Juegos florales
Hay dos sectores extraños a la política regional, Cultura y Medio Ambiente, extraños porque no está claro para qué sirven cuando no se obtienen de ellos unos rápidos beneficios mercantiles
ENRIQUE DE ANDRÉS
Lunes, 9 de diciembre 2019, 21:26
Intento escribir algo sobre el décimo aniversario del yacimiento de San Esteban pero no sale nada nuevo que contar. Diez años son muchos ya, para ... seguir en la lucha de algo que hace tiempo di por perdido, cansado de ese mareo de hacer lo mínimo para aparentar estar haciendo algo. Recuerdo la campaña en la anterior legislatura, cuando decían que el conflicto del yacimiento de la Arrixaca y de la Cárcel Vieja lo solucionaban en seis meses, hace ya más de cuatro años.
En ambos casos se ha optado por evitar el diálogo, se han buscado voces amigas acordes con el método de resolver rápido, todo ha ido sobre ruedas, sin consultas y sin problemas. Fuera han quedado colectivos, asociaciones, vecinos, que planteaban otras formas de actuar, en base a las necesidades de la ciudad, mas allá de motivaciones exclusivamente políticas.
Lo lamentable es el papel que le queda al patrimonio cultural, un panorama desolador fraguado a lo largo de estos últimos, muchos años ya. Hay dos sectores extraños a la política regional, Cultura y Medio Ambiente, extraños porque no está claro para qué sirven cuando no se obtienen de ellos unos rápidos beneficios mercantiles. El único resorte válido para el interés político es la rentabilidad económica inmediata. Tenemos ejemplos en Cartagena y Lorca, donde su intensa recuperación patrimonial ha respondido a cuestiones económicas de la industria turística; en el resto de la Región no ha existido Patrimonio Cultural durante este mucho tiempo.
Del medio ambiente para qué hablar, si la cultura sirve como comodín político solucionador de compromisos, el medio ambiente ni para eso, nadie lo quiere, un regalo envenenado. El sector cultural, al menos es agradecido, aunque no se haga nada. Porque siempre habrán juegos florales y eventos por el estilo, por lo demás pasa lo más desapercibido posible. La gestión del medio ambiente, sin embargo, es más complicada, hay que aprender demasiadas palabras técnicas, ecosistema, biodiversidad, eutrofización, etc., palabras que, aunque sin contenido, por lo menos hay que saber encajar en el discurso, y tampoco es un sector de grandes beneficios económicos, más ahora con tantos ojos atentos al clima y al medio ambiente.
Recientemente he visto en redes dos noticias, una casi chascarrillo de un político catalán diciendo que Murcia no es una nación y otra la candidatura de Murcia a Capital Verde Europea 2022. En ambos casos me viene a la cabeza el yacimiento de la Arrixaca, primero en cuanto a Murcia como nación, cosa complicada de entender. El origen de la Región de Murcia está en la fundación de la Cora del Tudmir en el siglo VIII, con el pacto territorial entre el visigodo Teodomiro y el musulmán Abd al-Aziz ibn Musa, la Cora abarcaba el ámbito de la cuenca del Segura coincidiendo aproximadamente con la creación, cinco siglos después, del primer Reino de Murcia, la conquista castellana y el compromiso de vasallaje a Castilla, que todavía parece perdurar, con lo que difícilmente podemos imaginarnos una Región de Murcia nación independiente. Nuestro linaje está indisolublemente unido a Castilla, a no ser que reivindiquemos nuestro pasado andalusí y aquí aparece el yacimiento de la Arrixaca y la posibilidad de reconciliación con un pasado hasta ahora oculto.
La segunda cuestión es la Capitalidad Verde. Esto no puede ser fruto de una brillante y caprichosa idea, las ciudades verdes son el resultado de un proyecto desarrollado a lo largo de muchos años, partiendo de una reconciliación de la ciudad con el territorio que ocupa y con su historia. Vitoria es un magnífico ejemplo (Ciudad Verde 2013). Una reconciliación con nuestro medio natural, un río naturalizado, con meandros recuperados, con un plan de recuperación de las partes más profundas del valle inundables, libre de edificaciones, eliminación de grandes infraestructuras inútiles, recuperación de flora y fauna autóctona... Y también se trata de recuperar nuestra historia y patrimonio cultural, algo situado muy lejos del momento actual, donde lo más parecido es una carrera loca desatada entre dos yacimientos emblemáticos, Monteagudo y la Arrixaca, otra vez aparece el yacimiento.
En fin, los despropósitos, encadenados. Con este panorama, ¿qué puedo contar que interese del yacimiento de la Arrixaca? A estas alturas lo único que ha merecido la pena, es la emoción de ver cómo una ciudad fue capaz de alzarse por un yacimiento arqueológico, por entenderlo parte de su cultura. Un momento que vivimos como una forma nueva de demanda social de recuperar el patrimonio, queda, como tantos otros yacimientos enterrado en vida en un sótano, que no se descubra nuestro origen, aunque con una plaza verde de maceteros, para lo de la Ciudad Verde, una vez más resultado de un urbanismo basado en la especulación, incapaz de dar respuesta a unas transformaciones más acordes con los tiempos actuales, esto sí que no ha llegado a comprenderse.
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