La doble aventura de Antonio Lucas
El periodista y poeta Antonio Lucas se estrena por todo lo alto en la novela con 'Buena mar', fruto de una aventura vivida en el caladero
Su amigo, el editor Chus Visor, dice a propósito de la primera novela escrita por Antonio Lucas, de padres ciezanos –su padre es el pintor ... José Lucas, ¡palabras mayores!–, periodista y poeta de altísimo y merecido prestigio: «Siempre regateando a la muerte con sensibilidad extrema, con una prosa lírica desbordante y con continuas sorpresas que no pueden dejar a nadie en la pasividad. Un debut extraordinario».
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Lucas se embarcó en el verano de 2018 en el arrastrero gallego 'Nuevo Confurco' y marchó rumbo al caladero de Gran Sol, un abismo peligroso. La aventura que vivió juntos a sus once marineros, primero contada en forma de reportaje, es el territorio desde el que ha creado 'Buena mar', que se lee como un tesoro de palabras valiosas, que se sueña con admiración, que te zarandea la vida.
–¿Qué Antonio Lucas se embarcó en el Nuevo Confurco y esperando qué?
–El mismo tipo que ahora contesta, con tres años menos, y que ya es consciente de que el mar de Gran Sol tiene unos inquilinos invisibles: marineros gallegos muy desconectados de tierra, muy fuera de nuestros protocolos de vida, pero que son uno de los quilates más puros de lo humano.
–¿Con qué miedos iba y con qué temores se encontró después?
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–Iba más expectante que temeroso, más inconsciente que avisado. Y allí descubrí que el Océano Atlántico, entre los paralelos 48 y 60 –en territorio irlandés–, aloja un fragmento del infierno donde algunos barcos faenan 300 días al año intentando esquivar la humillación de un agua feroz desde la que entiendes mejor que el mar es el único espacio inhabitable de este bendito planeta.
«Destaco [de los once marineros con los que viajó] la elegancia para no adornarse nunca de quejas»
–¿Qué referentes literarios le acompañaron durante el viaje?
–Libros solo llevé dos: una guía del mar de Irlanda y un libro de Jack London. Ni los abrí. Los primeros días, cuando los mareos infames daban tregua, recordaba a veces las lecturas de Aldecoa, de Melville, de Conrad, de Stevenson... Pero aprendí pronto que los mejores referentes literarios y vitales para comprender dónde estaba eran los once marineros con los que me embarqué. Su sabiduría. Sus silencios. Sus intuiciones. Su fatiga. Su elegancia para no adornarse nunca de quejas. Su certeza de estar fuera de sitio y aún así aceptar una marea, y otra más, y otra. Ellos fueron, en aquellos 21 días, mis padres, mis hermanos, mis amigos, mi balsa de regreso a puerto.
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–¿Cómo se fue encontrando?
–Cada vez mejor, cada día más liberado de los peajes de tierra, cada jornada un poco más ajeno a esto de aquí. Y a ratos también mal. Y en muchos momentos con ganas de volver a mi rutina salvadora, a mi casa, a Lara, a los gatos. El mar no quiere inquilinos y te lo hace saber. Tampoco quiere periodistas, poetas ni héroes. Con todos ellos hace lo mismo: náufragos.
–¿Qué fue aprendiendo?
–A aprenderlos. Y a abandonarme a los días lentísimos. A abandonarme sin porqué.
–¿Qué no esperaba para nada y sucedió?
–Aceptar la costumbre de vivir de una manera imposible de soportar para quien no pertenece a la cofradía del mar.
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–¿Lo mejor qué fue?
–Escribir todo aquello, primero en una serie de reportajes que aparecieron en 'El Mundo', donde trabajo; y después dar forma de novela a esa aventura para poder cumplir con algo que el reporterismo no acepta: trabajar las palabras desde la implicación emocional de aquello que has vivido.
–¿Y lo peor?
–El miedo de algunas noches. Irracional. Opresivo. Implacable.
Once nombres
–¿Qué recuerdo le acompaña de aquella aventura?
