En sus zapatos

En esa línea brillante del buen observador literario, por este recorrido manchego, andaluz y hasta extremeño encontramos criaturas especiales, aquellas por las que Moyano suele sentir admiración, tal y como ya hemos constatado en otros volúmenes suyos, tanto de narrativa viajera como sociológica. Al autor cordobés, o molinense, porque ya no hay distingos en él, no le interesan las almas digamos normales, lo que le encandila son los seres extraordinarios que pueblan estos lugares, ya sea la figura de un repoblador como Pablo de Olavide, un niño lobo, un enlutado, una especie de eremita recluido en una venta cervantina que es todo un agujero en el tiempo, o los fantasmas de una caravana de republicanos masacrados.

En ese territorio que se nos descubre, como bien reza el título, hay dos fronteras, la exterior de una zona en ocasiones aislada del tiempo y la memoria, y la interior, que es la que más alimenta Moyano, la de la confidencia, el secreto, la aldea perdida, el personaje oculto tras su destino, el dato que no ha terminado de trascender los libros de Historia. La combinación de ambas es la que le otorga al libro su verdadera dimensión, la que ayuda a conquistar al lector, o al menos a que con cada etapa narrada vaya rindiéndose a la mirada del viajero.

En tiempos convulsos como estos, un libro así es un tesoro por lo que puede provocar en nosotros, nos puede volver azorinianos, alzando la mano a la mejilla para transformarnos en seres contemplativos ante los cuadros que pinta Manuel Moyano con sus palabras, o bien impulsarnos a la acción, a calzarnos esos zapatos que su autor ha ido desgastando en el camino, y así lanzarnos a la aventura real del viaje. En cualquiera de ambos casos, siempre saldremos ganando.