Una roída tajada de calabaza totanera
Tres cartas del yeclano José Santaal escritor José Luis Castillo-Puche
Solo un experto en la materia, un investigador reconocido, un curioso consumado, un conocedor a fondo de su propio pueblo y un amigo cabal de ... los dos personajes de esta historia (José Santa Marco y José Luis Castillo-Puche) podría ser capaz de llevar a cabo un libro como el presente. Liborio Ruiz Molina, director de la Casa de Cultura de Yecla, es el autor de la edición, la transcripción y las notas que van al frente de este bien editado volumen que ahora sale a la luz, en su Serie Divulgación del Museo Arqueológico Municipal de Yecla, donde se guardan piezas verdaderamente valiosas.
Como bien anuncia el profesor Miguel Ángel Puche en las páginas preliminares, la obra es «un magnífico testimonio escrito que nos ayuda a conocer algo mejor un fragmento de nuestra historia local desde un punto de vista social, literario o lingüístico». Son textos que Ruiz Molina ha extraído y tratado con la delicadeza que merecen del Archivo de la Fundación Castillo-Puche de Yecla, donde nació, en 1919, este excelente novelista español. Se trata de tres textos manuscritos inéditos del género epistolar que, por su contenido, por su gracia y por su calidad literaria merecían ser puestos a disposición de un público mucho más amplio.
El autor de todo este delicioso entramado es José Santa Marco, el que fuera propietario del ya histórico bar 'La Zaranda' de Yecla. Santa mantuvo una fuerte, larga y sólida amistad con Castillo-Puche, quien, a su vez, lo consideró como su 'fiel amigo'. Tanto es así que fue él, precisamente, José Santa, quien, en 1950, en moto y a las tantas de la madrugada, sacó del pueblo a un contestatario Castillo-Puche que, por sus ideas, tildadas de revolucionarias, iba a ser detenido por la Guardia Civil.
José Santa se exhibe, además, como consumado poeta. Pero no es un poeta cualquiera. Se aprecia de inmediato que es un hombre 'leído', culto, conocedor de la mejor tradición literaria española y casi un experto en la obra narrativa de Castillo-Puche. Pero sus versos son, en ocasiones, un tanto disparatados, como erupciones de un volcán lírico que el autor porta en su interior. Lo más destacado de estas cartas es, sin duda alguna, esa cercanía que se aprecia entre ambos personajes: el uno, informando de lo que sucede en el pueblo, con un lenguaje, en ocasiones, de un tormentoso barroquismo (la luna en menguante es 'una roída tajada de calabaza totanera caída por el occidente'), y otro, como lector paciente y divertido.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión