de la ciudadanía, salvo cuando ya no había punto de retorno. En la Región el patrimonio siempre fue una cosa desatendida y despreciada. La UTE reclamó lo suyo (pedía 9,2 millones, y el Ayuntamiento pagó al final 6,4 millones). Y ahí se quedó San Esteban, embarrancado como un gigante incomprendido, mientras se mareaba la perdiz con concursos y comisiones de entretenimiento, y soponcios varios en los juzgados. San Esteban sigue siendo una oportunidad para reconciliarse con el pasado. Por favor, no hagamos más el pavo real.
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