Sandoval y la distopía política
Novela. Una fabulación acerca del acceso al poder de una extrema derecha surgida de los populismos
IÑAKI EZKERRA
Lunes, 31 de mayo 2021, 20:51
Uno de los aciertos, si no el principal, de 'Sumisión', la novela que Michel Houellebecq publicó en 2015 y en la que fantaseaba con la ... posibilidad de que un musulmán llegase en una fecha próxima a la presidencia de la República francesa, residía en que eran los propios intelectuales los que sucumbían a la distopía, encarnados en la figura de François. Este no era un iletrado ni un fanático sino un profesor de Literatura de la Universidad de París III, pero veía en el Islam una interesante respuesta a sus motivaciones sexuales. La fantasía de Houellebecq es una referencia casi inevitable al hablar de 'Lux', una novela de la que es autor Mario Cuenca Sandoval (Sabadell, 1975) y que también plantea una distopía política en un futuro nada distante: la llegada al poder en España de un partido de extrema derecha que, incluso por la brevedad y la procedencia clásica del nombre, se nos presenta como una réplica un tanto hiperbólica de Vox.
Aunque en absoluto recomendables, los rasgos xenófobos, homófobos o antifeministas que presenta la formación de Abascal no han llegado a tomar la intensidad ni la consistencia del LUX de Cuenca. No han generado desaparecidos ni han abrazado un proyecto de tan graves consecuencias como las que se describen en esta obra sino que se amparan en la legalidad constitucional. Pero las similitudes que aquí se trazan son pertinentes en la medida de lo que tienen de advertencia. Esa es la función de la distopía literaria: dibujar en la ficción un infierno al que nos podrían llevar determinadas tendencias reales de una sociedad o un movimiento ideológico. En el lector está reconocer, como verosímiles, esos peligros de los que la ficción nos advierte o juzgar si hay una interesada exageración que omite otros tanto o más temibles en partidos e ideologías de diferente signo.
Como el François de Houellebecq, Marcelo Mosén, el protagonista de 'LUX', es también un profesor, no de Literatura sino de Derecho Romano, y un hombre inteligente, cultivado, sensible a la belleza. Pero, a diferencia de ese personaje de 'Sumisión', ha tenido mala suerte en la vida. Una serie de circunstancias trágicas (su mujer le dejó, su hijo murió durante la pandemia...) lo han llevado a desarrollar un rencor que ha encontrado una vía de escape y de proyección personal en esa desviada radicalización política. El propio cuerpo del libro es precisamente la larga carta que ese cuarentón trastornado por las desgracias dirige, años después de los hechos y desde una locuaz primera persona, a la madre de David García Bárisic, un homosexual desaparecido como muchas de las víctimas de esa violencia de extrema derecha encarnada por LUX. El discurso de Mosén no es explícitamente el del reconocimiento de la culpa sino el de la explicación y la justificación, pero Cuenca Sandoval posee el suficiente talento para permitir que el lector entrevea fisuras y renuncios en esa perorata epistolar dispersa en unos folios numerados que alcanzan prácticamente toda la extensión de la novela. Más aún, los fantasmas del desempleo y del desahucio que asoman por estas páginas hacen que el caso de ese hombre fanatizado sea extrapolable al de otros que se manifiestan en un populismo antitético al suyo y en una acera contraria a su ideología reaccionaria.
Entre esas fisuras y renuncios, es preciso mencionar la propia homosexualidad que planea sobre ese docente como algo mucho más significativo y corpóreo que una simple sombra y que da a la vez una cierta profundidad psicológica al personaje. Marcelo Mosén no es un ser monolítico, un fascista de viñeta. De hecho, el libro esquiva a menudo las alusiones directas al concepto de 'fascismo'. Incluso en el breve texto que cierra este y en el que toma la palabra la madre de David en calidad de 'editora', se habla de criminales y de monstruos, pero se evita la alusión concreta a la filiación ideológica de estos. Sin embargo, es preciso advertir de la trampa que conlleva esa omisión, pues el infierno que aquí se describe linda con la tenebrosidad no ya del fascismo italiano sino del nazismo hitleriano. De hecho, la gran objeción que se le puede poner a 'LUX' reside en la oscuridad teatral de los represores y en la recreación morbosa, nada exenta de sádicos tintes sensacionalistas, a la hora de describir esa monstruosidad en los fragmentos dedicados, por ejemplo, a la persecución de la sexualidad ajena a la moral oficialmente impuesta. Más que a una denuncia del populismo, esas páginas responden a un 'populismo novelesco' que sería un mal remedio para el mal a combatir.
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