–En verdad son once: los nombres de los marineros del 'Nuevo Confurco'. Por su bondad sin orillas.
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–¿Cuándo y por qué se decidió a escribir 'Buena mar'?
–Cuando me di cuenta de que después de publicar los reportajes seguía embarcado. El viaje aquel se quedó en mí y necesitaba desalojarlo. Ahí es cuando la idea de contarlo en esta novela adquirió todo sentido. Y solo cuando llegaron a casa los primeros ejemplares supe que, ahora sí, había terminado mi aventura en Gran Sol, uno de los caladeros de pesca de altura más peligrosos del mundo.
«La novela va dirigida a cualquiera que le guste el mar, y no conozco a nadie a quien no le importe»
–¿Cómo ha sido la experiencia de pasar de la poesía a la narrativa? [El último reconocimiento a un poemario suyo lo recibió en 2019 por 'Los desnudos', que mereció el Premio Generación del 27]
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–Este es un libro que he escrito porque previamente lo he vivido. La poesía no formó parte directa de la aventura. La poesía está, porque es donde más tiempo paso en la vida, pero aquí solo es un destello a lo lejos que aparece y desaparece. La novela se ajusta mejor a la voz de aquel mar que a las imágenes y a las metáforas. Y a mi evocación de esos días.
–¿Por qué el título 'Buena mar'?
–'Buena mar' es lo que se dicen los marineros en tierra al despedirse entre ellos para adentrarse en Gran Sol. Se dicen eso, conscientes de que van a uno de los peores mares posibles.
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Buen mar
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Autor: Antonio Lucas.
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Género: Narrativa.
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Editorial: Alfaguara.
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Precio: 17,9 euros.
–¿Qué pensaba mientras la escribía?
–Que ojalá ellos la entendiesen como lo que es: una manera de mostrarles respeto y admiración. Y de darles las gracias con el corazón por fuera.
–¿A qué lectores va dirigida?
–A todas, a todos. A cualquiera que guste del mar, y no conozco a nadie a quien el mar no le importe.
–¿Cómo valora el resultado final?
–Me interesa más cómo la valorarán ellos cuando la lean. Sé que están en ello.
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–¿Qué momento vivimos hoy?
–Es un momento muy áspero. A veces siento que nos interpelamos a patadas, que pesa menos el efecto placebo de pensar que podíamos trabajar en un espacio de convivencia mejor. Tenemos muchas cosas buenas al alcance de la mano, pero nos manejamos catastróficamente. Demasiados desprecios súbitos y mutuos en demasiadas cosas.
–¿Y usted cómo se maneja entre tanto ruido y despropósitos?
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–Como mucha gente, también abro espacios de protección y refugio desde donde intentar entender este abrupto resurgimiento de lo peor de ciertas ideas que andan por ahí. Y, a la vez, disfrutando de lo que me gusta, qué carajo.
Antonio Lucas lleva mal «el asedio de los vigilantes de la moral, de los que patrullan señalando a la peña en función de gustos, de preferencias sexuales, de opciones ideológicas contrarias». Lamenta este escenario amargo por lo que tiene «de agotador, peligroso y siniestro. Hay un desprecio inquisitorial hacia la diferencia». Y lo hay aquí, en España, «un país espléndido». El periodista y escritor afirma: «Yo lo amo, pero no siempre consigo que me guste del todo. Aun así, me parece un territorio fabuloso. Y eso que a veces cansa y desanima este inculparnos mutuamente repitiendo la indigencia de la Historia».
«Suelo sentir con particular intensidad el país en que vivo, el presente, el tiempo nuestro. Y pesan más las dudas que las certezas», dice Lucas, para quien «son demasiadas decepciones seguidas, y cada vez se repiten a mayor velocidad. Se nos acumulan los desengaños». Y ahora está muy lejos de Gran Sol, y de aquellos días en los que miraba en carne viva por el portillo del camarote y observaba la claridad del Atlántico, «la luz maligna de este océano».
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