El Nadal de Inés Martín Rodrigo
Novela. La obra trata muchos temas del debate social con una gran galería de personajes y un registro coloquial
IÑAKI EZKERRA
Lunes, 21 de febrero 2022, 21:21
El Premio Nadal ha experimentado en los últimos años una llamativa deriva hacia los territorios sentimentales. De ello dan una evidente prueba obras como 'Un ... amor' de Alejandro Palomas, 'El mapa de los afectos' de Ana Merino o 'El lunes nos querrán' de Najat el Hachmi. Los títulos son bien gráficos de ese hecho, que no deja de ser paradójico tratándose de un certamen que nació premiando una novela especialmente dura, sobria, seca y contenida en el plano de la afectividad hasta el laconismo. Titulada significativamente 'Nada', la obra con la que Carmen Laforet estrenó dicho galardón en 1945 exhalaba un existencialismo parco que rozaba el nihilismo. En ese giro hacia lo sentimental que ha tomado el premio en los últimos años, hay que situar 'Las formas del querer', la novela con la que Inés Martín Rodrigo ha obtenido el Nadal en la edición de 2022, y que reincide en la apelación a los sentimientos tanto en su contenido como en el propio título, de una manera explícita.
Desde las primeras páginas, la presencia del amor en sus diversas y antagónicas variantes no se hace esperar. Noray, la joven protagonista, cuyos abuelos acaban de morir, reclama a Ismael, su antigua pareja, para que le ayude en los trámites funerarios, según este acaba de regresar de su viaje de novios. Dócilmente, el hombre responde a la llamada, pese a que la única condición que le había impuesto Estrella, su mujer, para acceder al compromiso conyugal había sido la de borrar a su antigua novia de su vida. Pronto sabremos que la forma en que Ismael quiere a su esposa no es la del hombre enamorado, sino la del ser agradecido que siente que no está a la altura de su compañera oficial. Pronto sabremos que Noray (su nombre responde –acaso no por casualidad– a los firmes soportes que sirven para amarrar los barcos a los puertos) ejerce sobre su examante una relación de poder de la que él ha tratado de sustraerse con su matrimonio, sin conseguirlo. Pronto también sabremos que Noray le montó un número en la misma boda.
A partir de ese planteamiento argumental y de ese reparto de papeles, la obra nos adentra en la personalidad y el mundo familiar de la protagonista; en la especial relación afectiva con su abuela Carmen y su abuelo Tomás; con las hermanas que la primera tiene en el pueblo; con las heridas que abrió en los suyos la Guerra Civil... La muerte de esos dos seres queridos desata en Noray el deseo de recluirse en esa localidad rural y de escribir una novela que ha estado postergando durante años.
Y, así, de la omnisciente tercera persona narrativa, que no nos ha de abandonar del todo hasta el final del libro, este pasará al discurso en primera persona de la chica sin que, por otra parte, se observe un cambio sustancial en el registro coloquial que domina en las cuatrocientas páginas de que consta el texto.
'Las formas de querer' es una empresa narrativa que tiene en sus limitaciones sus hallazgos, y su estilo en la ausencia de estilo. Todo el cañamazo novelesco, el tejido sintáctico, se rige por un coloquialismo radical y tectónico, a ras de suelo, en el que se mencionan con naturalidad referencias cotidianas y locales como la pastelería Mallorca, la funeraria El Ocaso, la legendaria serie televisiva 'Bonanza', el Nolotil al que el abuelo llama Dolotil en una suerte de costumbrismo hiperrealista. A toda esa indiscriminación de materiales se añade la de las temáticas nacionales. Y es que, al mismo tiempo, Inés Martín Rodrigo aborda en esta páginas una copiosísima infinidad de asuntos que están en el actual debate publico y que van desde el maltrato a la mujer a la memoria histórica, pasando por la depresión y la salud mental, el aborto, la anorexia, el amor lésbico, la homofobia, el respeto y el cariño a las personas de edad avanzada, el fracaso matrimonial, el divorcio, la eutanasia... El compendio de temáticas sociales puede resultar un tanto abrumador, pero también es preciso y justo señalar que queda aligerado por una amplia galería de personajes que las encarnan y que la autora sabe manejar con una estimable capacidad de control, que es la que le permite ir encajándolos como si fueran piezas de un rompecabezas.
A todos esos asuntos se añade el del proceso creativo, que aflora en relación con la novela que escribe el personaje central y que conlleva una apuesta afectiva del texto a favor de este. Apuesta en la que se implica como parte activa su expareja a través de su lectura, como 'otra forma de querer'. Lo cual otorga al sentimiento amoroso una inesperada dimensión metaliteraria.
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