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Cross en el psiquiátrico penitenciario de Fontcalent, en Alicante, en el que participan numerosos internos. Carlos Rodríguez

Esquizofrenia y crimen, un vínculo fatal al que la ciencia pone luz

Un proyecto multidisciplinar pionero en España, y dirigido desde la Región de Murcia con financiación de la Fundación Séneca, busca respuestas para prevenir los delitos que en ocasiones cometen personas como consecuencia de padeder una enfermedad mental

Sábado, 13 de mayo 2023, 08:09

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La muerte de una pareja coruñesa, de 84 y 99 años, llevó en 2016 a M. M. S. al banquillo. Un jurado popular la condenó por el doble homicidio de los dos ancianos a los que cuidaba, y con los que tenía un parentesco. El proceso volvió a repetirse a instancias de otro tribunal y un nuevo jurado la acabó absolviendo en una sentencia que el Tribunal Superior de Justicia de Galicia ratificó el año pasado. La clave de este giro se encuentra en la enfermedad de la acusada, en «tratamiento psiquiátrico desde el año 1994 por clínica ansioso-depresiva con seguimiento ambulatorio». Seis meses después del suceso, mientras se encontraba en prisión provisional, se estimó que «el día de los hechos M. M. presentaba un trastorno psicótico agudo que anulaba totalmente sus capacidades cognitivas y volitivas», y se le diagnosticó una «esquizofrenia indiferenciada». No fue ella, sino su enfermedad, la causa del fatal final de las dos víctimas.

Este caso real abre mayúsculos interrogantes sobre cómo tratar hechos así. ¿Es correcto que el ejecutor de un delito tan terrible quede sin ningún tipo de responsabilidad? ¿Se puede prevenir de algún modo que personas con antecedentes psiquiátricos acaben consumando crímenes que voluntariamente no quieren cometer? ¿Qué relación existe realmente entre esquizofrenia y desarrollo de conductas delictivas? ¿Se estigmatiza a estas personas cuando se incide en la enfermedad al informar de episodios como estos? El catedrático David Lorenzo Morillas, de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia, es el investigador principal de un proyecto con financiación de la Fundación Séneca que trata de poner luz en la complicada maraña.

El investigador principal pone el acento en «la función de prevención del delito» como uno de los principales «ejes de este proyecto

«Queremos conocer y profundizar en la relación existente entre esquizofrenia y desarrollo de conductas delictivas», resume. A tres años vista, precisa, el objetivo marcado «es muy claro: contribuir a la mejora y el conocimiento en el tratamiento otorgado a las personas que padecen esquizofrenia y desarrollan conductas delictivas». Para lograrlo se han implicado profesionales de distintos ámbitos (Derecho Penal y Civil, Criminología, Psicología y Medicina-Legal) de tres centros distintos: las universidades de Murcia, Granada y Almería. «La perspectiva multidisciplinar que queremos otorgarle [a este trabajo] sobre la base jurídica y criminológica es completamente pionera» en España.

«Vamos a verificar, cada uno desde su campo de conocimiento y generando un conocimiento global, el origen y la interrelación del citado binomio», esquizofrenia y conducta delictiva, afirma el especialista. El objetivo último es encontrar vías para «poder predecir situaciones de riesgo que alerten a su entorno más próximo [de la persona enferma] y que, si el delito llega a producirse, se aplique un protocolo de intervención jurídico, penitenciario y asistencial adecuado a la realidad de la enfermedad». Morillas pone el acento en «la función de prevención del delito» como uno de los principales «ejes sobre los que gira este proyecto».

