La voz apagada de un poeta lorquino en Gusen (Mauthausen)
Biografías. Andrés Munuera Romero, exiliado tras la guerra civil, fue deportado a Austria y Alemania, donde se le pierde la pista en el campo de concentración
JUAN ANTONIO FERNÁNDEZ RUBIO
Lunes, 13 de diciembre 2021, 21:14
Andrés Munuera Romero fue uno de tantos que pagó con su vida el haber defendido la democracia contra la tiranía. Sus poemas, reflejo de un ... sincero y puro amor, su correspondencia familiar y unas pocas fotografías deterioradas son los testimonios de una existencia que varó en el peor de los infiernos.
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El 20 de febrero de 1912 vino al mundo en la lorquina calle Selgas (domicilio de sus abuelos maternos). Fue el tercer hijo de Andrés Munuera Barnés, empleado de ferrocarriles de Lorca a Baza y Águilas, y de Isabel Romero Rebollo, quienes además tuvieron tres hijas: Soledad 'la Rubia', Encarnación 'la Morena' e Isabel (fallecida a los pocos meses). Pasó parte de su niñez en Cantoria (Almería), a causa del oficio del cabeza de familia, donde adquirió sus primeras letras. Años después, fue admitido, como alumno libre, en el Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia. Desde entonces, residió en el núm. 12 de la calle Galdo y no destacó en su formación, salvo en Religión, Geografía y Caligrafía. En 1928, en la revista 'Colores', aparecieron sus primeros versos publicados.
Misiones Pedagógicas
A inicios de la República, en el curso 1931-32, mientras comenzaba su noviazgo con Nieves Mené Casas, obtuvo el título de maestro, gracias a la academia de Pedro Rebollo. Realizó las prácticas en las Escuelas Graduadas que dirigía José Robles, en las que se formó en la metodología krausista de la Institución Libre de Enseñanza. Simultáneamente, compuso la mayor parte de su obra poética. En 1934 fue destinado a Buitrago de Lozoya (Madrid). Para ese tiempo, profesaba el marxismo y colaboró con las Misiones Pedagógicas, al igual que Nieves en materia musical. Mantuvo estrechas relaciones con escritores, maestros y políticos: Antonio Para Vico, poeta y alcalde de Lorca; Francisco Barnés, ministro de Instrucción Pública y primo de su padre; Alejandro Casona, dramaturgo del 27 e inspector de Primera Enseñanza, etc.
La guerra civil le sorprendió en ese municipio madrileño. Fue movilizado y estuvo en la Escuela de Artillería de Lorca hasta mediados de 1937, cuando fue enviado a Figueras (Gerona), donde escribió abundantes estrofas, centradas en su amor a Nieves (su lírico leitmotiv). Acabado el conflicto, decidió exiliarse a Francia, pese a la oposición familiar, por carecer de delitos de sangre. Al otro lado de los Pirineos, fue recluido en barracón nº 1 del campo de internamiento de Vernet d'Ariège, desde donde mantuvo correspondencia con su familia y su amada. Hizo gestiones para regresar a España, pero antes le propuso a Nieves casarse por poderes y emigrar a Argentina. Sin embargo, con la invasión del Tercer Reich fue hecho prisionero el 1 de mayo de 1940 y conducido a Alemania. Posteriormente se le deportó a Austria y para mayo de 1941 se encontraba en el campo de concentración de Gusen (dependiente de Mauthausen).
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Sin noticias de Andrés
A principios de mayo de 1939, su padre escribió al conde de la Granja, delegado de la Cruz Roja en Irún (Guipúzcoa), con el fin de solicitarle que interviniese en el reingreso de su hijo en el ejército para que pudiese regresar desde el campo de Vernet d'Arère. A pesar de ello, nunca volvería a pisar España. Cuando su familia tuvo conocimiento de su estancia en tierras germánicas, su progenitor pidió por escrito al ministro de Asunto Exteriores, al embajador de Alemania y al presidente de la Asamblea Suprema de la Cruz Roja Española que le proporcionasen alguna información sobre su paradero. Desgraciadamente, el 25 de diciembre de 1941, a sus 29 años, falleció en condiciones inhumanas en el mencionado campo de exterminio.
Desconociendo esta tragedia y con el paso de los meses, en agosto de 1942, Nieves entregó al padre de su enamorado una serie de objetos que pertenecían a Andrés y se hallaban en su poder. De este hecho se interpreta que la joven había perdido las esperanzas de reencontrarse.
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La angustia familiar fue en aumento por la ausencia de noticias y el viejo ferroviario prosiguió su lucha epistolar, en busca de algún dato sobre su hijo: en octubre de 1942 mandó una nota al jefe de la Secretaría Civil del Estado y, en febrero de 1943, una misiva (por medio de la Cruz Roja) al cardenal secretario de Estado de la Santa Sede, quien respondió dos semanas después dándole esperanzas, pero reconociendo que, debido a la Segunda Guerra Mundial, sería difícil dicho cometido. El 13 de julio se dirigió al ministro de Asuntos Exteriores rogándole su mediación para conocer el estado de salud de Andrés, pues pudo saber que se encontraba cautivo en la población de Mauthausen y que estuvo interno en el hospital de Lager por enfermedad. Sin embargo, no recibió respuesta. Andrés desapareció para siempre.
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