El catedrático David Lorenzo Morillas Fernández en su despacho. UMU

Las instancias policiales y judiciales sí están preparadas para abordar satisfactoriamente casos de esta naturaleza, aclara el catedrático. «Cuentan con procedimientos y guías de actuación e intervención, si bien es cierto que son de naturaleza generalista», lamenta. En todo caso, al experto le «preocupa bastante más el tratamiento que en nuestro país se le está dando a la salud mental», donde existe «una gran carencia». A su juicio, las dolencias mentales son «la hermana pobre de las enfermedades. Un dato: «El 15% de las estancias hospitalarias en nuestro país se debe a trastornos mentales y del comportamiento, los cuales si no presentan un seguimiento y control adecuados pueden derivar en conductas antisociales y delictivas». De ahí la que resulte «fundamental» abordar esta problemática, porque es algo «que repercute en la salud, en la seguridad, en la sociedad y en la justicia». Mientras ese momento no termina de llegar, son las familias de los pacientes quienes con frecuencia se enfrentan solas a la compleja situación. Ellas son quienes deben vigilar la medicación de un paciente que resiste a tomarla o que puede acabar mezclándola con alcohol, por ejemplo. «¿Quién controla eso? ¿El pobre padre o madre que se desvive por su hijo y que vive casi en exclusividad pendiente de él? Ahí vienen los problemas y, muchas veces, el origen de un comportamiento delictivo».

La Región, en particular

En ningún caso se puede concluir que una persona con esquizofrenia vaya a delinquir, «tajantemente no», aclara el investigador. Lo que sí ocurre «es que algunas personas, sobre todo cuando hay alucinaciones, presentan un mayor riesgo de desarrollar conductas ilícitas sobre todo cuando se descompensan, bien por la interrupción de la medicación o el consumo de drogas». Uno de los objetivos del proyecto, precisamente, es «concretar con datos empíricos la representatividad de la esquizofrenia en la población delincuencial y verificar su tasa de criminalidad en España, en términos generales, y en la Región de Murcia en particular».

En última instancia, «si logramos entender cómo y por qué delinquen [los enfermos que lo acaban haciendo] podremos establecer protocolos de actuación e intervención que ayuden a prevenir futuros comportamientos delictivos».

Siempre hay una explicación, y en estos casos es alucinante

«Recuerdo un interno que me impactó mucho en una visita con alumnos del Máster de Criminología al Psiquiátrico de Fontcalent [en Alicante] hace unos diez años o así», relata el profesor de Derecho Penal y Criminología de la Universidad de Murcia David Lorenzo Morillas. Era una persona «tremendamente culta», que hablaba «de todo y con mucho sentido», al punto de que los alumnos dudaban de que fuera un enfermo mental. «Hasta que la psiquiatra [del centro] le dijo: «Cuéntales por qué estás aquí, y él, pese a sus reticencias iniciales, de repente nos suelta: yo soy el inventor del GPS y estoy en peligro porque los chinos y la iglesia me quieren robar mi invento, se presentan por la noche o se hacen pasar por personas que quieren atacarme pero yo estoy protegido porque he desarrollado un campo de protección que, por cierto, voy a activar para que estemos a salvo. De pronto, mira su reloj Casio de los años ochenta y empieza a hacer ruidos con la boca y a decirnos: ¿veis las ondas? (obviamente no veíamos nada), ya estamos a salvo».

Este interno estaba allí por apuñalar hasta la muerte a un religioso en plena calle en Madrid por mandato de las voces y alucinaciones que experimentó en ese momento. En su mundo, lo que hizo «era protegerse frente a lo que percibía como una amenaza, pero lo que nosotros vemos es una persona que, sin causa aparente, ha apuñalado a sangre fría a otra». «Siempre hay una explicación detrás de todo delito, lo que debe hacer el buen criminólogo es encontrarla», apunta el profesor con el aval de sus años de experiencia. Morillas apunta hacia «los procesos de socialización», durante la infancia y la adolescencia, principalmente, para hallar «por qué un individuo ha actuado de una forma u otra».

Así ocurre, con claridad, en muchos casos de violencia de género, delincuencia sexual y, en general, cualquier tipo de delincuencia violenta. «Pero las enfermedades mentales y la esquizofrenia, en particular, reflejan situaciones distintas, riesgos o peligros inmediatos», determina. Y pone otro ejemplo, el de la famosa doctora Mingo, «a la que también vimos en Fontcalent», donde se encontraba tras apuñalar a ocho personas (mató a tres) tras desarrollar una esquizofrenia paranoide que le llevó a creer que sus pacientes y compañeros habían sido suplantados por dobles que querían acabar con su vida. Bajo su punto de vista, en aquel momento, «lo único que hizo fue defenderse», pero la amenaza no era real, eran alucinaciones.

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